Día 2 en Cancún.
Me siento agotada, quiero pasar todo el día en la cama, ayer disfrutamos tanto la playa que aún me siento cansada.
La compañía de Christopher me agrada, en este mes no se a mostrado odioso, si es serio, pero puedo decir que conversamos muy bien. Y hablando como loca debo admitir que se mantiene en forma y valla de que manera, ayer cuando se metió a la playa sin camisa se veía bien ejercitado.
Pedí que me trajeran el desayuno y también el almuerzo hasta la habitación.
Yo sigo acostada y aprovecho para llamar a Noa, casi 3 días que no hablo con ella, agarro mi celular y marco la llamada al teléfono de la casa de la tía Isa. Repica, repica, repica, repica y no atienden, me parece raro, pero recuerdo que hoy es martes y Noa está en la escuela, y la tía Isa no debe estar en casa, le marcare más tarde.
Hoy no he visto a Christopher, pero dejo un mensaje diciendo que saldría y regresaba más tarde pero que si necesitaba algo lo llamara.
...
Pasa una hora más aproximadamente, y decido levantarme de la cama, para darme una ducha, hoy no se que haré, posiblemente me quede aquí en la habitación.
Voy al baño, reproduzco música en mi teléfono y me meto a la ducha, a medida que me estoy bañando, se van reproduciendo canciones que me recuerda mucho a mis padres, y de un momento a otro estoy llorando intensamente por ellos, no suelo hablar de ese tema, pero cada vez que los recuerdos de alguna manera me afecta mucho, los extraño tanto.
Casi media hora en el baño, salgo, y sigo llorando, siento como la nostalgia me invade, pero trato de aguantar mis lagrimas, peino mi cabello, estoy envuelta en la toalla aún, me visto y me pongo un vestido sencillo sin mangas beige.
Me siento en el balcón de la habitación, que tiene una vista estupenda y solo me quedo allí en silencio contemplando el atardecer y mis lágrimas siguen cayendo. En un momento decido pedir una botella de vino, quizás llores más, por tantas cosas que a veces guardo y no me desahogo, o se me quita la nostalgia, me levanto y marco a la recepción.
—¿Hola? —digo.
—Buenas tardes, en que podemos ayudarle —dice una chica.
—¿Tienen vino?
—Si claro ¿Desea uno?
—Si por favor, a la habitación 1025.
—En unos minutos se lo estarán llevando .
—Con una copa por favor.
—Por supuesto —dice la chica.
—Gracias —le digo, cuelgo y me siento en el balcón a esperar nuevamente.
Toc, toc, toc. ¡Abro la puerta!
—Señorita su vino —dice un chico muy amablemente.
—Muchas gracias —digo cerrando la puerta.
Me voy al balcón, destapó la botella, y reproduzco canciones en mi teléfono, momentos así conmigo misma me gusta, casi no tengo tiempo si quiera de esto.
...
Como una hora tengo ya con la botella de vino, sigo en el balcón y escucho que tocan la puerta, me acerco y pregunto quien es.
—Christopher —dice, abro la puerta y apollo mi mano en la manilla.
—¡Hola! —le digo y me observa de pies a cabeza.
—Katherine ¿Que pasa? ¿Estuviste llorando? ¿Estás bien?
—Un poco si, pero ya pasó.
—¿Segura?
—Si segura ¿Quieres pasar?
—Si no te molesta —dice.
—En lo absoluto — dejo la puerta abierta, camino al balcón y me quedo parada mirando hacia el mar.
—¿Estás tomando? —me pregunta.
—Si, a veces ayuda.
—¿Por qué estuviste llorando? ¿Ocurrió algo? —se viene para el balcón y yo volteó a verlo.
—No, simplemente recordando a mis padres.
—¡Oh Katherine!
—A necesito eso, llorar para desahogarme —digo y cuando de repente me agarra por una mano, me da un jalon suave que me lleva hacía el y me abraza. Eso no me los esperaba, en lo absoluto.
—El alma necesita desahogarse de alguna manera y la mayoría de las veces es llorando, espero hayas soltado eso que tenías allí guardado —me dice y estoy sorprendida por abrazarme y por esas palabras, pero si realmente necesitaba un abrazo. Aunque no sé si precisamente de el.
Ya luego me suelta y yo le agradezco
—Espero que te sientas mejor —me dice agarrando con sus manos mis mejillas y yo asiento.
—¿Quieres ir a cenar? Para que te distraigas un poco.
—¿Cenar? Si claro por supuesto, pero ¿Ahora mismo?
—Cuando quieras —me contesta.
—Está bien, espera un momento —digo, busco mis tenis y mi bolso con mis pertenencias.
—Estoy lista —el se levanta de la silla y nos vamos.
...
Salimos a un restaurante cerca del hotel, nos sentamos, pedimos lasañas para ambos y en medio de la cena Christopher habla.
—Me preocupe mucho al ver que estabas llorando —dice y siento algo en mi corazón, no sé por qué, o quizás es por qué hace mucho nadie se preocupa por mi.
—Gracias de verdad por preocuparte por mi —le digo y suelto una pequeña sonrisa.
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Recuperemos el tiempo
RomanceKatherine, una chica de 27 años, ella queda huérfana de ambos padres, y tiene la responsabilidad de sacar adelante a su hermana. Christopher, un chico de 30 años, que debe contraer matrimonio para cobrar la herencia que deja su abuelo y sobre todo...