I.

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120 d.C. King's Landing;
Semanas después de la tragedia en Driftmark.


The bastard and the King.


El príncipe Aemond nunca había sido una persona insegura, aunque al ser el segundo hijo buscaba constantemente la atención y el reconocimiento. Jamás había pensado que aquella atención que tanto deseaba le llegaría en miradas acompañadas de lástima y, en algunos casos, miedo.

Podía soportar a las sirvientas o a la Guardia Real hablar a sus espaldas, incluso a los señores aventurados que se atrevían a mirarlo como su igual. Pero nada lo había preparado para las miradas que su propia madre le daba. Mucho menos para el parche que le había otorgado ni bien su herida comenzó a cicatrizar, ¿de verdad era ahora un monstruo?

El príncipe había salido ése día para distraerse pues en la fortaleza lo agobiaban dichas miradas y cuchicheos a cada paso que daba. El que su sobrino bastardo le haya quitado un ojo era una humillación que el joven príncipe jamás perdonaría.

Sumado a todo esto, seguía sin tener permitido volar a Vhagar. Su madre alegaba que era demasiado riesgoso montar aquella bestia de guerra y se lo prohibió, al menos por el momento.

Lo que él jamás imaginó era que al dar vuelta por una de las muy descuidadas calles de King's Landing, más cerca de Flea Bottom de lo que esperaban, se había convertido en el objetivo de la joven ladrona que tantos problemas le había estado causando a la Guardia de la Ciudad.

Cuando el príncipe se detuvo para admirar unas artesanías, sus escoltas, conformados por ser Steffon Darklyn y tres caballeros jurados a la casa Targaryen, se separaron solo un poco, cada uno distraído en sus pensamientos. Y ése fue su error.

La encapuchada pasó corriendo justo detrás de Aemond, pasó por su lado ciego, y muy hábilmente le arrancó la bolsa donde llevaba sus dragones de oro.

Al sentir el tiron, el príncipe trató de sujetar al ladrón por el brazo, causando que ambos cayeran al suelo. Forcejeando un poco, Aemond quedó sobre la ladrona.

La joven llevaba su cabello escondido bajo un gorro, su cuerpo iba cubierto con ropas desgarradas y mugrosas, al igual que su rostro. Pero eso no fue lo que llamó la atención del peliblanco, sino sus ojos violetas.

​Todo sucedió muy rápido, los guardias del príncipe sujetaron a la joven separándola de él a la fuerza, sin embargo, ella no se quedó quieta. Forcejeó y peleó, de alguna manera consiguió soltarse y comenzó a correr. No sin antes dirigirle una última mirada al príncipe.

Llámenlo mala, buena suerte, nervios o destino, la joven dió una vuelta errónea, una calle antes de la que se suponía y terminó acorralada en un callejón.

Antes de que pudiera dar marcha atras, los caballeros ya la habían rodeado, incluyendo al príncipe, mismo que ahora blandía una pequeña daga. Se encontraba molesto por la osadía de este pequeño ladrón, pero, algo en su interior afloraba con curiosidad.

━No hagas ésto más difícil, entrégale al príncipe lo que le robaste y no seremos tan severos contigo. ━Exigió ser Steffon, su voz salió más tosca debido al yelmo que cubría su rostro.

La joven solo rió, se alejó lo más que pudo y balanceó sobre su mano la pequeña bolsa que le robó al príncipe. No era tonta, sabía que robar era castigado severamente, peor aún robarle a un príncipe. Pero, si los Capas Doradas jamás la habían atrapado, ¿por qué un caballero del rey sí?

The dragon and the wolf. ━━ Cregan Stark. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora