Capítulo 12. El asesino del Callejón

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-¡Malditos sean! -Maldecía Clara Acosta mientras caminaba por un callejón poco concurrido de la ciudad; necesitaba con urgencia ganarse algo para comprarse las dosis de crack diarias que su cuerpo le pedía

Caminó frustrada por los callejones vacíos del centro de la ciudad sin percatarse que era seguida por una sombra misteriosa.

-¿Estás libre? -Preguntó la sombra en medio del callejón. Clara levantó su rostro, encontrándose con una figura un poco más alta que ella.

-Si, son veinte mil por un rápido con condón y pagas por adelantado -Esa fue la respuesta de Clara.

La mujer se devolvió unos pasos hasta llegar a unos basureros que les permitiría cierta privacidad. El hombre le entregó el dinero y luego, se quitó las bragas, puso las manos en la pared, para finalmente abrir sus piernas y dejar todo el trabajo a su cliente. No tenía que disfrutarlo, lo hacía para comprar su droga y si le alcanzaba compraría algo de comer.

La ansiedad de Clara no le permitió estar alerta. No se dio cuenta cuando su cliente sacó una navaja; segundos después Clara luchaba por llevar aire a sus pulmones; su cliente le había cortado su cuello de lado a lado y su sangre manaba de su garganta como una cascada.

El cliente cuando sintió el cuerpo laxo de Clara lo dejo caer en el suelo como cualquier objeto. Caminó hacia una alcantarilla de donde escurría agua y procedió a lavarse las manos para luego perderse entre las calles de la ciudad.

Por la mañana mientras el personal municipal recogía la basura de los callejones, uno de esos servidores se encontró con una espeluznante sorpresa. El funcionario municipal salió corriendo en busca de su supervisor. Para informarle de lo que había encontrado.

La policía cerró el lugar para que los curiosos no contaminarán la escena del crimen. Cerca del cadáver encontraron la identificación de Clara, la mujer era una habitual de las calles, quien era una servidora sexual y consumidora de drogas. No tenía familia cercana a la que avisarle de su deceso.

Las autoridades policiales estaban preocupadas, Clara era la tercera víctima del Asesino del Callejón, así lo había llamado la prensa; horas atrás cuando se dio la noticia del tercer hallazgo.

-¿Cómo es posible que no haya evidencias? -Gritaba el ministro de seguridad.

-El asesino es muy meticuloso, señor. Se ha cuidado de estar lejos de las cámaras de vigilancia y no ha dejado nada que no de pistas para identificarlo. En lo único coinciden las víctimas es la venta de sus cuerpos y el consumo de droga -Le explicaba el jefe policial.

Los forenses habían buscado debajo de hasta los contenedores de basura cerca de los cuerpos y nada, solo la sangre de las víctimas, en las paredes donde habían estado recostadas y el charco de sangre alrededor de los cuerpos.

Dos días habían pasado desde la muerte de Clara, sus colegas facilitadoras sexuales estaban preocupadas; le exigían al gobierno encontrar al asesino.

Una noche como cualquier otra, Andrea Rivero, caminaba por las frías calles de la ciudad capital; caminaba de antro en antro buscando clientes, necesitaba el dinero para sobrevivir, a diferencia de la mayoría de sus colegas ella lo hacía para poder llevar comida a su casa y si alcanzaba uno o dos puros de marihuana.

En uno de los callejones encontró un cliente que contrató sus servicios, ella se fijó en sus rasgos; de un metro setenta y cinco, de mediana edad piel canela, cabello negro, nariz perfilada y ojos oscuros. Tenía esa costumbre, había sido golpeada anteriormente para robarle su dinero.

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