Capítulo tres. Reir en vez de llorar.

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El objetivo de la cámara captó el rostro intranquilo de Ale. El chico que se encontraba detrás alzo la mano, cerrándola en un puño y elevando tan solo el dedo pulgar. Esa fue la señal para que la chica comenzará a hablar. En cambio, se mantuvo callada, intentando recordar la pregunta.

¿Con cuál de los dieciocho aspirantes has congeniado más hasta ahora?

Sonrió cuando dio al calvo con la pregunta.

Antes de poder regresar a su hogar, los concursantes seleccionados debían hacer una breve entrevista. Esta era algo más general; hablar sobre tus manías, gustos o momentos vergonzosos. La suya acaba de empezar y sabía todas las preguntas gracias a Paul, que había ido antes que ella. Quería pensar en una respuesta, pero no aparecía.

De primeras aparecieron nombres como Ruslana, Chiara, Martin o Paul. Pero era difícil elegir.

―La verdad es que todos son majísimos ―opinó, con las imágenes de ellos en su cabeza―, pero si tuviera que decir tres, diría Martin, Ruslana y...

Juanjo.

―Juanjo ―completó tras quedarse en un silencio repentino―, los tres son tan distintos y especiales a la vez. Los amo.

Había dudado en decir su nombre, pero apareció de forma tan espontanea, que su subconsciente respondió por ella. El resto de las preguntas fueron más cómodas y divertidas, así que no tuvo problema en responder con rapidez.

Una música alegre obligó a la burgalesa a abrir sus ojos y, volver a la realidad. Gruñó y se dio la vuelta, mirando hacia la pared.

Hasta sus sueños la traicionaban.

―Buenos días, un nuevo día en la academia ―la voz suave de Noemí se hizo presente en la oscuridad. La directora dio unos pasos hacia el interior y abrió las persianas―, aquí no se ve nada. En veinte minutos os quiero a todos en la cocina con los micrófonos operativos.

Un ambiente enérgico no tardó en instalarse en el interior. La mayoría de los concursantes estaban en pie y salían hacia los vestuarios. Ale, en cambio, era de despertar lento y requería algo más para quitar las sábanas de encima y mover su cuerpo fuera de la cama. Gruñó cuando la luz blanquecina iluminó su rostro y guio su cuerpo hasta donde estaba la mayoría.

―Buenos días ―saludó Ruslana, buscando en el sillón su micrófono―¿Qué tal has dormido?

―Genial, aunque necesitaré días para acostumbrarme a esta rutina.

La pelirroja sonrió y asintió.

―No me acordaba de tus peculiares despertares.

―No quieres verme como un verdadero ogro.

―¡Chicas, muy buenos días! ―la silueta de Chiara apareció entre las dos chicas. La menorquina estaba ya vestida y con el micrófono puesto―, he oído que en nada hay repaso de la gala.

―Si, creo que mencionó algo Noemí ayer ―corroboró Ruslana―, tampoco tengo muchas ganas de verlo, la verdad.

―¿Y eso? ―preguntó Ale.

―No me acuerdo muy bien de lo que hice ayer y me voy a morir de vergüenza.

―Estas sobre exagerando, te salió muy bien.

―¡Sí! A mi me encanto ―secundó Chiara, con una amplia sonrisa―, ya me hubiera gustado tener esa presencia escénica.

Las dos chicas continuaron hablando, mientras que Ale trató de colocar su micrófono. No era tan difícil, pero Ale no era una manita y sus manos eran muy torpes. Siempre que empezaba a impacientarse o ponerse nerviosa estas sudaban. De repente, otras manos tocaron el cable para facilitar a la chica poder terminar con la banda.

remedio. juanjo OT23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora