Cicatrices

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"Los pecados del padre no pueden ser pagados por el hijo, las heridas emocionales sanan gracias al corazón, no a la magia"

La reunión culminó. Los soberanos salieron por la puerta principal; no estaban del todo satisfechos con las decisiones tomadas, su ego tendía a subir conforme el tiempo reafirmaba su posición.
Clark se cruzó en el camino de los Tepes, logrando detenerles en mitad del pasillo. Junto a su madre, adjudicó:
—Princesa de Valaquia, tomaste una elección distinta a la de tu padre... ángeles. —Hizo una pausa antes de reafirmar con devoción—. ¿Sabes lo que significa no ir en contra de los licántropos?
Ella empuñó su mano, a la vez que su mente se llenaba de ira.
—A diferencia tuya, conozco las consecuencias de la guerra, lo que un corazón herido causa.
—¿Disculpa? No estuviste en la segunda guerra. Los únicos fueron los soberanos y el conde.
—No participé como guerrera, fui una niña que vivió cómo los suyos sufrían, cómo perdían sus familias, ¡cómo sus lágrimas no cesaban!
Emily tomó del hombro al chico, ejerciendo cierta presión. Drácula se cruzó de brazos, viendo esos iris llenos de recuerdos. <<Tú... sufriste por... mi niña>>
—Linda, ven, por favor.
Ella dio media vuelta, prestando atención a su padre. Él se aproximó, dándole un abrazo que provocó un suspiro, además de una sonrisa.
Los Ballark se marcharon sintiéndose impotentes. Al haber tres familias en contra de la guerra y el maltrato a los humanos, no podían ejecutar lo que nacía del odio.
Minea dio dos pasos hacia padre e hija, tocando sus cinturas. Se alejó brevemente del conde; ellos soltaron su abrazo, dándole una caricia sobre la cabeza. Era hora de volver.

—Rose realizó la ejecución, así que estamos libres por la tarde y noche, a disfrutar.

Por la derecha llegaría la soberana de Estiria junto a su hija. Drácula se acercó, extendiendo su mano.

—Un tiempo sin verte, bella Carmilla.

—Los deseos del rey no corresponden con los de la princesa —dejando su palma, recibiría un beso sobre el dorso—. Lady Salacel, desearía preguntar: ¿por qué deseó no atacar?

—Tí... Dama Carmilla, pienso en sus familias. Llevarlos a la guerra... Solo desolación quedará.

—Si me permite el atrevimiento... —retirando su mano del monarca, enfocó su vista sobre ella—. Lady, no atacar fortalece sus filas. Sin embargo... Es evidente que tienes el mismo corazón de Elizabeth.

—Mamá... Perdón, sí, mi madre era muy bondadosa.

—Mi hermana solía mantener la paz en la casa Le Fanu, una paz que... —cruzando su vista con el rey, llevó ambas manos a los hombros de la princesa, obligándola a voltear. Quedó viendo los iris rojizos de su padre, quien dejó una sonrisa burlona sobre los labios—. Paz que acabó. Me gustaría preguntarle, su majestad: ¿cuántas mujeres pasaron por la cama de Elizabeth?

—Oh, vamos, mi bella Carmilla. ¿Todavía con resentimiento? Ella me perdonó.

Los soldados dentro del castillo escoltaron a los otros soberanos de vuelta a sus espejos. Unos pocos estaban cerca de los seis que hablaban, por lo que el conde dio una patada con el talón sobre el suelo; un manto negro rodeó el perímetro, impidiendo vista y oído.

—Le agradezco, conde. Por otro lado, "su majestad" podría aprender de la caballerosidad de su hijo.

—No nos portemos así, bella Carmilla. Somos familia, después de todo.

—Mi familia son princesa y conde. Tienen mi sangre por sus venas, al igual que mi fidelidad.

Dando un paso al frente, Minea interrumpió:

—No son temas a tratar aquí, por favor.

La hija Le Fanu se cruzó de brazos, mostrando su enfado con las cejas.

La caída de los regentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora