Wasuke Itadori planeaba llevarse ese secreto a la tumba pero no espero que la muerte le esperara cuando su pequeño retoño, fruto de su hija y aquel sujeto, estaba apunto de cumplir sus 16 años...
Así que Yuuji tendría que conocer por primera vez en...
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El bulliceo de las personas le parecía realmente molesto en el transporte público, detestaba con su alma usarlo, más por el hecho de que en todas las mañanas a esa hora se llenaba de mucha gente que lo empujaba por la espalda aparte de ser extremadamente ruidosas, y ni hablar de los olores pestilentes que desprendía la mayoría en el área, por lo que en cuanto llego a la estación en la que tenía que bajar, salió de ahí mirando de mala manera a cualquiera que se pasara al frente provocando que estas lo evitaran en cualquier ámbito. - ¡RYOMEEEN!
"¿A caso el universo quiere darme una jaqueca justo hoy?" Su iris rojiza observo con enojo al que se autodenominaba su amigo, un chico alto de cabello blanco y ojos color zafiro que se colgaba de su cuello cómodamente importándole poco el hecho de que se estaba dejando caer de más en este causando un dolor en la nuca del de hebras rosas por la presión, empujo al albino quien levanto las manos en total rendición pero sin dejar de seguir su paso hacia la universidad, en su camino un chico de cabellos negros se le unió al dúo formado así la tan conocida "la tetra del tártaro", él realmente conocía muy bien el por qué los estudiantes de la institución les colocaron ese nombre a específicamente ellos tres, es decir, en primera estancia estaba Satoru Gojo, un chico promiscuo que parecía que se planteó el coger con cada persona del instituto que le pareciera linda, no importara si era un chico, aparte de ser uno de los más inteligentes del instituto aunque para su mala suerte uno de los más problemáticos, lo conoció un día que caminando por el patio trasero, estaba haciendo una mezcla con elementos que robo del laboratorio de química, iba a ignorarlo completamente en esa ocasión pero cuando escucho a quien iba dirigido dichosa mezcla se quedó, gracias a eso el motor del carro de aquel maestro que lo reprobó quedo totalmente desecho sin dejar prueba alguna, y por los contactos que tenía el contrario pudo evitar que los acusaran de esos instrumentos perdidos del laboratorio.
De segunda instancia se encontraba Fushiguro Toji, un pelinegro de ojos color esmeralda quien era un as en el arte de las peleas, así lo conoció, en una riña, ambos quedaron totalmente mal heridos pero ni aun así cedieron al contrario obteniendo el respeto ajeno de su adversario, debido a que era de otra ciudad nadie sabía de su familia, muchos creaban historias sobre que era un hijo de algún yakuza debido a su comportamiento, eso era algo que estaba totalmente lejano a la realidad, así mismo, a sus diecisiete años era un fumador de primera, nadie sabía quién le vendía pero sí que tenía de la mejor calidad. Y por último, pero no menos importante, él, Sukuna Ryomen, un chico de clase alta busca problemas que jamás ha perdido alguna pelea, con carácter digno de un bastardo, un alcohólico de primera al igual de Gojo y pobre del que lo buscaba en algún enfrentamiento ya que si duda terminaría con heridas graves en el hospital, además de ser con quien deberías hablar para tener acceso a los otros dos.
Incluso los maestros le tenían cierto respeto, por que pese a que los tres eran un desastre, eran extrañamente buenos en la escuela aunque lo que los perjudicaba eran sus peleas por estupideces, la falta de entregas de trabajos o las clases que se llegaban a saltar. Pero volviendo a la realidad, el día de Sukuna Ryomen se definiría como normal, asistir a clases, saltarse otras para fumar con sus amigos en la terraza del edificio tres que estaba en remodelación indefinida, comer en la cafetería, tareas que seguramente no realizaría, quedarse después de finalizar las clases vagando por la institución medio vacía junto al dúo de idiotas evadiendo sus entrenamientos, sin duda algo de rutina, o eso creía.