Talón de Aquiles

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Las estaciones cálidas iban cambiando, los buenos y tranquilos tiempos del años pasado se esfumaron bajo una nube negra desde las festividades.

La familia de Navier ya había sido desterrada y despojada de todo lo que alguna vez conocieron, los nobles no lo despidieron con el prestigio con el que se había recordado al ducado y la familia de emperatrices, algunos se burlaron como no podrían haberlo echo antes por cobardía y había resonado la noticia de que un barón se atrevió a agredir al hermano de la ex-emperatriz con una botella de vidrio.

Por tal incidente solo algunos pocos aún simpatizantes de la familia reclamaron la poca dignidad  con las que se les despidió, pero el emperador no dio alguna respuesta pública al respecto.

Aún le seguían el rastro al duque Ergi del que no se sabía nada hasta ahora.

Mientras tanto Rastha había tenía el dolor de cabeza con el plan de  como  sacar a Navier del país, su complicidad añadiendo al Barón Lant para el caso había servido mucho.

Salir de capital que estaba llena de militares sería un desafío, se contabilizaba quién entraba y quien salía por orden imperial, se había afectado por mucho la reputación de los inmigrantes del reino occidente y desde entonces se habían visto caravanas de ellos solicitando permisos para volver a su nación de origen.

Pasar como una inmigrante a Navier por esos lugares sería fácil, sus documentos estaban  falsificados con el sello del reino occidental.

Lo que costaría sería la cooperación de la mujer y la escolta que se haría cargo de llevarla a su confinamiento.

Bueno principalmente la cooperación.

Lant se había hecho cargo de los preparativos, mientras tanto lo que más le preocupaba esa mañana era que traje ponerle a su infante.

-Se ve tan tierno en sus trajes.-Comentó mientras iban pasando por encima de su pequeño cuerpecito los modelos que habían traído.-Es un guapo marinero.

No había parado en llamar modistas desde que le trajeron las revistas de la capital, nunca había imaginado que sería más divertido vestir con esas finas telas con encaje a su pequeño varón que a ella misma.

-Su bebé es el más lindo señorita Rastha.

-Parece salido de un escaparate de boutique.

Las mujeres no habían parado de dar elogios al bebé agraciado, y no podía hacerlo más tierno el como parecía gustarle sonreír mientras posaba a las damas sus trajes en miniatura, incluso la modista que al principio parecida incómoda por servirle caía en sus encantos aveces.

-¿Cuales escogerá señorita Rastha?

-Oh, es tan difícil ¡Todos le quedan a la perfección!

Sus manos pasaron de las ropas extendidas a las que traía puesto, y sonriendo agarro el marinero que se probó.

-Quiero todos.-La modista parecía feliz con la gran compra, y las sirvientas mimaron al pequeño principito para dejarle el vestuario de marinero.

Todo había sido pagado ahí mismo, había podido satisfacer mucho esas carencias como madre a su primogénito, y no esperaba en hacerlo con el bebé en su vientre.

Mientras tanto, todo esa burbuja de felicidad se acabo cuando entro por la puerta, Sovieshu muy desconcertado por la alegría  se espanto  poco con el número de ropas infantiles, revistas y telas costosas en ese cuarto.

-Rastha.-Llamó con frustración mientras se masajeaba la cien por no dejar a relucir su mal humor con ella.

Manteniendo su tranquilidad agarro de las otras manos a su pequeño para sonreírle.

El perfecto final para la villanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora