bleeding snake - severus snape

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No solo él, pero los merodeadores, con sentidos agudos como los de un felino, también pudieron percibieron el filoso chillido. Leve, demasiado como para que el concentrado Severus pudiese percatarse, pero presente como para alertar a los merodeadores y al heredero Malfoy, que compartieron miradas. Acusatorias al inicio, luego confusas, al encontrar expresiones similares en el contrario.

Era difícil identificar qué podía ser, solo sabían que era rápido, veloz al cortar el aire. Como una flecha.

Una flecha que frente a sus ojos, atravesó el pecho del mestizo y salió por su espalda en un estallido de sangre que los salpicó a todos.

El tiempo se congeló por un momento para ellos, el silencio reinó al ver como Severus caía de espaldas sobre la nieve, con sus manos sobre su pecho, llenas de la sangre que brotaba de él como si fuese una especie de fuente. Los jadeos y quejidos del pelinegro fue lo que los devolvió al mundo, todos ensangrentados, y ahora alarmados por el estado del Slytherin que cayó herido.

Lucius fue el primero en acercarse, sosteniendo el cuerpo ajeno, fuera de sus casillas al no encontrar nada que sobresaliese de su compañero de casa. Su corazón latía desbocado y llenaba sus oídos de sus latidos desesperados, mientras los sollozos del menor comenzaban a llenar el bosque. Un sonido escalofriante y conmovedor a su vez, que devolvió el movimiento a los merodeadores.

—¿Qué demonios fue eso? —James buscó a su alrededor, el bosque parecía vacío y su corazón, estaba a punto de estallar—. ¿Qué fue lo que lo golpeó?

—¡¿Ustedes no debería saberlo?! ¿¡No fue para eso que vinieron?! —Lucius bramó furioso, utilizando el miedo que lo inmovilizaba para atacar y defender, en vez de doblegarse y paralizarse.

Los merodeadores no se encontraban en una situación muy distinta a la suya.

—¿¡Estás imbécil!? —Sirios ladró al rubio—. ¿Crees que somos homicidas? ¡Jamás dañaríamos a Snivellus de esa manera!

Los ojos grises del Black abandonaron el rostro de Malfoy y se posaron en Severus cuando él volvió a quejarse, ahora temblando por la fría nieve que rodeó su cuerpo al caer.

—Sí, cómo no creerles, al fin y al cabo, ustedes no son los abusivos que le han hecho la vida miserable durante años. —Lucius arrugó la nariz, mirando a su compañero caído.

Necesitaban sacarlo de allí: ese fue el pensamiento que atravesó las cuatro cabezas y llevó a Remus a arrodillarse frente a Lucius. El licántropo se había congelado al sentir la sangre golpear su rostro, pero no podía quedarse allí parado sin hacer nada.

—No podemos seguir peleando, Severus necesita ayuda. —jadeó preocupado, y de esa manera, detuvo la pelea del trío—. Debemos llegar a la enfermería antes de que muera desangrado aquí.

—Déjenme llevarlo. —James se apresuró a ofrecer, posicionándose cerca del escuálido cuerpo herido. Y Lucius quiso negarse y empujarlos a todos lejos de Snape, pero todo el escenario parecía ralentizar sus reacciones y la preocupación acaparaba todos sus sentidos, así que él solo dejó al Gryffindor tomarlo entre sus brazos.

El pelinegro se quejó y sollozó y los merodeadores se encogieron. No era el patético sonido de un adolescente quejumbroso, no era un alarido vergonzoso que pudiese generar risas en las personas. Era un sonido que desesperaba, que dejaba a los mejores amigos en jaque y erizaba sus cuerpos de mala manera, revolvía sus estómagos y les dejaba experimentar un tipo de miedo que no habían sentido antes.

Era un malestar que traía lágrimas a sus ojos, y el Malfoy, en un estado similar, sintió su sangre helarse, pensando en la mala idea que aquello había sido.