8.

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Cuando Paulo bajó del colectivo e ingresó al Estadio, sintió como se le erizaba la piel porque iba a ser la última vez que pisaba el Lusail, a partir del día siguiente ya no estaría ahí, y dudaba mucho que alguna vez fuera a regresar. No estaba de acuerdo con las tradiciones del país, y además tanto Leandro como él tenían planes de hacer pública la relación en los próximos meses.

—¿Estás nervioso? —Preguntó Paulo. 

—Me embola un poco el dolor que me agarro en la rodilla, sé que no voy a ser titular pero esperaba poder entrar unos minutos —contestó Leandro con una mueca en sus labios. 

—Te voy a poner esta venda —anunció Paulo sacando el rollito color blanco de su bolso —. Sentate al lado mío allá en la cancha y me vas diciendo como te sentís. Yo no le voy a decir nada a Scaloni que te duele, pero por favor prometeme que si el dolor es más fuerte me lo vas a decir.

Leandro estaba sentado en uno de los bancos del vestuario. Estaban rodeados de compañeros, pero todos estaban tan en la suya que ignoraban su conversación.

—Leandro, prometelo —volvió a hablar Paulo. El cordobés se puso de cuclillas en el piso y comenzó a vendar la rodilla de Leandro —. La vas a sentir fría porque tiene un gel o algo de eso, que es desinflamante. 

El bonaerense continuaba sin responder y Paulo comenzaba a impacientarse. 

—Te juro que te rompo las dos rodillas si te hacés el vivo —murmuró el de ojos verdes. Paulo apretó con fuerza la venda alrededor de la pierna y le hizo un nudo. 

—Ay —se quejó el de ojos celestes.

Ahora fue el turno de Paulo de no responder. Le daba bronca que Leandro se hiciera el idiota, no era una joda lo que le estaba pasando y él, Paulo, estaba arriesgando su trabajo y la confianza de Scaloni en no contarle la molestia que sentía Leandro. 

Paulo se puso de pie, agarro su bolso y se alejó de Leandro. En ese momento tenía cosas más importantes qué hacer, como atender a otros jugadores. 

—Esperá Paulo —Leandro detuvo el paso del cordobés, cuando volvieron a encontrarse en el pasillo que conectaba el vestuario con las duchas. 

—¿Qué?

—¿Por qué estas enojado? 

—Porque te pedí una sola cosa y te haces el boludo, Leandro. Es grave. 

—No me duele tanto, amor. Es solo una molestia y voy a poder jugar, pero si es importante para vos, te lo prometo. Te prometo que te voy a decir si el dolor aumenta —habló Leandro y Paulo suspiró. 

—Esta bien, gracias. 

Veinte minutos, Paulo ya estaba ubicado en su lugar de siempre. Casi pegó un gritó cuando vio a Lali Espósito lista para cantar el Himno, pero se contuvo. Leandro estaba de pie a su lado, por suerte quedó todo bien entre ellos y Paulo confiaba en que Leandro le iba a decir si algo iba mal con su rodilla. Así que cuando Leandro pasó el brazo por su cintura y le apretó fuerte durante el himno, el cordobés no le dijo nada.  

Finalmente, el árbitro dió inicio al partido y Paulo se persignó y pidió que esta final no fuera igual a la del 2014. 

*

Durante el entretiempo, en el vestuario los muchachos estaban felices por el triunfo de la Selección con dos goles a favor. Solo tenían que mantenerse así por cuarenta y cinco minutos más. Sin embargo, Scaloni no estaba contento con el comportamiento de sus jugadores y salió a las puteadas del vestuario. 

—Estamos ganando 2 a 0, ¿Y se ponen a pelear con el árbitro? La re puta madre —fue lo último que se escuchó antes de que Lionel saliera por completo. 

i wanna be your end game ⚽ paulo dybala & leandro paredes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora