3. La leyenda dice

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Una hoja se deslizó, el sonido limpio del material llenó sus oídos y le otorgó tranquilidad. Sus ojos turquesa no se apartaron de ella, estaba muy interesado en lo que estaba leyendo mientras esperaba su turno para entregar el proyecto.
Después de la noche de borrachera con Kaveh tuvo que correr a terminar su ensayo, quería ignorar el momento tan incómodo que vivió con él y también su sentido de responsabilidad no dejaba de apretarle los hombros.

Resopló y cerró el libro cuando escuchó su nombre, tomó las hojas y fue al escritorio de su profesor.

Entregó el trabajo, no estaba nervioso ni inseguro. Sus compañeros siempre tenían cara de que iban a mearse encima. No creía que era para tanto. No prestó atención al viejo que estaba en el escritorio, sólo esperó pacientemente a que terminara de leer las 10 páginas de ensayo.

Al cabo de una eternidad, el viejo finalmente puso un sello y calificó.

-Increíble como siempre, Alhaitham. Deberías ayudarle a tus compañeros para que dejen de escribir porquerías -Le devolvió las hojas.

-Es la ventaja de estudiar por mi cuenta -Respondió y se retiró.

Su siguiente parada sería la Casa de la Daena, como siempre. Al menos había salido de eso, ahora tenía que preocuparse por lo que haría con el rubio. El proyecto de investigación.
Por suerte, Kaveh había buscado su parte y nada más tendría que transcribir todo en la hoja. Lo dejó pasar porque se iría al desierto.

Al desierto..

Ni siquiera dijo cuantos días necesitaría.

Los recuerdos de hace dos días invadieron su cabeza, molestándolo demasiado. Haciéndolo sentir avergonzado e incómodo. Apreciaba demasiado a Kaveh, lo amaba. Pero consideraba que su amistad era demasiado valiosa como para poder desecharlo.

Buscó en los estantes los libros que necesitaría luego de dejar sus cosas en una mesa desocupada. Apenas podía prestar atención, tenía que repetir el recorrido para asegurarse de que no se había saltado nada.

-¿Cómo prefieres que arreglemos esto?

Manos blancas, dedos finos deslizándose de una manera diferente, cercana e íntima por su pecho. Sus labios se sentían húmedos cerca de su oreja y también podía sentir la sonrisa traviesa que se formó en ellos.

Su corazón iba a salirse de su pecho.

-Lo siento, Kaveh.

Se levantó con la cara sonrojada y buscó sus zapatos. Los ojos carmín de su amigo lo observaban con decepción. Se quedó en su cama sentado sobre sus rodillas y deseoso de algo más.

-Alhaitham..

-No puedo.. hacer eso.

Ni siquiera se puso sus zapatos, cerró la puerta de un tiro y desapareció en medio de la noche.

Chasqueó la lengua irritado, de nuevo olvidó los títulos que recién había leído. Volvió a empezar. Quería jalarse el cabello de lo estresante que eso le resultaba. Desde ese día no había visto a Kaveh. Ni siquiera sabía si se había ido ya al desierto. Pero no podía sacarlo de su mente.

La mano de alguien se puso en su hombro, sacándole un pequeño susto. Dio un salto y se volteó, se encontró con la mirada amable del zorro fennec.

-Mierda, Tighnari -El mencionado se rió y le devolvió la bolsa llena de pétalos y flores.

-Quisiera hablar contigo sobre esto.

-Te tomaste tu tiempo -Tomó la bolsa, con cara de pocos amigos por el reciente susto.

God of flowers || HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora