Le Fanu y Tepes

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Un espejo resquebrajado, consecuencias del combate cercano, las murallas al sur de Estiria seguían bajo ataque, aquel vidrio se tintó de rojo, de allí, salieron Salacel junto a Vladislaus, su llegada fue captada por los soldados cerca de los muros, de inmediato, dos de ellos fueron a su encuentro, sin embargo, había sido innecesario, los aullidos de licántropos eran todo lo que necesitaban saber.
El sol cesaba, los vampiros dentro del castillo, pronto podrían salir, entre ellos, la monarca llevaba su armadura de acero celestial, un conjunto blanco sin hombreras, costuras doradas que impedían el acceso de la luz. Un traje necesario para estar fuera ante los Omega de los Corvinus, licántropos de dos metros y garras blancas, tan ágiles que la rodearon cinco de ellos, Carmilla adoptó una posición de guardia manteniendo una de las rodillas flexionadas, el primero de ellos arremetió frontal, un error que le costó la cabeza ante el rápido movimiento del calzado, cuchillas en la planta baja del mismo material celestial. Sus compañeros aullaron de ira, en ese momento, la nube negra recorrió el campo de batalla, los lobos intentaron huir por la derecha, una lanza de punta roja perforó al que iba más adelante, el resto retrocedió, ahora lo intentarían por la izquierda, el resultado fue el mismo, solo dos de ellos quedaron, ambos se miraron sin saber que hacer, una duda mortal, fueron decapitados gracias a el talón celestial y una lanza negra.
-No esperaba que los Tepes vinieran -Dijo limpiando la sangre con su mano, era el único líquido que ingresaba por la armadura sin impedimentos.
-Ti... No, Dama Carmilla, no es por ellos, es por los Lycarns -La princesa absorbió la sangre en la punta negra con su dedo índice, luego posó sus ojos sobre la monarca, un brillo recorrió la pupila -Defensa exclusiva contra la luz, no dejan de sorprenderme, corta la piel de un Corvinus con facilidad ¿cómo lo hacen?
-Lamentablemente, no tenemos suficiente acero celestial para fabricar más de cinco, reponerlas requiere un coste.
Retomando su forma física, el conde alzó su mano, los cadáveres que yacían en la tierra fueron despojados de su sangre, el líquido formó una esfera rojiza que flotaba, él, la encerró en un frasco transparente de tapa dorada, así, caminó hasta la vampiresa de cabello blanco, lo entregó sobre la mano derecha.
-Un presente ciertamente útil, conde.
Vladislaus bajó su cabeza como saludo, lo siguiente fue retornar al resguardo Le Fanu, los muros plateados fueron reparados casi al instante por las princesas de Estiria, ambas de cabello blanco como su piel, la diferencia recaía en la menor, sus pestañas tenían maquillaje negro al igual que los párpados y falda -Comienzo a cansarme ¿Por qué insisten? No van a superarnos
-Los Corvinus son bestias, no deberías cuestionar su estupidez, Larissa
-Hey, no me llames por mi nombre, suena a regaño.
-Entonces no vayas a... -Sus ojos se centraron en las tres presencias que llegaron por la entrada, la compuerta de hierro bajó permitiendo el acceso, ambas princesas corrieron, llegaron justo cuando los tres vampiros colocaron sus pies sobre la alfombra blanca, la insignia Le Fanu estaba en el centro.
-Madre, veo que llegó la caballería
-Y será peor, los Corvinus usarán a los Lycarn en los siguientes días
-Pero, Ma, los Lycarn son incontrolables, tan brutos que...
-Hija, su fuerza y ferocidad es temible, mezclarlo con órdenes directas de lobos inmunes a la magia sería perder el combate.
Los cinco siguieron camino a la sala real, los pasillos llenos de los soldados vampíricos, lentamente fueron quedando vacíos, el perímetro fuera del castillo ganó silencio, los aullidos se alejaban.
-Los lobos morirán, estarán confiados del sol, con mamá y ustedes, seremos demasiado para ellos.
-Si intervienen William Corvinus y Maximilian Lycarn, serán demasiado para nosotros.
-Madre tiene razón, no podemos confiarnos, si llegan ambos... Quizás...
-Si me permiten -Salacel dio unos pasos delante de las tres deteniendo su paso -Maximilian podría caer ante nosotras -Sus ojos se encontraron con los de la reina -Él es fuerte, pero tengo el poder suficiente para ser su apoyo, sé que lo lograremos
-Bah, no me engañas, prima, tú solo quieres pelear al lado de tu tía -Larissa se colocó al lado de la pelirroja inflando las mejillas, le era imposible ocultar su envidia.
-No lo digo por esa razón, para ella, le es más cómodo luchar conmigo que con una de ustedes, la batalla en Lubber ¿recuerdas como intentaba alejar a los lobos?
-No es así, prima, preocuparse por tus seres queridos ayuda a...
-Acepto su oferta, Lady Salacel, Maximilian es un oponente que no puede tomarse a la ligera, especialmente con el sol sobre nosotras
-¿Qué? Pero má... Si ese lobo puede resistir...
