Jazmines

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- ¿Ya elegiste qué flor quieres para nuestro jardín?

El pequeño albino estaba tan concentrado en los aromas, que no oyó cuando su madre le habló. Su naricita estaba fascinada con las distintas fragancias de las flores que tenía al frente, y aunque todas le gustaban, no estaba convencido de cuál sería la elegida.

Su padre le había otorgado un pequeño espacio de ese inmenso jardín que tenían en su mansión, para que plantara lo que él quisiera, con el fin de que aprendiera a valorar la naturaleza y de paso aprender un poco de responsabilidad, ya que él mismo se encargaría de cuidarlas y mantenerlas vivas. Para ello iría con su madre a un vivero, donde después de pensarlo mucho, decidió que sería buena idea plantar algunas flores, así que el dueño les mostró los ejemplares más fragantes y bonitos para que eligiera.

- Satoru, cariño - volvió a hablar la madre - ¿Ya elegiste alguna flor que te agrade?

- No lo sé, todas son muy bonitas y huelen tan bien - dijo mientras paseaba la vista por segunda vez - pero tampoco quiero que tenga un aroma tan escandaloso.

- Bueno, entonces ¿por qué no te dejas guiar por tu olfato? - dijo la madre mientras cubría los ojos del pequeño con sus manos - No mires las flores solo busca el aroma y persíguelo.

La madre apartó sus manos, pero Satoru seguía con los ojos cerrados. Levantó levemente su nariz hasta que logró captar algo. Caminó un poco y se dirigió directamente a un ramo de preciosos jazmines recién cortados. Su fragancia era dulce y suave, para nada escandalosa ni empalagosa. Era perfecta.

Salieron del vivero con varios brotes de jazmín listos para plantar, y el dueño en agradecimiento le regaló el ramo que el pequeño había olfateado. Satoru estaba encantado con el aroma, y en todo el camino no dejaba de oler el ramo de jazmines. Su madre lo miró con ternura y le dijo:

- Estoy casi segura de que cuando encuentres a tu destino, olerá a jazmines.

*****

- Jazmines... - susurró Satoru.

- Entonces ¡tú reconoces mi aroma! ¡Igual que mi papá y mis hermanos! - dijo Yuuji entusiasmado - Eso significa que... ¿somos familia?

- ¿Qué? - dijo el albino asustado - ¡No, no! ¡Claro que no!

- Papá dice que: "Solo entre la familia podemos reconocer nuestros aromas" - dijo el pelirrosa en un intento de imitación a su padre.

En parte era cierto. Los cachorros suelen expulsar una cantidad de feromonas tan ínfimas que su aroma es casi imperceptible, salvo por los miembros de su familia debido al vínculo sanguíneo. Aún así, ese vínculo solo permite detectar el primer aroma de cada miembro. Solamente los destinados son capaces de oler ambos aromas de la feromonas de un Alfa y de un Omega.

Que pudiera sentir el aroma a jazmín de Yuuji le pareció un poco extraño, pues el pequeño no aparentaba tener edad para su presentación, y sin embargo, su aroma se hacía cada vez más fuerte. Se puso en cuclillas para mirar mejor al menor, confirmando su innegable parecido con Sukuna: el cabello rosa desordenado, los ojos grandes color avellana, incluso habia cierto parecido en su forma de sonreír, mostrando todos los dientes (pero sin la malicia del mayor, sino que Yuuji emanaba inocencia). Choso en cambio era el opuesto a ellos, con el cabello negro hasta los hombros, ojos pequeños color negro y muy rara vez se le veía sonreír.

Yuuji también aprovechó para observar al albino: su cabello, cejas y pestañas eran de un blanco muy puro, su tez era clara. Pero sus ojos, de un hermoso celeste cielo, serían algo que difícilmente podría olvidar.

Sin darse cuenta, el alfa había comenzado a liberar sus feromonas, haciendo que nuevamente el pequeño cachorro se lanzara a abrazar su cuello, tomándolo por sorpresa. Pero esta vez sabía qué hacer.

Intentó apartarlo, sin éxito, pues las feromonas con aroma a jazmín se intensificaron, calmando al albino, quién instintivamente correspondió al abrazo del pelirrosa. La naricita de Yuuji comenzó a olisquear el cuello del mayor, haciendo que Satoru volviera en sí, soltando el abrazo para intentar apartarlo nuevamente, pero lo que diría a continuación el pequeño, lo detuvo:

- Alfa, ya sé a que hueles - se apartó un poco para verlo a los ojos - Hueles a ciprés y a vetiver, igual que un bosque... ¡Tienes aroma a bosque! - exclamó el pequeño entusiasmado.

Satoru estaba inmóvil. Un ligero rubor se hizo presente en su rostro, mientras que en su interior, su alfa saltaba de alegría. No solo porque lo había llamado "Alfa", sino que, en efecto, esos eran sus dos aromas.

- Yu... Yuuji - le dijo tratando de contener su emoción - ¿Tú sabes lo que eso significa?

- Nop - respondió el pequeño a la vez que negaba con la cabeza - Pero me parece raro, porque mi papá y mis hermanos solo tienen un aroma ¿Eso es malo?

- ¡Para nada! - Satoru no podía contener la felicidad en su pecho. Pero un ligero temor lo invadió, ya que él tan solo podía percibir un aroma de Yuuji. Así que se inclinó a su cuello para intentar captar el segundo, hasta que se oyó un llamado proveniente de la mansión.

- ¡Yuuji! - era la voz de Choso que se oía peligrosamente cerca.

- ¡Mierd*! - dijo el albino con frustración.

- Esa es una mala palabra - le regañó Yuuji.

- Ya sé... Se me escapó... No la repitas ¿Ok? - el pequeño pelirrosa asintió - Yuuji, tienes que irte. No quiero que te vuelvan a regañar por mi culpa.

- ¿Volveré a verte? - le dijo el pequeño con tono suplicante.

- Claro que sí. Espera por mí.

Le dio un tierno beso en la frente y el pequeño alcanzó a salir justo antes de que su hermano mayor llegara.

Choso encontró a Satoru aún de cuclillas. No le dijo nada y subió al auto, acto que su compañero imitó. No dijeron nada en todo el camino hasta llegar a la mansión. Una vez que el auto se detuvo y Satoru se dispuso a salir, Choso lo sorprendió al preguntarle:

- ¿Qué le dijiste a mi hermano?

- Nada - mintió - Tú te lo enviaste adentro, ¿Recuerdas?

- No me creas estúpid0. Sé bien que hablaste en el garaje con él. El aroma a jazmín te delata - claramente estaba enojado - Ahora dime, por favor, que no le dijiste que eres su destinado - al no encontrar respuesta de parte del albino, Choso llevó una mano a su rostro y empezó a masajear sus párpados con dureza - Supongo que no es tu culpa. No es la primera vez que las feromonas de Yuuji tienen ese efecto en un alfa.

- ¿A qué te refieres? - preguntó Satoru mientras una sensación de temor lo comenzaba a invadir.
Choso detuvo su brusco masaje, y al apartar su mano se pudo notar como habían enrojecido sus ojos de tanta fricción que hizo en ellos. Dudó un poco, pero finalmente, tomó un poco de aire y dirigió su vista al albino:

- Creo que es mejor que sepas lo que realmente ocurre...

- Creo que es mejor que sepas lo que realmente ocurre

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Aromas del Destino: "Flores y Bosque"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora