"Pues, contando que no te he visto en toda la semana, le suma uno 10000 puntos a esta"Río interiormente, y continuo con una conversión, una que me hace volver a sentir esa conexión de los primeros días, sentir que toda aquella distancia puesta por la necesidad de aquel momento, debía desvanecerse ya.
Ninguno pretende dejar la conversación, pues cuando esta parece quedar abandonada, uno u otro comenta alguna tontería que le devuelve la vida.
En una de las cuantas veces, mis dedos escriben mucho antes que de lo que mi mente piensa."Oye, quizás, podríamos, no sé, ¿vernos?"
Mis dedos tantean la zona del botón para enviar, quiero hacerlo, pero el miedo se apodera de mi.
Escribo, borro y reescribo el mismo mensaje más veces de las que soy capaz de contar. Mis dedos tiemblan, pero finalmente el mensaje acaba en el chat.
Apago el teléfono, lo tiro, no quiero saber nada, no quiero darle vueltas. Lo he hecho, fin.
Cierro los ojos, con fuerza, ¿Quizás así se borre el mensaje?El sonido del móvil me hace cogerlo, no abro los ojos, tengo miedo, pero también el móvil entre las manos. Tardo poco en abrirlos, necesito saber si es ella.
[ubicación 📍]
"Te espero."La cafetería queda ante mi. Mis ojos miran al interior, buscando verla, prepararme para volver a tenerla delante, viendo su pelo lacio, mirando sus marrones ojos, inspirando su característico olor.
Descubro su silueta sentada en una mesa que queda con vistas a la carretera, ella observa la calle opuesta a la que me encuentro.
Tomo aire una última vez, y con paso firme me adentro en cafetería.
El cascabeleo de unas pequeñas campanas resuena al entrar, haciendo que parte de la gente que disfruta de sus comandas pose su atención en mi, por un escaso momento. Entre las personas, se encuentra ella, que me mira con los ojos más bonitos con los que me han mirado jamás.
Traza una sonrisa tímida en sus labios, que quiere esconder, pero que le es imposible hacerlo, y sin sentido alguno sus mejillas se tornan rojizas.
Desvío la atención de su genuina expresión, respiro y camino hasta quedar ante ella, donde arrastro la silla y me aposento.Nos tomamos unos segundos hasta poder entablar la primera conversión. Segundos que invertimos en míranos, no hace mucho que nos vimos por última vez, pero ambos buscamos alguna mínima diferencia, la cual, evidentemente, no existe.
Tras pedir las comandas, somos capaces de entablar la primera conversión. Una conversación que deriva en tantas otras, que acabamos debiendo irnos de la cafetería por exceso de tiempo.Paseamos entre las calles de Madrid, mirando escaparates, tiendas o simplemente, caminando en un cómodo silencio.
Quedamos ante una heladería, la mejor de Madrid, en mi opinión. Ella me mira, con ojitos de cachorro, y a mi me resulta imposible decirle que no ante eso.
Soy consciente que no puedo permitirle tantos caprichos como ella, sin ser consciente, me pide, pero me es imposible negarle nada.
Miro mi carteta, un último billete de veinte euros se muestra ante mi. Suspiro con disimulo, y le tiendo el billete al dependiente de la heladería, antes de que ella pueda pagar. Sé que ella podría hacerlo, pero quiero hacerlo yo, quiero darle ese lujo, ese gusto.
Ella reniega, pero no le presto la más mínima atención.-Omar.- Me dice seria. Yo simplemente desvío la mirada, sé que me va a decir. -Mirame.- Sentencia, y así lo hago. -No tienes que pagarme todo, puedo hacerlo yo. No te recrimino nada, pero no me agrada ver cómo has de gastar todos tus ahorros en mis estúpidos caprichos.
-Por esa sonrisa, no me importaría perderlo todo.- Susurro en referencia a la sonrisa que aparece en su rostro cada vez que cumple algo que le ilusiona.
-¿Qué?- Pregunta, pues el susurro ha sido tan bajo que he podido evitar que lo escuchara.
Me mira insistente, y cuando mis palabras están por salir, un hombre con flores se para ante nosotros.
Me es inevitable decirle que sí, que quiero una rosa, una azul, que resalta entre las demás.
Una vez en mis manos, le tiendo el dinero al hombre y miro la miro a sus marrones ojos.Le tiendo la flor, con un susurro.
-Te quiero.- Y aunque quizás estás palabras la podrían haber asustado, pero en cambio, me sonríe y baja la mirada, escondiendo el rubor que sube por sus mejillas.
No huye, se queda, y eso me demuestra más que cualquier palabra que hubiese podido decir.Una vez acabado el helado, tomamos camino por las calles de Madrid de nuevo.
Ruslana se adelanta varios pasos por delante de mi, y queda clavada ante un escaparate.
Sus ojos brillan como los de una niña pequeña, que queda impresionada ante ese regalo que siempre a querido.Ante ella se muestra un bonito bajo rojo, que queda perfectamente expuesto.
Me poso tras ella, frente al gran escaparate, que aún teniendo varios instrumentos en el, solo deja ojos para el bajo rojizo.
Apoya su cabeza y espalda en mi pecho, con sutileza, y un pequeño suspiro se escapa entre sus labios.
Mirando el bajo el ambiente se vuelve pesado, ver su ánimo tras, al observar con admiración el bajo, ha caído en cuenta de que no podrá hacerse con él, hace que el día soleado que había salido para mí yo interior, comience a nublarse, volviendose gris y tenue.-Te prometo que será tuyo algún día.- Le susurro en el odio.
Ella suelta otro suspiro, más lento que el anterior, apoya con más fuerza su cabeza y cierra los ojos, durante unos pocos segundos. Y tras el bajón, sonríe, más falsamente que ante, y recobra, o eso quiere hacer ver, la vida de nuevo.El ánimo ha cambiado, aunque ella quiera hacer ver que no, y entre las calles de Madrid mi mente deambula sobre las escasas ideas que pasan por ella, sobre como devolverle la ilusión con la que ha empezado la tarde.
Tras varias calles ya recorridas, la mente se me ilumina, de la misma manera que lo hacen las farolas de la calle, tras la caída del sol.
Tiro de su mano, adentrándonos entre las callejuelas de Madrid. Aún sin entender nada me sigue sin rechistar.
Poco antes de llegar pongo mis manos sobre sus ojos, tapando su visión al completo.
Ella ríe, una risa que hace que mil hadas nazcan, y no solo las que revolotean en mi estómago.Acerco mi cara a su odio, y con la voz más suave y dulce que encuentro en mi interior, le susurro una última cosa.
-Disfruta.-
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Madrid nos guardó el secreto
FanfictionEntre notas y canciones, sus ojos marrones se hicieron un hueco innegable en mi, y Madrid nos guardó el secreto.