4

628 66 7
                                    

—Ahora, ¿Quién será el siguiente? —Dumbledore miró al resto de los Gryffindors con una pequeña sonrisa.

James y Sirius aún no despertaban por completo del impacto que la declaración de su mejor amigo había dejado en sus cuerpos. Estaban como en un trance, mirando de Lucius y a Remus, y viceversa, por un lado, sin poder comprender cómo era que todo eso había sucedido. Y por el otro, sintiéndose acorralados, acusados, señalados con un dedo acusatorio que parecía que nunca se alejaría de sus rostros hasta que ellos se confesasen ante todos los presentes. 

Remus Lupin tenía las mejillas rojas como dos tomates, pero una sonrisa tonta en sus labios que se empapaba con encanto y alivio. Maravillado de finalmente poder sacarse ese nudo del pecho, una maraña de sentimientos que se enredaban los unos con los otros y le dificultaban mucho poder respirar, poder pensar y en muchas ocasiones, dormir adecuadamente. Y aliviado, porque esconder sus sentimientos de sus mejores amigos, había sido un desafío demasiado agotador para el cuerpo del licántropo, que desde que logró identificar y poner en orden sus emociones, solo soñaba con el día en que pudiese decirlo y finalmente dejar de maquillar sus actos dulces, y desinteresados para con Severus, con mera amabilidad, y no con un profundo enamoramiento que florecía en su pecho cada vez que sus miradas se encontraban. 

Lucius Malfoy tenía sus cejas rubias fruncidas en un profundo ceño. Habían pocas cosas que escapaban del conocimiento y comprensión de su erudita cabeza, él jamás tuvo inconvenientes para leer a los Gryffindors y reconocer rasgos ajenos al odio en su comportamiento para con su compañero de casa. Porque él conocía el odio muy de cerca, también la astucia y la habilidad que el trío de imbéciles en frente suyo llegó a desarrollar para elaborar sus bromas, y cuando se trataba de Severus, el rubio podía ver el patrón fluctuar. Siempre tuvo la sospecha, aunque más que sospecha, era un temor; temor de que lo que les llevase a realizar sus bromas, no fuese más que un enamoramiento adolescente mal tratado. Porque el odio envejecía y moría como hojas marchitas, se olvidaba y aburría, pero el amor era demasiado fuerte para eso, el amor evolucionaba y se fortalecía, podía transformarse y convertirse en otra cosa, pero unos ojos que encontraron belleza en otros, jamás dejarían de hallarse encantados por ellos.

Y por un buen tiempo, creyó que una solución definitiva y efectiva para ello sería una lobotomía casera. Había investigado sobre ellas y el uso que los humanos le daban para apaciguar a sus enfermos y mujeres neuróticas, así que concluyó que su efecto podría ser el mismo en Gryffindors idiotas, si, y solo si, lograba localizar sus cerebros diminutos flotando en sus burbujas de líquido cefalorraquídeo. Y aunque no podía decir que su opinión al respecto había cambiado y su deseo furioso de eliminar el enamoramiento del trío de imbéciles aún ardía en su pecho como una llamarada, en su cabeza, ahora existía otra duda que no podía llegar a responder.

¿Qué era a lo que tanto temían?

Todos en la sala podían leer entre líneas y saber por el contexto de la situación, que James y Sirius debían tener sentimientos parecidos por Severus, ¿Entonces? ¿Confesarse realmente era tan difícil? 

—¿Qué les pasa? —soltó con brusquedad, llegando a frustrarse con su silencio—. Dejen de comportarse como malditos Hufflepuffs y hablen de una vez. ¿No se supone que los Gryffindors deben ser osados? ¿¡Cómo el inepto de Lupin va a ser más valiente que ustedes dos juntos!?

—¡Cállate, Malfoy! —James rugió. Pero más que molesto, avergonzado, con un rubor parecido al de Remus.

—¿¡A qué le temen, maldita sea!? —Lucius exclamó, completamente exasperado—. Porque es claro que los sentimientos los tienen, y si no es odio, entonces debe ser asco. ¿Tanto asco les da Severus como para privarles de aceptar sentimientos que claramente existen? Sí que son unos bastard-...

bleeding snake - severus snapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora