Capítulo 7

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La luz del sol se coló por mi ventana y me encandiló, haciendo que abriera los ojos a regañadientes. Gruñí y me revolví entre las sábanas unos segundos más, ni siquiera sabía la hora que era. Estiré mi brazo hacia la mesilla y agarré mi móvil. Eran las diez de la mañana, bueno no era demasiado tarde.

Ayer me pasé el día encerrada en mi cuarto, cual vampira, porque tenía una resaca de mil pares de narices, me dolía la cabeza, tenía migrañas y encima estaba agotada. No me levanté de la cama en todo el día, pero hoy ya sí.

Por supuesto, no miré el móvil en todo el día, puede ser que mi madre o mi hermano me hayan llamado unas veinte veces, pero no quería mirarlo, seguramente Teo habría intentado contactar conmigo, y sabéis lo que dicen: "Ojos que no ven, corazón que no siente". Si no veía la llamada perdida de Teo, podría hacer como si no me hubiera llamado.

Me puse mi bata de estar por casa y me la até a la cintura. Salí de mi habitación y encontré a Cloe y a Céline vestidas, como si estuvieran a punto de salir de casa.

—¡Hombre!— Exclamó Cloe—, mira quien aparece por fin, empezaba a pensar que la cama te había atrapado para siempre.

—Vamos al centro comercial, ¿te vienes?— Me preguntó Celine.

—Si me dais cinco minutos para arreglarme.

Me esperaron esos cinco minutos. Rápidamente me puse un jersey pegado al cuerpo de cuello alto y unos vaqueros de campana. Agarré mi abrigo, pues ya hacía bastante frío, y mi bolso, metí dentro las llaves, el móvil, el cual todavía no había mirado, y salimos para el centro comercial.

En el coche, Céline puso la calefacción porque hacía un poquito de frío. Me froté las manos porque las tenía congeladas, siempre había sido una persona de tener las manos frías. Mi madre me decía que yo era "un mes de enero", porque siempre tenía frío, daba igual la época del año en la que me encontrase.

—Bueno, qué— Empezó Cloe mirándome a través del espejo retrovisor del coche con una ceja enarcada—, ¿cómo sobreviviste ayer sin salir del cuarto en todo día? Ni siquiera para comer.

—No tenía hambre, solo ganas de vomitar y fuertes dolores de cabeza— Me quejé—, no vuelvo a beber más en mi vida.

—Eso dice todo el mundo...— Comentó Céline.

—Y entonces, ¿no nos vas a contar que hiciste en mi cumpleaños?— preguntó Cloe mirándome con carita de cordero yo degollado—. ¿Te lo pasaste bien?

—Sí, muy bien.

Al principio de la noche, después no me gustó en absoluto.

—No suenas muy segura, Bella— Añadió Cloe, juntando las cejas. Yo me encogí sobre mi misma y me recosté un poco en el asiento.

—De verdad que sí— Mentí.

—¿Tienes algo que decir sobre el mensaje que me mandó Cameron diciéndome que te iba a llevar al piso?— Cuestionó Céline con un tono interrogativo.

Esa pregunta me pilló de imprevisto, y por unos segundos no supe qué contestar.

—Es una larga historia— Musité, finalmente.

—Tenemos todo el día, te escuchamos.

—Es que Cameron me llevó al piso porque yo... bueno, digamos que bebí de más— Les expliqué.

—¿Y por qué es una larga historia? Si es muy simple— Dijo Cloe.

—No, es que hay más— Continué mirando por el cristal del coche la carretera, recordando todo lo que pasó, me estaban empezando a venir todos los recuerdos ahora—: el caso, es que ya sabéis que vino Teo.

La chispa del odio || #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora