Capítulo 12.

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Zafiro.

Siempre he sabido que Dom y Vicious son como el agua y el aceite, pero había olvidado lo diametralmente opuestos que eran. Llevar tantos años viviendo con mi hermano me acostumbro a cierta tranquilidad en nuestro mundo, generar más alianzas y menos peleas por si alguien te miro mal o dijo una mala palabra. 

Con Dom todo es más diplomático, con Vicious es un "jódete" si me miras mal te quemo el rostro para que no puedas hacerlo nunca más. 

—¿Por qué estas tan silenciosa?— su voz irrumpe en mis pensamientos. Llevamos diez minutos en el viaje de vuelta a casa. 

Su casa. 

Rubí ha tenido que irse en el otro auto porque Vicious y ella tienen su propia guerra de egos en donde cada humillación al otro, aunque sea mínima, es una victoria. En su cabeza hacerla irse en otro auto es ganar, pero puedo apostar que Rubí esta feliz de no tener que compartir el mismo espacio que él. 

—Antes nunca te molesto mi silencio, creo que hasta era mejor así me volvía cada vez más invisible y más parte de los muebles de la casa— los recuerdos, el resentimiento sigue ahí. 

Todavía falta mucho por descubrir, pero lo cierto es que Vicious me dejo completamente sola durante largos periodos de tiempo. Momentos en los que sus hermanos y su tío hicieron conmigo lo que quisieron. 

¿Algo habría cambiado de saberlo? Lo dudo, después de todo él también me odiaba junto a ellos. 

—Nunca me gusto que estuvieras callada, quería hacerte fuerte, no un mueble y creo que te lo he dicho más de una vez— me giro a mirarlo por primera vez desde que me saco del club. 

—No me querías fuerte Vicious, me querías rota para después armarme a tu gusto, nada de lo que me has hecho ha sido por mi propio beneficio, deja de intentar engañarte a ti mismo porque a mí ya no puedes— veo como gira el anillo en su dedo.

Anillo de matrimonio, nunca pregunte de donde lo había sacado con tal rapidez cuando nos casamos o como apareció el enorme zafiro que siempre he usado. Muchas veces quise lanzar el anillo lejos estos años, venderlo o enterrarlo, pero sentía que me pertenecía. 

—Bien Zafiro, fui un hijo de puta, un bastardo sádico y el peor esposo del mundo, lo admito y lo confirmo— entrecierro los ojos ante su arrebato de sinceridad— pero necesito que hables conmigo, que me digas que sucedió hace cinco años o siempre vamos a vivir con piezas a medias de la historia. Quiero que me digas qué sucedió para poder arreglarlo. 

Me rio ante sus palabras, algo que detesta porque se ha abierto a mí y yo lo estoy cerrando de golpe. 

—Has llegado cinco años tarde Vicious, quizás si hubieras sido este— lo señalo— un mes después de que hui o un año después cuando supiste que tu tío asesino a tus padres,— aprieta la mandíbula y sus ojos azules se oscurecen— quizás habría querido hablar contigo.

—Si fui— me responde casi a regañadientes. 

—¿Qué?— le pregunto sin entender. 

—¡Que si fui a buscarte!— explota. 

—¡Por qué gritas?— le grito de vuelta. 

—¡No estoy gritando, así hablo yo!— sigue con el mismo tono de voz. 

Esta al limite de su paciencia, no esta acostumbrado a expresar ningún tipo de emoción más que el enojo. 

—¡Háblame así de nuevo y me tiro del auto!— le digo tomando la manilla de la puerta. 

El conductor nos mira como si ambos hubiéramos perdido la cabeza, pero por suerte el conductor es Artem y esta tan acostumbrado a vivir situaciones peores que solo niega con la cabeza ante nuestras acciones. 

Vicious Wedding © [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora