Sergio se levantó de la silla con un grácil movimiento. Siempre se había movido como un bailarin, sus miembros ágiles...y, de nuevo, volvió a excitarse al pensar en ello.
Sergio se acercó a la ventana y miró el jardín durante unos segundos antes de voslerse a verlo.
—He estado pensándolo mucho y creo que aún no tengo los datos necesarios para tomar una decisión.
—¿A qué te refieres?
—Tengo que hacerte unas preguntas—Respondió Sergio, levantando la barbilla en un gesto orgulloso.
—Muy bien, pregunta.
—Si aceptara tu propuesta, tendría que haber un acuerdo escrito, no confío en ti.¿No confiaba en él? No merecía la pena discutir, de modo que Max no dijo nada.
—¿Qué más?
—¿De que voy a vivir si tengo un hijo contigo?
—Buscando un trabajo como todo el mundo.
—¿Entonces no es tu responsabilidad mantenerme?
—No vas a morirte de hambre, Sergio. La señora Rossi se encargara de eso.—¿Quieres que me quede aquí? ¿Qué vivamos bajo el mismo techo?
—Hasta que nazca el bebé al menos. Si después decides vivir en otro sitio es cosa tuya.
—¿Dejarías que me lo llevara?
—He dicho que tú puedes hacer lo que quieras, pero mi hijo se quedara aquí. Se criara en esta casa, rodeado de todo lo que le pertenece por derecho.—Pero el cuidado del niño... ¿Si yo quisiera ser parte de eso?
—¿Estas diciendo que sí?
—No, aún no.
—A nuestro hijo no le faltara nada. Tendremos niñeras las veinticuatro horas si hace falta. El cuidado del bebé no será responsabilidad tuya.
Sergio lo miró, echando chispas por los ojos.—¿No será responsabilidad mía cuidar de mi hijo? Si tengo un hijo contigo, te aseguro que su cuidado sera mi responsabilidad, y de nadie más.
Max se encogio de hombros, decidido a no revelar su sorpresa ante ese instinto maternal. Pero que se demostrara tan protector con un niño que aún no había nacido era contradictorio.
Él no había esperado que mostrara interes alguno.—Si aceptas mi propuesta, más adelante, podemos discutir los detalles.
—¿Propuesta? Sería una propuesta si yo tuviera algo que decir, pero no me estas dando alternativa alguna.
—Siempre puedes decir que no, Sergio.
Porque dudaba que quisiera buscarse la vida empezando de cero.—¿Y si quisiera quedarme a ser parte de la vida de mi hijo?
—Podríamos llegar a un acuerdo.
—Pero no hemos hablado de dinero.
Ah, el momento de la verdad, pensó Max. Allí estaba el autentico Sergio Pérez.—¿Quieres tener dinero por tener a nuestro hijo? ¿Qué te perdone la deuda que has contraído conmigo no es suficiente?
—Necesitare comprar cosas para el bebé y para mí. Si voy a hacerlo quiero tener al mejor especialista.
—Mientras vivas bajo mi techo, yo me encargare de todos los gastos.
—Ah, que generoso de tu parte—Replicó Sergio con tono amargo—¿Y si decido que no quiero vivir aquí?—Cuando el niño nazca tu haras lo que te parezca, podemos llegar a un tipo de acuerdo sobre los derechos de visita. Francamente, no creo tener el menor problema para obtener la custodia.
—¿Me obligarias a quedarme aquí?
—Yo no he dicho eso.—Max se paso una mano por la cara.—Te lo repito, cuando nazca el niño, podrás hacer lo que quieras con tu vida.
—Esperas que me vaya, claro.
—Eso es lo que haces mejor ¿No?—Replicó Max.Sergio se pusó pálido y Max lamento inmediatamente haber dicho eso. Pero no podía demostrar debilidad cuando había tanto en juego.
—¿Alguna cosa más?
—Quiero la colección de arte de mi madre. Era su deseo que yo la heredara y debería ser mía.
Max se quedo en silencio durante unos segundos. Antonio había temido que la vendiera para gastarsela en alguna excentricidad, pero él no tenía el derecho de decirle lo que tenía que hacer.