Sus brazos, su torso, él en si, desprendía un calor de lo más acogedor.

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El sol mañanero me da los buenos días, me levanto con tranquilidad, me lavo la cara frente al espejo y peino mi lacio pelo pelirrojo, siendo consciente que necesita un repaso.

El último día de casting se presenta ante mi, y todos aquellos que comparten experiencia conmigo.

Los recuerdos de ayer me invaden cuando decido darme una ducha de agua caliente.

Apoyo mi cabeza en su espalda, siento un calor que me envuelve. Su brazos me rodean, ambas manos quedan a la altura de mi abdomen. Con las mías acaricio cada arruga que se forma en ellas, siempre me ha gustado hacerlo.

Sus palabras me sobrestaltan, pero no me sacan de la comodidad en la que me encuentro.

-¿Una noche difícil?- pregunta.

-Cuanto más.- contesto soltando un suspiro. No he podido mirarlo a los ojos en ningún momento del día, viendo cómo los suyos se decepcionaban cada vez que le evitaba. La mezcla de recuerdos me hace sentir mal, al saber que lo he evitado, y extraña al saber que unas pocas horas antes de comenzar con mi huida sus labios se posaban sobre los míos. Las voces de mi cabeza no permiten que me duerman, me torturan por mi comportamiento. ¿En que estaría pensando cuando lo besé? o quizás ¿Por qué lo he estado evitando hoy? Pero nadie contesta a eso, porque no existe una respuesta aparente.-Comienza a refrescar, mejor si volvemos a la cama las pocas horas que se nos permiten.- Comento viendo la manera en la que su presencia me ha calmado, tanto que sentía que quedaría dormida en sus brazos.

No pone pegas a lo que le digo, es más, parece completamente de acuerdo. Nos hacemos una ayuda mutua para levantarnos y nos adentramos de nuevo entre las paredes del hotel. Él, todo un caballero, me acompaña hasta llegar a la puerta de mi habitación, y aún más confusa, me adentro, no sin antes regalarle una mueca, que quiere imitar una sonrisa, y recibir una suya de vuelta.

Las sábanas me envuelven y puedo reconocer que no he sido capaz de notar el frío de fuera hasta que me he adentrado entre el calor de las telas. Sus brazos, su torso, él en si, desprendía un calor de lo más acogedor.

No es mucho el tiempo que tarda Morfeo en apoderarse de mi.

La ducha se me alarga debido a esto y he de correr para llegar a recepción. Me maquillo sutil pero tapando la cara de haber perdido más horas de las que he dormido. Mis ojos, que son los más afectados, se ven cubiertos de una capa espesa de maquillaje, que finalmente consigo que quede sutil pero notable.

Con rapidez llego a la recepción, donde casi todos esperan ya. Sus ojos me ven entrar, y a diferencia de ayer, los míos le devuelven la mirada. Una sonrisa por parte de ambos pasa desaparecida entre la muchedumbre, pero ambos nos guardamos ese gesto en nuestros adentros.

La mañana pasa tan rápido que siento como si no la hubiera vivido, y la hora de la verdad llega. El momento de saber si los esfuerzos han sido en vano o comienzan a dar frutos.

Me adentro en una sala, llena de taquillas. Una carta encima de una mesa es el detonante de todo. Me siento, la leo, y aunque quiero convencerme de que sí, de que mis esfuerzos han servido, cada vez siento el corazón latiendo más rápido y las esperanzas cayendo.
La carta finaliza con un número de taquilla y unas llaves. A pasos agigantados me acerco, pero una vez en frente siento el hielo correr por mi sangre, dejándome completamente parada.
Con una lentitud poco común en mí abro la taquilla, suspiro y sin ser consciente las lágrimas brotan de mis ojos. La tensión de los tres últimos días me ha tenido sin dormir y sin comer casi, con una sensibilidad inexplicable, y ver ahí la tela azul hace que quiera repetir tantas veces como sea posible esa experiencia, aún habiéndome devuelto los mareos que hacía tiempo que no sentía y colapsado mi estómago con grandes dolores.

Aún sin creerlo me retiro de la sala con la camiseta entre mis dedos, agarrándola fuerte, sintiendo que si la suelto, se desvanecerá, me dará un golpe de realidad, me demostrará que es solo un sueño.
Me adentro donde mis compañeros de aventura que han conseguido esa camiseta se encuentran. Veo un pequeño grupo, que se abalanza sobre mi. Y ahí, comienzo a ser consciente de que es real, de que estoy aquí, a punto de cumplir aquello a lo que he entregado mi vida.

El tiempo es justo, y no me da tiempo a asimilarlo cuando otro de mis compañeros se adentra con su camiseta entre las manos. Y así sucede unas cuantas veces más.
El grupo crece, aunque no consigo distinguir quien está y quien no, excepto a una persona, una que se encuentra entrando, una que se me alza al vuelo.
Ahora sé que nos tocará descubrirnos dentro, pero que tendremos la oportunidad de hacerlo.

La fiesta está solo por comenzar cuando decidimos encaminarnos en una cena los dieciocho elegidos.
La noche es solo una, y la edad es notable, pues poco después de empezar con la cena los besos comienzan a volar entre nosotros. Mis labios prueban los de varios.
Los de Martin me besan con una intensidad que hace que acabemos los dos cayendo en un sofá.
Otros muchos pasan por mis labios durante la larga noche, donde vivimos una cena y una pequeña fiesta, pero ninguno se me hace especial, bueno, uno sí.

El ritmo de la música me tiene completamente invadida, muevo mis caderas al son de la música, animando a cualquiera que sienta algo más bajo de energías que yo.
Veo como Chiara se sienta en un sofá, no es una persona de mi estilo, pero la noche lo merece así que me aproximo y la animo a bailar. Sus manos agarran mis caderas y yo muevo mi cuerpo haciendo que nos rocemos en un baile sensual.
Pasan las canciones, bailamos tres, hasta creerlo suficiente y a modo de despedida cojo su cara y beso sus labios, en un corto beso, que nos provoca un chispazo, con el que ambas soltamos una carcajada.

"Quizás fue especial por el chispazo y las risas, pero no volveré a acercarme a semejante"
Pienso justo después de recordar el momento, al escuchar la voz chirriante que suelta al encontrarse con un grupito.

Decido que es suficiente por un rato, que necesito una bocanada de aire fresco. Con la intención de pasar un rato a solas me decanto por la terraza. Pero el destino tiene otros planes, pues pocos minutos después me encuentro con el moreno que ha sido dueño de la mayoría de mis pensamientos estos tres últimos días.
Nos adentramos entre conversaciones de lo más banales hasta ser incitados por Naiara a volver a la fiesta.
Una vez dentro comprendo el porqué, pues pega su cuerpo a él y él la recibe con las mismas ganas. Tras bailar un par de canciones veo como comienzan a separarse. Pero me doy cuenta que debería ser menos bocas cuando veo como abalanza sus labios contra los de él, y como él la sigue con ansia.

Un jarro de agua fría cae sobre mi "¿que mierdas estaba pensando, que era especial?". Mi cara debió ser un cuadro, pero no permito que ni él ni nadie lo sepa.
Me uno a un grupo formado por Paul, Álvaro y Martin, y entre charlas y bailes le lanzo alguna mirada, de esas que van con fuerza y penetran, tanto, que tras dos miradas no es capaz de volver a levantar la vista

Madrid nos guardó el secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora