—¿Mi padre ha muerto?
Max lo observó atentamente. Qué buen actor era. Cualquiera pensaría que estaba conmocionado, incluso triste, al conocer la noticia.Pero si ése fuera el caso habría estado al lado de su padre durante sus últimas horas y no viajando por todo el mundo durante los últimos ocho años.
Max tuvo que controlar su pena por el hombre que había sido su mentor y mejor amigo. Debería poder compartir su dolor con el hijo de ese hombre. Pero él sabía que no debía volver a compartir sus sentimientos con Sergio Pérez.
—Hace cuatro días—Max señaló a la gente que circulaba por la casa—Este es su velatorio.
—No puede haber muerto, estas mintiendo—Sergio intentó llevar aire a sus pulmones.
—¿Por que iba a mentir sobre algo así?Max se dio cuenta de que al fin lo creía. Su rostro se había vuelto pálido, escondiendo el sano tono bronceado que había iluminado sus mejillas un minuto antes.
El marrón de sus ojos, que brillaba como un ópalo, desaparecio bajo las pupilas dilatadas. Sergio dio un paso atrás y, de manera instintiva, Max alargó una mano para sujetarlo.
—No me...encuentro muy bien...—Logró decir Sergio.
Cuando vio que se le doblaban las rodillas, Max lo tomó en brazos murmurando una palabrota.—¿Ocurre algo, señor Verstappen?—Le preguntó Pedro, el mayordomo.
—El joven Pérez se ha desmayado al saber que su padre había muerto—Max se contuvo para evitar decir lo que realmente pensaba de la situación.
—¿Quiere que llame al médico?
—No, no creo que sea necesario. Vamos a ver cómo se siente cuando recupere el conocimiento ¿Su habitación esta preparada?—Uno de los deseos del señor Antonio era que la habitación del joven Sergio siempre estuviera lista.
—Muy bien, entonces yo lo llevare arriba ¿Le importa subir sus cosas?
—Ahora mismo.Max subio por la amplia escalera con Sergio en brazos. A pesar de su estatura pesaba como una pluma y cuando lo dejó sobre la cama notó lo delgado que estaba.
—Tal vez deberíamos llamar a la señora Antonia para que lo atienda—Sugirio Max, mirando al inerte Sergio.
¿Por qué ahora? se preguntó sacudiendo la cabeza ¿Por que había tenido que volver precisamente en ese momento? Había comprobado los informes bancarios y sabía que se había gastado todo el dinero del fideicomiso en los últimos ocho años.
¿En qué se lo había gastado? A juzgar por los vaqueros y el viejo jersey, no era en ropa.
Un ruido en la puerta lo alertó de la presencia de la ama de llaves y cocinera que había heredad junto con Pedro, cuando le compro la casa a Antonio Pérez un par de años antes.
—Ay, Dios mio, ¿Que ha pasado?—Exclamó la señora, poniendo una mano en la frente de Sergio—Y tu precioso pelo....¿Qué le ha pasado?
—Creo que parece que no se lo ha peinado.Sólo Sergio Pérez podía aparecer en el velatorio de su padre con aspecto de refugiado. Siempre buscando atención, como cuando era adolescente.
Y no podía sorprenderlo. En el fondo, lo asombraba haber pensado que cambiaria con los años.
Pero no, Sergio Sergio había demostrado una y otra vez que la única persona en la que pensaba era; él mismo. Y nadie podía interponerse en sus deseos de vivir como quería, ni siquiera un padre moribundo.Ni siquiera el hijo que había estado a punto de tener.
—Señor Verstappen...los invitados—Le recordó Pedro.
—Sí, gracias. Bajaré enseguida.El velatorio debería ser una celebración de la vida de Antonio Pérez, el hombre que le había dado una oportunidad en la vida. Antonio había sido un tipo a veces malhumorado peor con un buen corazón que creía que el trabajo duro siempre tenía recompensas.