Sus ojos me miran de una forma cálida y todo el sentimiento de rechazo que sentí al verla se desvanece. El silencio nos envuelve, nos abraza en unos brazos suaves. En otra ocasión diría que ambos nos hemos quedado mudos, pero lejos de ser así, ninguno quiere romper el ambiente. Mi espalda vuelve a apoyarse en la pared que me ha hecho de soporte durante el rato en el que las notas volaban y la imaginación me dotaba de palabras.
Las estrellas se ven preciosas está noche, y aunque me encantaría mirarlas, no puedo evitar pasar más rato fijándome en la ojimarron que se remueve molesta a mi lado. Levanto la guitarra de entre mis piernas y con delicadeza la apoyo en el suelo, dejando ese hueco libre. La miro y dejo que sus dotes imaginativos surgan efecto. Poco tarda en entender la forma en la que le cedo un sitio más cómodo. Sin romper el aura se acomoda entre mis piernas y reposa su cabeza en mi pecho, y yo aprovecho para apoyar la mía en la suya.
El silencio nos guarda este momento, las estrellas son testigo de como dejamos la cordura de un lado, aún pareciendo los más cuerdos.
Ninguno de los dos nos planteamos que hacemos aquí, en plena noche, con alguien con quien solo compartimos un beso, y si lo hacemos, ninguno dice nada.
La luz de la luna nos hace de vela, permitiendo que muestras almas se encuentren, y en silencio, se conozcan
Quizás no es la mejor idea, quizás la velocidad es el peor amigo del amor, quizás solo es la confusión de un momento de locura total, pero ninguno parece querer huir.
Sus dedos se enredan entre los míos, acariciando con delicadeza las arrugas que se forman. Su respiración se vuelve tranquila y pesada.
-¿Una noche difícil?- pregunto.
-Cuanto más.- contesta ella soltando un leve suspiro.-Comienza a refrescar, mejor si volvemos a la cama las pocas horas que se nos permiten.- Asiento completamente de acuerdo y la ayudo a levantarse sujetando sus caderas, ella me devuelve el gesto tendiéndome la mano, una que acepto con gusto.
Llegado a su puerta espero a que la abra, y antes de adentrase por completo en la habitación, se gira y me mira, dejando aparecer una pequeña mueca que quiere parecerse a una sonrisa. Le sonrio de vuelva y veo como la puerta se cierra con delicadeza.
Camino con pasos pesados al dormitorio, entro con el silencio de compañero y la cama a mi espera. Entre sábanas me enredo, rememorando el extraño momento vivido con dicha pelirroja ojimarron, que entre sueños, vuelve a hacerse un hueco en mi mente.
La luz del sol ciega mi vista al entrar por las rendijas de la ventana. El día se hace paso, dando comienzo al final, o al principio, de algo muy grande.
El tiempo hoy me viene pegando cozes, detrás, sin freno. Me levanto a una velocidad en la que siento que mis pies no rozan ni el suelo.
Escopetado me ducho, me visto y salgo dispuesto a lidiar con el intenso día.Pasa rápido, y llegados al final, una sala nos espera, con la respuesta a si esto es el principio de un sueño o el final de otro intento.
Ella pasa antes que yo, y no es hasta después de pasar yo, que sabré si es con ella con quien comparto la experiencia, o si soy quien tendré que verla a ella, y a los demás, cumplir su sueño.
No es mucho más tarde cuando me toca a mí, aunque yo lo siento como eterno.
Una sala oscura llena de taquillas se planta ante mi. Una mesa con una silla y una carta son lo único que se percibe. Me siento, abro la carta y comienzo a leer. El puslo va a mil, y la mente no deja de darme respuestas contradictorias. Entro, no lo hago, entro, no lo hago. Y así, llego al final de la carta.
Unas llaves y un número de taquilla me esperan. La abro, con miedo aflorando, siento no ver nada, pero me doy cuenta que no estoy siendo consciente. Delante de mí se encuentra una tela azul con mi nombre grabado en ella. La emoción me hace sentirme inestable, pero mantengo mi cordura y doy la gracias con una inmensa emoción. Salgo encaminado a encontrarme con quienes compartiran camino conmigo.Entro en la sala, y dejo que toda cordura salga de mi. Corro alocado hacia mis compañeros, entre ellos, la ojimarron de pelo color mandarina. Impulsivamente es a ella a quien más le muestro la perdida de cordura. La cojo entre mis brazos y la levanto en un abrazo que pretende ser colectivo.
La noche es joven para los dieciocho que nos juntamos, aquellos que llegaremos a la Gala 0.
La cordura se ha quedado encerrada entre las taquillas y las hormonas tardan poco en dominarnos. Los besos son lo primero que se hace presente, antes de pasar a algo más.Tras cenar, la música resuena entre nuestros oídos. Busco sus caderas, y las encuentro, pero también encuentro otras tantas más. Todo es un descontrol.
Los besos pasan a mayor intensidad, y ninguno nos reprimimos.Pasadas unas horas, y con la euforia por las nubes aún, me encuentro de nuevo con sus caderas. Dándome la espalda se mueve al ritmo de la música, yo, algo más patoso, intento seguirle el ritmo. Finalmente gira para quedar cara a cara, quiero besarla, como hemos hecho ambos con tantos otros, pero ninguno lo hace y volvemos a separar caminos.
La intensidad de la noche me pide un suspiro, salgo fuera a tomar algo el aire. Allí está ella, mirando las estrellas, como si no fuera una más, o mejor dicho, como si no fuera más bonita y brillante que todas juntas.
Decidimos calmar la intensidad en una tranquila conversación, sobre la vida, que acaba dejándome con un agrio sabor de boca.-Mucha gente me dijo que llegaría lejos, pero nunca imaginé que fuera a ser aún con dieciocho, me siento tan pequeña entre todo el recorrido que tenéis vosotros, más adultos, seguros y entendidos. Pero me alegro de estar aquí, porque da fruto el esfuerzo de tantos años.- Ella sonríe, y yo con ella, pero no soy capaz de sacar de mi mente una cosa, el dieciocho.
Sí, sabía su edad, pero la euforia no me ha dejado pensarlo. Siento una sensación, cuanto menos buena. Me siento ¿malo?
Quiero huir de todo lo que me hace sentir, intento hacerlo, pero con ella presente, y a solas, imposible. La incito a seguir con la fiesta cuando Naiara, que había salido en busca de llenar sus pulmones de la peor droga, nos llama para que la acompañemos de vuelta a dentro.Con alegría entramos los tres. Mi mente sigue colapsada, y en colapso actúa. Bajo una canción más de reggaeton apego mi cuerpo al de la chica que nos ha incitado a entrar, bailo, perdiendo la cabeza. La intensidad es dueña de ambos, la canción acaba, ella tira de mi y acaba estampadando sus labios con los mios. Le sigo, necesito eliminar ese maldito sentimiento que me invade y no me deja respirar. Las cosas son más fuertes de lo esperado, pero no quedan más lejos de unos cuantos besos.
Con la mente confusa, yo decido ir a bailar por otra parte, no sin antes topar con esos ojos marrones, que me miran con desconcierto. No ha sido como los otros besos dados anteriormente, ella lo sabe, y lo peor es, que yo también.Quiero acercarme, hablar, pero no lo hago, me lo impido. Porque tentela cerca significa volver al sentimiento asfixiante. Dejo que imagine tanto cuanto quiera de mi. La miro a lo lejos, y ella a mi, pero lejos de la mirada bonita con la que me miraba hace tan solo unas horas en la terraza, me mira con una fuerte mirada, que me intimida. Me dice con la mirada que no duele, que yo no duelo, pero ella a mi sí y debo apartar la mirada, perdiéndola esa noche, o quizás, perdiéndola a secas.
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Madrid nos guardó el secreto
FanfictionEntre notas y canciones, sus ojos marrones se hicieron un hueco innegable en mi, y Madrid nos guardó el secreto.