-Larissa, debemos afrontar la decisión de nuestra madre, además, los hijos de William y Maximilian estarán en combate
-Uh ¡¿Qué te he dicho de nombrarme por... Espera, entonces ¿Vlad peleará en solitario contra William?
-El conde está más que apto para afrontar el reto -Las puertas blancas fueron abiertas, las perillas poseían la insignia de la casa Le fanu; dentro, los sillones de madera petrificada con funda blanca les esperaba, la soberana se ubicó en el más grande, sus hijas le acompañaron sentándose cada una a un costado, aunque aún había espacio, Salacel se ubicó en uno de los sillones individuales al frente, dejó reposar su espalda en las suaves telas, su hermano se mantuvo al lado izquierdo de pie.
-Lamento informarle que, como invitado, debe aceptar la atención que se ofrece. -Las puertas habían permanecido abiertas por una razón, un sirviente ingresó con cinco copas de plata sobre una bandeja del mismo material, cada copa fue entregada a su destinatario con una diferencia, la que fue hacia el vampiro, de un toque con el dedo índice, fue absorbido su contenido, el sirviente se quedó con la copa, pero no se marchó.
-Hermano, por favor disfruta, ni siquiera haz percibido su olor, no es sólo sangre, tiene una mezcla entre naranja y vino seco.
-Gran catadora, Lady Salacel -Dando un roce de sus labios con la bebida, degustó el sabor expresado con una pequeña sonrisa que se desvaneció rápidamente -Debo insistir, conde Vladislaus, tome asiento, pronto llegará otra sangría para usted.
El sirviente de cabello negro se retiró de vuelta a las cocinas. El pelirrojo miró a su hermana, ella le sonrió siendo suficiente para él, obedeció ubicándose en el sillón a la derecha guardando silencio.
-Sabemos sobre la desobediencia de los Lycarn, conozco lo suficiente de ambos como para preguntar ¿Es tan grave como lo describen?
-Dama Carmilla, lo más probable es que sea con ayuda demoníaca, Mephistopheles y Velvet nos visitaron hace minutos, una advertencia y... -Sus iris se detuvieron sobre el rostro del vampiro, él mostraría el dorso de su mano izquierda, una línea violeta en horizontal por dos segundos, luego desapareció.
-Desean unificar vampiros y demonios.
La copa de la monarca fue dejada sobre la mesa de vidrio ubicada al frente, un suspiro emanó con fuerza expresando más aburrimiento que ira. -Son evidentes sus mentiras, el propio Beelzebu nos recordó su dicha con el alma de mi hermana, de su madre
-Mamá... Uh, ella lucha por el infierno, sin embargo, creo que podríamos intentar cambiar las cosas -Palabras que llamaron la atención de las tres vampiresas, con ojos y oídos finos quedaron atentas. -No confío en demonios, confío en la amiga de Rose, su alma no pertenecía a ninguno de ellos, el cariño que demostró, Mephistopheles no se negó a su afecto.
-Lady Salacel, sigue siendo muy sentimental, igual a Elizabeth... Los sentimientos no ayudan a la hora de tomar decisiones -La copa flotó de vuelta a sus manos dando otro sorbo, pero su mente comenzó a considerar otra posibilidad.
-Madre tiene razón, confiar en las emociones nos llevará a la perdición -La mayor de las hermanas dijo luego de dar un sorbo a su sangría.
La pelirroja negó una vez con la cabeza, luego miró con detenimiento la bebida, la memoria de la humana que llegó hace un siglo para cambiar los estamentos, fue claro la diferencia que existía, ese recuerdo le llenó de valor. -Los humanos, ellos no son alimento, sus emociones, sus conexiones nos fortalecen -Su copa fue flotando hasta el vidrio, ella se levantó del lugar alzando ligeramente el tono de la voz -Resulta fácil pelear al lado de... -Sus piernas llegaron frente a Carmilla, aquel tono bajó drásticamente- Alguien que no amas, porque su pérdida no implica dolor, pero la sensación de luchar por ellos, ese sentimiento... te permite dar un poco más, un pequeño adicional que marca la diferencia.
La sonrisa de la menor Le Fanu apareció, dejó la mano derecha sobre el hombro de su madre, una caricia que le haría dudar; la reina enfocó la copa, veía con detenimiento la sangría. -Un añadido con un riesgo enorme, cuando se pierde, el dolor te consume... Elizabeth Le Fanu, Mark Ballark, ellos... -Una nueva caricia, las manos de su sobrina fueron sobre las propias, cuando alzó la mirada se encontró con esos iris rojizos llenos de vida.
-Aún lloro por ella, aún recuerdo al elocuente Mark, pero son mi impulso, no mis cadenas.
La reina regresó su vista a la copa, sin embargo, antes de permitir que su infelicidad brotara sobre ella, la bebida flotó gracias a una nube negra, llegaría hasta la derecha de la otra copa sobre la mesa. Por ello regresó su vista a Salacel.
-Dama Carmilla, podemos cambiar el enfoque, seguir siendo cuidadosos sin dejar que el terror venza ¿qué dices?
