Capitulo 3 ( Emma )

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Bajé del auto con mi bebé en brazos. Fuimos a la entrada de la casa y golpeé suavemente la puerta.

Pasaron dos minutos y la puerta se abrió por Elizabeth.

Ella me dio una sonrisa cálida, luego miró a quien tenía en mis brazos, y su sonrisa fue más grande.

- Hola Elizabeth - suspiré - te presento a Atenea, tu nieta - miré a mi hija - mi amor, ella es tu abuela Elizabeth, la mamá de tu padre.

Las dos se quedaron mirándose entre ellas un rato.

Elizabeth decidió romper el silencio.

- Hola preciosa

- Hola abue, ¿Te puedo llamar así? - pregunta tímidamente mi bebé - .

- Por supuesto que sí cariño, me puedes decir cómo quieras - dijo Elizabeth sonriendo - .

- Entonces te llamaré así.

- De acuerdo. Mejor vayan entran - no terminó de hablar porque se interrumpió ella misma - .

Al parecer se había acordado de algo, luego me miró a mi.

No sabía porque me miraba así, de esa forma como queriéndome decir algo importante.

Pero, tarde unos minutos en comprender lo que me quería decir.

Alexander estaba dentro de la casa, y si veía a mi bebé conmigo, nosé que pensaría.

Pero tenía que hacerle frente a mis problemas.

No podía ocultarme todo el tiempo, y ya era hora de que Alexander supiera la verdad.

- Mi amor - miré a mi hija - adentro está tu papá - sus ojos brillaron - .

- ¿De verdad?.

- Si cariño, pero todavía no podemos decirle que tú eres su hija.

- ¿Por qué no? - sus ojitos poco a poco iba perdiendo ese brillo - ¿Papi no me quiere? ¿Es eso?.

- No es eso mi amor, lo que pasa es que, primero tengo que hablar con tu papá. Cuando termine de hablar con el, ya podrás decirle que eres su hija.

- ¿Lo prometes?

- Lo prometo. Ahora actua como mamá te enseñó. Actúa como una verdadera Skyler.

Ella sonrió con arrogancia, porque sabía lo que quería decir con aquellas palabras.

Pero Elizabeth que miraba todo en silencio no sabía.

- Entonces entremos, la comida ya está servida.

Entramos a la casa y pasamos al comedor.

Sentí mi cuerpo erizarse y mis manos sudar, pero actúe normal y no le di tanta importancia a eso.

En el comedor la mesa ya estaba servida, como había dicho Elizabeth.

Luego mi mirada paso a ver a un hombre pelinegro de espalda ancha con un traje negro.

Ya sabía quién era, aunque estuviese mezclado en la multitud, lo reconocería sin duda.

Decidí yo romper el silencio, ya que nunca dejaba que un hombre me intimidase ni nada por el estilo.

- Buenas tardes - dije con voz firme - .

Alexander se dio vuelta, y confirmé mis sospechas.

Luce más atractivo que hace unos años atrás.

Su mirada era de sorpresa. Era obvio que la iba a ser.

Seguro nunca imaginó ver a aquella chica que humilló en su casa, en la casa de su madre en la hora del almuerzo.

El fruto de nuestro amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora