"Como humanos, necesitamos reglas, somos los propios lobos del hombre"
Una catedral de diez vidrieras tintadas en dorado, cuatro portones de roble petrificado en cada punto cardinal, las alfombras de blanco esplendor, todas apuntando a la estatua ubicada en el centro, cabello corto terminado en puntas triangulares, la línea de sus labios en una horizontal continua a diferencia de los fieles arrodillados en los cojines alrededor.
—Padre de todos, gran protector y guía de tu sangre, te pedimos tu conocimiento y fuerza, desde nuestra mente rezamos... Arcángel de la disciplina, Adán.
Lentamente, la piedra se empezó a desprender; dentro, el padre de la humanidad retiró los escombros desvaneciendo los trozos con un chasquido de sus dedos.
—Padre Adán, es un honor que atendiera nuestro llamado
–Monje Richard, es grato venir a Hasting, sus palabras y ceremonias son bienvenidas, escucho.
—Padre, estamos afligidos por una población de vampiros rebeldes, durante la noche, reclaman hijos e hijas, pronto los muros cederán ante sus peticiones violentas.
Los pies del arcángel se trasladaron entre los cojines mientras los creyentes se apartaban de su camino, así, Adán llegaría hasta el portón frontal observando la resiliencia mágica de los muros de la ciudad gravemente heridos.
—Monje Richard, por favor, que sus feligreses formen una fila.
No se necesitó de más palabras para la obediencia, con precaución y rectitud, una línea desde el norte hasta el sur, inundó la catedral mientras el primer hombre, llevaba sus manos sobre las cabezas dejando que su magia actuara, los deseos pedidos desde el corazón fueron concedidos, aquellos que llevaban avaricia o rencor, fueron silenciados quedando una marca blanca sobre la frente, la sagrada cruz.
—Les pediré encarecidamente tener cuidado con sus anhelos, recuerden que el cielo es el aporte de la tierra, no su estructura.
—Mi señor Adán, quisiera preguntar si es posible la construcción del hostal, sería de gran ayuda para un refugio. —Diría uno de los feligreses de pecas y cabello rojizo al igual sus cejas.
—Hijo mío, el deseo de tu corazón está manchado de enriquecimiento y amargura, tu anhelo es tener lo suficiente para no tener que mover un dedo en el trabajo— Respondió llevando sus manos sobre los hombros del humano —Sin labores, la pereza atacará, miseria y desdicha aguarda, te pediré que destruyas esa idea.
Aquel pelirrojo se limitó a bajar su mirada sintiendo una mezcla de amargura, vergüenza e ira, su mente deseaba con desespero obedecer las palabras del arcángel, pero su corazón dictaba desafío —Padre ¿No sería productivo para el pueblo un lugar para descanso? También beneficiaría la economía.
—Así como un padre atento vela por sus hijos, un dueño responsable debe velar por su local— Ambas manos se retiraron para ser solo una quien tocara la frente con la cruz blanca en ella —Los anhelos te harán codiciar un crecimiento sin moral, todo debe tener su ciclo natural.
No podía protestar ante ello, el joven renegó dos veces con su cabeza para luego escuchar ciertos murmullos, elementos que el primer hombre recalcó. —Por favor ¿olvidan las enseñanzas del hijo de Dios? Aquel que esté limpio de pecado, que tire la primera piedra.
Las voces se apagaron instantáneamente a la vez que Adán daba su paso hasta el final de la fila. —Nadie lo está, mi pecado los condenó a todos ustedes, mis hijos. Gracias a ese mismo valeroso hombre de barba castaña, el cielo abrió sus puertas, yo tengo abierta mi puerta para todos, siempre y cuando sigan las normas ¿lo comprenden? Sé que sí porque todos ustedes son inteligentes al seguir el camino del paraíso.
La sonrisa reconfortante del padre de la humanidad fue suficiente para aliviar las dudas; los deseos llegaron al final cuando el arcángel salió de la catedral tomando rumbo a los muros, a su lado, el monje de cejas pobladas y bigote dijo —Padre Adán, estos seres parecen operar fuera de la jurisdicción de Transilvania.
—Es natural, no me extraña que los pecadores no tengan en línea sus manzanas podridas, pero no volverán a perjudicar a Hasting, se lo aseguro.
—Padre ¿llamarán a Azrael? —su voz se quebró por unos momentos hasta que los iris dorados del arcángel lo enfocaron.
—A la muerte no hay que temerla, hay que respetarla, todo el panteón vela por ustedes, pero admito que la muerte toma métodos excesivos, por lo que ésta labor la realizaré personalmente.
—Padre, muchas gracias, de verdad, muchas gracias.
—Puede exhalar con tranquilidad, regrese a la catedral, el resto es mi obra.
Las alas doradas de puntas blancas se desplegaron tomando vuelo por encima de los muros, manos abajo apuntando a la piedra mientras era bañada por la gracia celestial, los daños se desvanecían adquiriendo un brillo dorado que deslumbraba al propio cielo desde afuera. El aleteo se detuvo luego de una vuelta, sabía que la llegada de la noche marcaría su segundo acto por lo cual, mediante un chasquido de sus dedos, la apariencia de la estructura parecía estar "perturbable".
La mitad de la luna no se hizo esperar, su reflejo sembró la llegada de sus dueños con lanzas e iris carmesí, inmediatamente golpearon las puertas y muros exigiendo invitación.
—¡Fuera de nuestro hogar! —La protesta de Richard provocaría la risa en los invasores dando paso a su líder. —Richard, te lo he dicho, somos inevitables y eternos, solo postergan nuestro destino.
—El regreso al averno, impíos.
Esa voz envió una sobrecarga de confusión y desesperanza al vampiro, sin dudarlo saltó hacia un costado evitando la desintegración a diferencia de la mitad de su grupo, solo diez más.
—Es... No es posible, ustedes son un montón de pájaros sordos
—Tus insultos no son bienvenidos, pecador, menos al ser descendencia de Drácula.
Los vampiros rodearon al primer hombre corriendo en círculos, sin embargo, no hubo reacción por su parte, una ola dorada se expulsó de las manos evaporando sus cuerpos.
—Esto es... Sumamente... ¡Ridículo! —El vampiro de negra cabellera y traje con corbatín se abalanzó usando ambas alas en la acometida, sus manos se aferraron sobre las otras ejerciendo su poder en su epítome.
—¡No creas que...!
La mitad del torso cayó al suelo, una vez la magia angelical le golpeó con suma violencia. Le fue inevitable caer de espaldas sobre la tierra devastada y rocosa dejando escapar sangre de sus labios.
—Los únicos que preocupan al cielo son los hijos de Elizabeth, no los bastardos de Drácula.
—Espera... —Poco podía hacer mientras su cuerpo volvía a estar en forma, la parte baja funcionando gracias a su medio linaje real.
—Nunca escucharé los temores de un pecador, vendieron su alma por poder, les pertenecen al infierno.
Con su dedo índice le apuntó en el cuello dejando la cabeza rodar manchando el terreno, luego, del mismo dedo conjuró una luz mayor incinerando lo remanente. Sus alas elevaron su cuerpo hasta entrar nuevamente por las murallas, el manto dorado encerraba en una cúpula perfecta a la ciudad.
—¡Señor Adán!— con euforia, las voces se pronunciaron sobre él una vez tocó el suelo.
—Recurrir a un arcángel, aunque necesario, es la última alternativa, mis hijos, por favor oren y hablen con los ángeles, no menosprecien su guía, es igual de valiosa.
Su solemne voz fue atendida con una reverencia, luego el monje se aproximó entregando un libro de tapa azul.
—Padre, por favor acepte nuestro humilde obsequio.
Cuando Adán tomó el libro revisando su contenido, divisó los dibujos de los infantes hechos para él, el primero era en su toga blanca con las alas doradas, ambas manos extendidas a los costados y la mirada hacia arriba, su sonrisa de rosados labios en evidencia.
—Me sería una ofensa no aceptar tan hermoso regalo —Su propia sonrisa salió con cada pasar de la página, unos hechos en crayon, otros en lápiz y unos pocos más arriesgados en tinta sin color, sin embargo, esos últimos tenían una especial predilección para él, la mayoría eran en compañía, su esposa en un abrazo, en otro era ambos volando por las nubes y el último, ambos arcángeles dentro de la catedral con sus manos extendidas al frente.
—Es un honor que acepte nuestra ofrenda, padre.
—El honor es mío, monje Richard, ahora, por favor sigan mis consejos y si tienen dudas, oren; la guía y el consuelo vendrá, es una promesa.
—Sus palabras siempre serán escuchadas, Padre, aunque... desearía preguntar ¿Por qué Orléans fue olvidado?
—Cuando aceptas que la maldad entre a tu hogar, no hay luz que pueda ser pedida, ellos permitían el ingreso de vampiros y demonios.
—Entendido, muchas gracias, padre Adán.
—Valoren sus mentes, cultiven sus espíritus y tú —Con su dedo apuntó al joven pelirrojo que se sintió nervioso por la referencia directa, nervios que se disiparon inmediatamente cuando la mano de Adán se apoyó sobre su hombro.
—Deja que la luz ilumine tu corazón.
—Sí, por supuesto, lo haré, señor Adán.
La sonrisa del humano iluminó momentáneamente al arcángel, que asintió desvaneciendose en una luz adornando la noche.
Cada uno de los ciudadanos volvieron a sus labores, mientras otros les aguardaba el descanso.
Para el monje, fue a la ubicación de la estatua en la catedral observando esos iris dorados que ofrecieron esperanza.
—No faltará fé, señor, es un juramento.
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La caída de los regentes
VampireLa guerra sin fin, los ángeles bajo las órdenes de Dios se enfrentaron a los "traidores" del cielo. Los ahora llamados demonios lucharon por libertad; un conflicto con victoria para los celestiales, Azrael les confirió en una zona de la cual no podí...