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MinHo aprovechó la luz del sol que lo cegaba para acercarse y, en un gesto que lo desconcertó, tomar sus manos.

– TaeMin, me alegra verte, bebé...

Era alto y estaba tan impresionante vestido con un traje negro que TaeMin se sintió abrumado. Se le aceleró el corazón al mirar sus ojos negros y tuvo que parpadear, ya que se había quedado desorientado con su inesperada sonrisa de bienvenida y con su proximidad. Notó calor por todo el cuerpo y una incómoda sensación de inseguridad lo hizo quedarse inmóvil. Enfadado consigo mismo por semejante reacción, apartó las manos con brusquedad.

– He venido porque no he tenido elección. ¡Vas a comprar mi casa!

– Ya está hecho. Técnicamente, poseo una casa con inquilino –le dijo MinHo–. Supongo que es mejor estar de alquiler que no tener adónde ir, ¿no?

TaeMin se dio cuenta de que tenía razón. Estaba furioso con MinHo y no le gustaba que hubiera interferido así en su vida, pero en realidad era un alivio no tener que marcharse de casa. Respiró hondo, lentamente, para calmarse y para reorganizar sus pensamientos.

– ¿Por qué no te sientas? –lo invitó MinHo señalando un sofá–. Pediré que nos traigan café.

– No es necesario –respondió TaeMin, apartando la vista de su rostro para mirar a su alrededor.

– Seré yo quien decida lo que es necesario –lo contradijo MinHo, levantando el teléfono para pedir el café.

A TaeMin no le habría hecho falta que le recordara lo autoritario que podía llegar a ser y apretó los labios mientras se sentaba en el sofá, decidido a no permitir que lo traicionaran los nervios.

– ¿Por qué lo has hecho? –le preguntó directamente.

MinHo se encogió de hombros. No era una respuesta, pero no podía contestar de otra manera. No tenía ninguna explicación altruista ni socialmente aceptable que darle. Lo había hecho por un motivo mucho más básico y egoísta: después de haber visto su vulnerabilidad, había querido ser la única persona que accediera a él. Era un macho territorial y lo deseaba más de lo que había deseado a nadie en mucho tiempo. Y TaeMin solo podría tener la libertad de estar con él si estaba libre de deudas.

Su arrogante cabeza se giró, sus penetrantes ojos oscuros se clavaron en él. Lo vio sonrojarse bajo su mirada, realzando sus brillantes ojos avellanos y sus pómulos se tiñeron de un suave rosa. Le gustaba verlo ruborizarse, no recordaba haber estado con ningún doncel al que le ocurriera. Fijó la vista en sus labios afelpados y en la suave piel de TaeMin. Se excitó fácilmente y deseó tocarlo y comprobar si su piel era tan suave como parecía. No tardaría en averiguarlo.

La tensión que había en el ambiente lo invadió. La mirada de MinHo fue como una caricia. Recordó la pasión con que lo había besado y se estremeció, sintió calor, pero hizo un esfuerzo por controlar la reacción de su cuerpo y se negó a distraerse y a quedarse callado.

– Te he preguntado por qué lo has hecho. En realidad, casi no me conoces –insistió–. No es normal que investigues acerca de las deudas de una persona y que te ofrezcas a saldarlas. Has hecho que sienta que estoy en deuda contigo...

– No era esa mi intención –mintió él, porque le gustaba que hubiera entre ellos un vínculo que TaeMin no pudiera rechazar.

No le importaba no haberle dado opción, porque había protegido su casa cuando había estado a punto de perderla.

Al oír aquella respuesta, la frustración de TaeMin aumentó todavía más, se puso recto. Quería una explicación.

– No me digas que no era tu intención, ahora te debo millones de wones.

AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora