"Se relatan tantas leyendas sobre nosotros que, perdí la cuenta de las que son ciertas, y las que son falsas”
Aroma a pan recién horneado, té caliente, una amalgama de delicias para los que madrugaron. Entre ellos, uno de los niños se aproximó junto a su madre, esperando por un pastel de calabaza, solo una pequeña rodaja que se había ganado, los beneficios de haber limpiado la casa junto a su padre. La torta llegó a sus manos por medio del tendero, adornando una sonrisa que provocó la voz suave de su madre:
—Parece que alguien realmente lo deseaba.
Él aceptó sin dudar, llevando los dientes hacia el manjar blanco. Para su desdicha, uno de los hombres a su costado tropezó contra él, embarrando su camisa y parte de sus botas.
—Disculpe, era mío...
—Es solo una tarta, ¿cuánto es lo que cuesta?
La madre, de cabello castaño, al percatarse, recriminó el accionar del encapuchado con el dedo índice y exigió una disculpa, algo que él no tenía en mente.
—Para lo joven y bella que te ves, eres persistente. Déjame corregirlo.
El pleito fue escuchado por los cercanos, que miraron con horror cómo los colmillos del hombre se alargaron. Tomando a la mujer de los hombros, la dejó inmóvil. Ella intentó zafarse, pero le fue imposible en el instante que hizo contacto visual con aquellos ojos carmesí. La tensión recorrió su cuerpo con desdén, deseaba huir.
"¡Vampiro!" gritó una de las voces detrás del encapuchado. El pavor se esparció por el mercado; los que estaban más cerca corrieron en dirección a las casas de paredes de piedra caliza. Al vampiro azabache le bastó un segundo para sentir cómo su cuerpo se paralizó. Sus colmillos rozaron el cuello ajeno, pero no lograron perforar.
<<¿Esto... es...?>>
Su pregunta fue respondida al escuchar una voz conocida a su derecha.
—Lindo día para escapar.
La mano cubierta por un guante rojizo se dirigió hacia su clavícula, rompiéndola en tres partes. El vampiro no pudo gritar a pesar del dolor; su garganta no respondió.
—¿Ella es la princesa? —preguntó el pequeño, dirigiéndose a su madre, quien recién había sido liberada del hechizo.
El pulso de la mujer se aceleró al observar cómo su atacante ardió en el momento que la capa fue retirada. Los pocos rayos de sol actuaron, creando a un pecador incandescente. Todo el fuego fue extinguido ante un chasquido de dedos por parte de la pelirroja. Luego, ella retornó la capucha al portador, quien temblaba mientras los rostros de confusión se acercaban nuevamente.
—Basta, p... por favor —dijo el hombre, moribundo de terror.
—Muy tarde, conoces las normas.
Dejando su mano sobre el cuello del hombre, cambió su forma a la de un anillo, que quedó sobre la mano derecha de la pelirroja. Un accesorio tintado de rojo vivo, impidiendo el paso de la luz al interior. El niño salió del resguardo de su madre, caminó hasta el frente, haciendo un movimiento de cabeza en reverencia. La vampiresa aceptó, revelando su sonrisa, una que se desvaneció al notar cómo las ropas del pequeño estaban manchadas, un "daño" que corrigió con un único movimiento de su dedo pulgar. La tarta retornó a su sitio sobre el plato. El niño, emocionado, probaría finalmente su recompensa, dejando con incertidumbre a su madre.
—La vam... no, señorita Salacel, muchas gracias.
El anillo fue colocado en el dedo anular de su mano izquierda, respondiendo a sus palabras.
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La caída de los regentes
VampireLa guerra sin fin, los ángeles bajo las órdenes de Dios se enfrentaron a los "traidores" del cielo. Los ahora llamados demonios lucharon por libertad; un conflicto con victoria para los celestiales, Azrael les confirió en una zona de la cual no podí...