No podía dejar de ver esos ojos, sentía que aquel jovial espíritu le hablaba desde el amor -Aun... Aún creo que eres muy joven, pero mírate -La sonrisa llegó a sus labios levantándose del mueble -Hablas con determinación, dispuesta a amar con valor, no con miedo. -Las manos fueron sobre su espalda acercándola aún más, un abrazo que fue correspondido con fuerza. El silencio se mantuvo por un minuto completo, ambas hijas vieron con detenimiento, la mayor con una duda en mente, la menor con alegría a través de su rostro, se levantó para abrazar a su madre, Carmilla dejó escapar una risa correspondiendo su abrazo, permitió que reposara la cabeza sobre sus pechos, la diferencia en estatura era evidente.
-Vamos a ganar, probarán el poder de Le Fanu y Tepes, Dama... Eh... ¿Puedo decirte Tía?
-Puede hacerlo siempre que no sea en público, Lady Sa... Sobrina, aunque debo mencionar, te has equivocado al decir "Resulta fácil pelear al lado de alguien que no amas"
-Yo... Gracias, de verdad, gracias.
Desde la entrada volvería el sirviente de uniforme blanco, los grabados de la casa Le Fanu se hallaban sobre la hebilla del cinturón, su destino fue hasta el vampiro dejando en sus manos la copa dorada, un ligero movimiento de cabeza y volvería fuera. Carmilla se sentó al igual que su hija, ésta vez, Salacel se ubicó en el mismo sillón a la izquierda de la hija menor.
-Tía, desde hoy, estaremos pendientes, no especificaron cuando es el ataque, pero no será tarde.
-Si lo desean, hay algunas habitaciones vacías, podrían acomodarse para dormir, dentro de poco cae la noche, ustedes son diurnos.
-Tía, recuerda que...
El conde llevó la copa hacia los labios bebiendo solo un trago, luego la dejó nuevamente abajo -Sabe que mi labor no se limita a los confines de Valaquia.
-Vladislaus, esto es distinto, no estás sometido por una magia antigua, además, estar dividido te hace débil.
-Mil dentro del reino, uno permanece con Minea, y otro, delante de tus ojos, lo soportaré.
-Conozco los pactos que hizo Drácula, ambos pueden usar almas de caídos que hayan bebido su sangre, sin embargo, el consumo... -Cruzando sus brazos le vería con detenimiento -¿cómo recuperas la fuerza? la sangre que se requiere está al margen de las entidades, mientras más tiempo estén activas, más consumes.
-Dama Carmilla, cuando tienes demonios y ángeles entre las víctimas -Dándole otro sorbo a la copa, apuntó con el índice a su corazón -la sangre no es el único recurso para agotar, eres tan sabia como Elizabeth.
La reina demostró su enojo a través de su ceño, había un factor que no lo iba a dejar pasar. -Un vampiro no puede usar magia demoníaca o celestial, no puede alimentarse del dolor ajeno ni de sus alegrías ¿qué hizo tu padre?
Las miradas fueron sobre el pelirrojo quien dejaría la copa sobre la mesa, acto seguido, posó sus manos a cada costado emitiendo un sello con la insignia Tepes, así, brotaron sobre el suelo dos entidades, a la izquierda, el demonio de cuernos negros y rugosa piel roja, Asmodeo; sobre la derecha, el alma del arcángel Gabriel, el defensor de cabello castaño con sus túnicas blancas, ambos carecían de ojos en las cuencas. -Un arma capaz de consumir a sus enemigos, sin embargo, su amor obedecerá los delirios del averno.
-Lo que dijo papá... Que no puedes amar <<No le creo, tu has... Estoy segura que has actuado por amor>>
La hija mayor tensó su cuerpo, el como lucía aquel ex-tirano, las garras blancas, puntiagudas como su nariz, verrugas negras que cubrían por secciones los brazos, prefirió no seguir mirando, cerró ambos párpados; su hermana por el contrario, se sentía asombrada, la delicada piel que poseía el arcángel, refinada como las bailarinas del reino, labios carnosos de un tono rosa.
-Gabriel... Luce... <<No parece... Vivo, pero... tampoco muerto>>
-Vladislaus -Replicó Carmilla- estás en un terreno peligroso, si usas...
-Los licántropos atacan nuestras puertas, el cielo nos desea la muerte, los demonios quieren control -Levantándose del sillón, avanzó hasta llegar a la puerta, ambas almas desaparecieron en el momento que él, les dio la espalda. -Deberías preocuparte por lo que vendrá, no por lo que sucedió.
Desvaneciendose del mueble, las zapatillas blancas de Carmilla, llegaron un metro frente a los zapatos negros con reborde dorado, le detuvo, no había terminado. -Eres el conde, el arma vampírica, pero a su vez, eres mi familia, no permitiré que sigas por este sendero autodestructivo.
Sus ojos se cruzaron, la magia oscura emanó inundando la sala, el principio de la tragedia se presentó en las mentes de las cinco entidades.

La caída de los regentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora