Capítulo 3

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Cuando creí que ya había amanecido y había acabado este espantoso día, resulta que aún era de madrugada y yo me había desvelado en mitad de la noche.

Genial.

En la oscuridad, moví mi brazo hacia la mesilla de noche en busca de mi móvil pero no lo encontraba. Tuve que encender la luz y quedarme prácticamente ciega, para darme cuenta de que mi teléfono no estaba. Mierda, me lo habría dejado en el salón.

¿A qué no adivinais quién estaba en el salón? Exactamente, Cameron.

Suspiré, estaba muy cansada pero necesitaba saber la hora que era. No era fundamental, pero ya me había generado la necesidad.

Como una zombie, tratando de hacer el mínimo ruido posible, me levanté de la cama y descalza caminé hacía la puerta de mi habitación, luego, cautelosa, la abrí sigilosamente y de puntillas anduve hacia el salón.

Todo estaba oscuro así que no me quedó de otra que rezar para no chocarme con nada, ni con nadie...

–Te han bombardeado con mensajes.

La voz sigilosa y medio dormida de Cameron hizo que diera un salto hacía atrás y casi me diera un infarto. Juraría que había sido todo lo sigilosa posible.

–¿Qué haces despierto?– Pregunté susurrando a oscuras, no se veía nada–, duérmete.

–Podría preguntarte lo mismo.

Busqué el interruptor de la luz del salón para encenderla, pero Cameron se me adelantó. Al parecer había uno al lado del sofá, bueno, estaba bien saberlo por si alguna vez me hacía falta.

Tanta luz volvió a dejarme ciega de repente. Busqué con la mirada mi móvil y vi que estaba encima de la mesa. Observé a Cameron, y vi que me miraba con mala cara, cómo no, mientras se rascaba con la palma de la mano un ojo.

–Dile al pesado de tu novio que se calle un mes– Espetó y acto seguido volvió a tumbarse en el sofá para dormirse.

–¿Has mirado mi móvil?– Le pregunté, señalándolo.

–No– Respondió dándome la espalda–, pero, sin un tal Lucas está prácticamente rogando por tu atención a las dos de la mañana, no sé qué pretendes que haga, ¿qué no me asome a ver quién es?

Lo miré con los ojos entrecerrados antes de mirar mi pantalla del móvil. Lo primero que vi fue la hora: eran las cuatro de la mañana. Lo segundo que vi fueron los más de cuarenta mensajes de Lucas y sus más de diez llamadas perdidas. Abrí los ojos como platos y me empecé a poner muy nerviosa.

Entré en su chat y leí los mensajes un poco por encima, pero me quedé con aquellos más importantes, en los que decía que si no le contestaba vendría a buscarme de inmediato.

–Mierda– Murmuré. Vale, estaba entrando en pánico– MIERDA.

–¿Pero, qué te pasa ahora?– preguntó Cameron con voz de dormido girando sobre sí mismo para mirarme con los ojos entrecerrados. Yo tenía una expresión facial que aludía al pánico.

–Lee esto.

Vale, ya lo sé, Cameron no era precisamente la persona a la que se lo debería de estar contando, pero tampoco es que hubiera nadie más y yo, repito, estaba entrando en pánico.

Le mostré el móvil y él frunció el ceño para leer los mensajes. Tras eso, me miró sin ningún tipo de expresión facial y se encogió de hombros.

–¿Y?– Dijo sin más, incorporándose para sentarse en el sofá.

–¿Cómo que "y"?– Perdí la paciencia–, ¿has leído lo que pone ahí?

La chispa del odio || #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora