7. CAPÍTULO SIETE. LA ULTIMA CENA

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Entonces uno {de ellos} salió al campo a recoger hierbas, y encontró una viña silvestre y de ella recogió su falda llena de calabazas silvestres, y vino y las cortó en pedazos en la olla de potaje, porque no sabía {lo que eran.} Y {lo} sirvieron para que los hombres comieran. Y sucedió que cuando comían el potaje, clamaron y dijeron: ¡Oh hombre de Dios, hay muerte en la olla! Y no pudieron comer.

"Los venenos son las herramientas de los , el arma preferida por la nobleza y un peligroso enemigo para cualquier combatiente que se enfrente a ellos. Capaces de derribar a grandes guerreros, poderosos y influyentes, un envenenador habilidoso es uno de los asesinos más cernidos de cualquier lugar. Nunca se sabe qué comida, qué bebida, qué cuchillo en la oscuridad tiene algún vil aceite que te mate."

Era un viernes por la noche, cuando uno de los chef principales, del restaurante La Torre, en el centro de Londres, se reporto enfermo, por lo que él enviaría a alguien de su confianza para sustituirlo, ya que el prestigioso restaurante no podía darse el lujo de tener a cualquier persona en su cocina. Las estrellas Michelin que poseía el restaurante se podían perder de la noche a la mañana.

Eran las veinte horas y el restaurante estaba a reventar, con sólo una hora de haber abierto; el chef sustituto llego como cualquier otro, se puso el uniforme y tomo el puesto que le correspondía.

Sin que sus compañeros de trabajo se dieran cuenta y mucho menos los clientes, el sustituto chef saco de sus bolsillos una pequeña botella negra, vertiendo poco a poco gotas en todos los recipientes que se encontraban en las estufas; también agrego unas cuantas en los contenedores de los ingredientes para las ensaladas.

Poco tiempo después tanto el personal de cocina como los clientes empezaron a desplomarse y a retorcerse de dolor y convulsionando en el suelo por los efectos del la sustancia vertida en la comida, los únicos que no estaba en esa situación eran el chef sustituto y los saloneros quienes eran los testigos y el perpetrador de semejante hecho.

Mientras tanto las personas que esperaban una mesa y el meitre que estaba en la entrada veían impotentes la escena dantesca en estado de shock, alguien dijo,

-Llamen al nueve uno uno, se están muriendo-

-¡AYUDA!- Grito otro testigo.

-¡Mira como les sale espuma por la boca!- Dijo una mujer.

-¡Oh, Dios! Están envenenados- Grito un hombre.

Mientras las personas que estaban fuera del restaurante gritaban por ayuda, sin saber que por la puerta trasera del restaurante, salía sin ser visto el responsable de tal atrocidad.

Cuando la policía llego junto a los cuerpos de socorro poco pudieron hacer por las personas dentro del restaurante todos habían fallecido, menos el meitre ya que el mismo estaba a la entrada del restaurante.

A la escena del crimen se hicieron presentes los detectives de Scotland Yard, Henderson y Geller en compañía del jefe Mayer y la forense doctora Alice Campbell. Se dio la autorización levantar los cadáveres y uno a uno fueron examinados.

Todas las víctimas tenían algo en común las lenguas estaban ennegrecidas, lo que indicaban que habían sido envenenados con cianuro pero había que hacer un muestreo para estar seguros.

-Henderson y Geller, tomen declaraciones a los testigos y si son demasiados tomen sus datos para ser citados de ser necesario- Ordenó el jefe Mayer.

-Entendido, señor- Respondieron ambos.

Mientras tanto la doctora Campbell se aseguraba que las evidencias no fuesen contaminadas por los testigos y los mismos oficiales. Uno por uno Henderson y Geller tomaron algunas declaraciones y a otros les tomaron sus datos por si requerían de más información.

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