Prólogo. Camisetas azules.

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Era el último de los tres días del casting final de operación triunfo. Por la tarde, recibirían la primera noticia importante; si eran validos para formar parte de la nueva generación de artistas. Ale era uno de los treinta y un candidatos a obtener tal puesto, y decir que estaba nerviosa era poco. Ligeros temblores poseían su cuerpo con el paso de las horas y casi se desmayó al quedar tan solo una hora. Cuando llegó el momento de enfrentar su futuro inminente, los latidos de su corazón se dispararon. Era el único ruido que escuchaba con claridad y los murmullos de las personas a su alrededor hacían acordes al ritmo de su sangre.

―Todo estará bien.

Una voz a su lado cesó todo el terremoto. Seguido sintió el tacto de una mano acariciar su hombro y entonces se permitió respirar. Martin había estado para ella durante su estancia allí y le había cogido un cariño terrible, e incluso un amor que parecía unidireccional. Pero se alegraba de, al menos, tenerle como amigo. Ale giró su cuerpo para quedar en frente de él y correspondió la sonrisa, con algo de miedo.

―Prométeme, que, si uno pasa, se seguirá acordando del otro.

―Nunca lo dudes Ale ―respondió al instante el vasco―, pero eso no hará falta, porque tu y yo vamos a llegar, sea como sea.

―Eso espero ―suspiró y se acercó para abrazarle―, no sé que haría sin ti.

―Desmayarte aquí mismo, lo tengo claro.

Río contra la camiseta de Martin, mientras disfrutaba de su aroma. Podían disfrutar de estos momentos, pero jamás serían más allá de una amistad. Pero no quería atormentarse con esos pensamientos, porque se habían conocido y estarían juntos para siempre.

Cinco minutos después, uno de los trabajadores anunció el comienzo de las revelaciones. Ellos dos se encontraban los últimos, así que se pasaron todo ese tiempo comiéndose las uñas y chillando llenos de temores y dudas. Cada vez que veían a alguien salir con o sin su camiseta, se acercaban igual a celebrarlo o a animarlo. Entonces, llegó el turno de Martin y, tras un fugaz abrazo, el vasco entro a la sala. Los segundos se hicieron interminables y cuando logró verlo salir, vio tristeza en su rostro y se temió lo peor. Inmediatamente se acercó a él.

―Martin...

―¡Qué he entrado! ―exclamó, con la camiseta entre sus manos.

Un grito se escuchó por las cuatro paredes y la burgalesa se abalanzó sobre él. Se alegraba tanto por él, su voz era única y si no hubiera sido digna de este programa, se hubiera enfadado mucho. Cuando se separó del chico, la llamaron y corrió con toda la adrenalina acumulada. La sala tenía una iluminación tenue y una mesa desatacaba sobre todo lo demás. Sobre ella, descansaba una llave y un sobre. A paso lento se enfrentó a la mesa y se sentó.

―Que nervios ―susurró para ella―, pero que sea lo que Dios quiera.

La carta relataba lo difícil que era formar parte de los últimos treinta y un aspirantes, que tras estas difíciles fases era tan especial ser una de las elegidas sobre trece mil audiciones. En realidad, ella también lo sentía así y decir afortunada era poco. Mencionaron su don a la hora de tocar su piano o su personalidad sociable y risueña. La carta terminó con un "suerte" y la taquilla designada. El número siete.

―Allá vamos ―dijo cuando tuvo la taquilla en frente—, supongo.

Mientras accionaba la cerradura, no pudo evitar pensar en lo que sucedería en escasos segundos. Continuar con esta aventura o volver a su ciudad y seguir estudiando en la universidad. Obviamente, deseaba que el destino la llevará por la primera opción. Con la mano temblorosa, abrió finalmente la puerta de la taquilla.

remedio. juanjo OT23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora