Dear Lord| jjk. ✓

tres

Tanto Kaia como JungKook se habían quedado como piedras al ver al otro en un convento, un lugar en el que no esperaban reencontrarse, es más, Jeon ni siquiera pensó que podía encontrarla de nuevo, siendo una chica tan linda y que se veía apresurada pensó que podía estar en cualquier otro lado menos en una casa de Monjas, ahora le daba la razón al dicho ese de "no hay que juzgar por la primera impresión",  porque aunque no pensó nada extraño debido a su vestimenta, comportamiento, o demás, no esperaba verla allí frente a él con un traje de Novicia. Y Kaia sentía que el destino se le estaba cagando de risa en su cara, no le alcanzaba con solo hacerla Novicia de un día a otro, sino que ahora también tenía que encontrarse al hombre con cara de ángel en frente suyo, y no era ni más ni menos que el Padre del convento, quién de entrada sabía que estaba más que prohibido. Era como ese hermano de tu mejor amiga, con el que no era ilegal estar juntos, pero sabían que estaba mal y no lo harían, la diferencia aquí era que JungKook jamás aceptaría a Kaia siendo Obispo, y Kaia no podría enamorarse de JungKook porque es una "Monja" en ascenso, por ende, tuvo que firmar su celibato.

Estúpida regla católica.

No habían podido hablar mucho, de hecho nada, debido a la presencia de las otras hermanas y que JungKook se tomaba su trabajo en serio, casi que ignorándola mientras contaba sus horarios en el convento y que debían tener confianza con él. Jeon ignoraba a Esperanza lo máximo posible, se le hacía insoportable sentir como si ella tuviera una luz potente a su alrededor que lo obligaba a posar sus ojos sobre ella aunque sea unos momentos, pero sabía que estaba mal, y por muchas ganas que tuviera de saber si tenía lunares en el rostro, si los pendientes en sus orejas eran dorados o plateados, o tan siquiera si ella lo seguía viendo como una adolescente embobada de catorce años a pesar de que una de las hermanas le estaba dando leves codazos para que quite esa cara de tonta, JungKook sabía que estaba mal, y lo mejor era mantenerse alejado de ella si no quería problemas. Él también había firmado un celibato, era un requisito para estar completamente entregado a la religión, y si estuvo un año entero viendo mujeres a su alrededor pero no teniendo interacciones con ninguna, más allá de una amistad, una Novicia desconocida no podía venir a derrumbar todo ese esfuerzo.

Al momento de que Kaia quiso acercarse para tener una charla amistosa, mencionarle que no esperó verlo allí y mucho menos como Obispo, sus compañeras de cuarto, Sarah y JiHye, a quienes casi podría considerar amigas, se la llevaron al jardín con la excusa de que ese día les tocaba ese sector a ellas. Las hermanas del convento tenían actividades todos los días desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde, después de esa hora cada quien podía hacer lo que quisiera, siempre y cuando respete los límites de estar dentro del hogar, obvio. El convento tenía una escuela que se conectaban por una puerta, específicamente una escuela religiosa, muchas de las hermanas iban a dar clases o a veces ayudaban a los maestros cuando ellos debían ir a una reunión y no tenían con quién dejar los adolescentes, eran unos jóvenes revoltosos, más que nada los de primer y último año, parecía que nada podía calmarlos, dejarlos solos era un peligro. En una de esas escuelas Kaia conoció a una chica, Lola, quien sufría de bullying por tener un padre fallecido a causa de sobredosis y una madre que desaparecía, dejándola sola con su hermano en la pequeña casa que tenían. Pasaban el tiempo juntas cuando ambas estaban libres.

⎯ Espi, debes poner tierra fértil para que los tomates crezcan bien.⎯ escuchó a JiHye hablando a su costado, pero Kaia estaba sumergida en sus pensamientos, no solo los que se trataban de JungKook y lo bello que era, sino también en que Seulgi la había estado llamando a su teléfono últimamente, otros amigos de Daegu también, y es que Kaia había desaparecido de un día a otro sin dejar rastros, sus cosas todavía estaban en su casa, tranquilamente se podría pensar que alguien la secuestró, y eso preocupaba a quienes eran sus amigos.