Me encontraba acostado en una cama de dos plazas. Sin poder dormir, me preguntaba a mí mismo qué es lo que debo explorar en mí, o a qué se referiá el jefe con "lo que quiero"?...
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Todas las palabras que el jefe escupió en nuestra discusión me dejaron con una extraña sensación en el estómago que me revolvía por dentro.
Las horas pasaban, pero mi cabeza no dejaba de bullicear.
Mientras más me adentraba en mis pensamientos, más preguntas surgían...
¿Qué es lo que estoy sintiendo ahora mismo? Mi corazón no para de latir, tengo todo el cuerpo sudoroso, y siento como una fiebre voraz me envuelve por completo. En el mejor de los casos, tal vez siendo víctima de un resfriado. O al menos, eso me quería estimar...
No podía pensar en otra cosa que no fuera el jefe. Es decir, ¿por qué tuvo que actuar de esa manera? Más aún, en la casa de mi madre...
Además, el jefe había vuelto a desenterrar esa noche; la que quería olvidar.
--Cautivo en las provocaciones de él, finalmente me decidí a buscar un vaso de agua. Tanto sobrepensar me había dado sed.
Pero al prender la luz, un intenso ardor invadió mis ojos.
Solté un fuerte quejido debido al dolor. No pretendí hacer ruido, pero me di cuenta de mi error cuando comencé a escuchar unas fuertes pisadas dirigiéndose hacia mí.
- ¡Icma! ¿Estás bien?, ¿no te caíste, cierto? -preguntó Daniel preocupado y agitado-
- A...ah, jefe. ¿Qué hace despierto tan tarde?...
- Bueno, eso me gustaría preguntarte a ti. Estaba en el quinto sueño, cuando de repente escuché tu grito. -dijo entre dientes-
- No es nada, solo iba a por un vaso de agua. Si me disculpa, déjeme pasar.
- Aparté al jefe con brusquedad, pero él lo tomó sutilmente del brazo. Impactado, solamente se quedé en silencio.-
- Oye... continuando con nuestro asunto, ¿ya lo pensaste, verdad?
- ¿A qué se refiere? -respondí tartamudeando-
- Sabes a que me refiero. Así que dime, ¿finalmente te has dignado de explorar en lo que realmente quieres?
- No hay nada que quiera en particular, pero por el momento, solo quiero un vaso de agua.
- Icma, no me apetece seguir con la discusión, pero tampoco quiero evadirlo. Porque mientras más lo evito, más me siento confundido...
- Creí que ya lo habíamos dejado en claro... no es una buena idea, además yo también me siento confundido. -dije evadiendo el contacto visual con él por la vergüenza-
- No sé qué es a lo que le temes.
¿Crees que todos te castigaran por ello? ¿Crees que tendrás consecuencias si lo expresas al mundo?Puedo garantizarte que no habrá ninguna consecuencia. Y aunque la haya, yo también seré penado por ella.
- Jefe, no puedo ansíar comprometerme tanto con usted. ¿Podría posibilitar que nuestra relación solo sea empleada para un fin profesional?
- Además, todavía no hemos dejado nada en claro. -murmuró ansioso-
- Bueno, usted no miente respecto a eso...
Quiero ser franco con usted, pero la culpa me invade.
- ¿Qué es a lo que le temes?