CAPÍTULO 2 HUYENDO

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Julia no supo por cuánto tiempo avanzó sobre el hombro de aquel hombre, Julián, le había dicho que se llamaba, era un hombre fuerte y con mucha condición física, porque, caminó por bastante tiempo sin mostrar signos de debilidad, cuando por fin se detuvieron la colocó sobre el suelo con sumo cuidado

_ Usted ha de perdonar. - fueron sus primeras palabras hacia ella. _ pero teníamos que alejarnos, si algo le sucede Bruno no me lo perdonará, y menos Santiago, nuestro jefe.

_ Pero ellos se quedaron allá. - dijo refiriéndose a Bruno y su compañero.

_ Sabrán defenderse. - dijo más para sí mismo que para ella, y no es que dudara de sus capacidades, la verdad es que la situación en realidad era difícil.

_ Pero era demasiada gente contra ellos. - insistió.

_ Vamos a esperar lo mejor. - dijo, no podía transmitirle sus temores, que en este caso eran los mismos que los de ella. _ por lo pronto déjeme revisar su tobillo.

Ella reprimió un gritó, cuando él manipuló su pie, lo tenía inflamado y dolía terriblemente.

_ parece ser que está dislocado. - dijo el hombre. _ intentaré ponerlo en su lugar.

_ Está bien, hazlo. - aceptó.

_ Va a doler mucho. - advirtió, ¿cree poder aguantar?

_ Lo intentaré. - dijo. _ pero ¿sabes hacer esto? - lo miró con desconfianza.

_ Estoy a punto de obtener mi titulo de medicina - le sonrió con simpatía.

_ ¿Y qué haces aquí? - lo miró con sorpresa.

_ Se podría decir que mis prácticas profesionales. - dijo, aunque no era del todo cierto, ya las había hecho, estaba a la espera de su título y prestaba servicio a Santiago Moran y su grupo, como médico.

_ Pero...

_ Ya sé, se pregunta porque ando entre grupos criminales.

Ella solo asintió.

_ Como ve, no soy tan joven, tengo veintisiete años, nací y crecí en la región que dirige Santiago Morán, mi familia siempre trabajo para la suya, cuando su padre vivía, lo hacían a la fuerza, porque obedecían o se morían, cuando Santiago se quedó al mando, entonces, lo hicieron por lealtad, él me dio la oportunidad de trabajar y estudiar, como se la dio a todo aquel que lo quisiera hacer, ahora he terminado mi carrera y haría cualquier cosa por él.

_ ¿Incluso morir?

_ Yo ya estaría muerto desde hace mucho tiempo, si él no me hubiera hecho ver, que servir a criminales no es la única opción, él nos ha dado a mi y a tantos otros, muchas más opciones y no solo eso, nos ha apoyado de todas las formas posibles, no solo a los jóvenes, a cualquier adulto que deseé cambiar de vida, que deseé superarse, incluso si lo único que alguien desea es alejarse de ese estilo de vida, él lo hace sin pedir nada a cambio, solo ayuda a la gente a salir y empezar una nueva vida, ¿dónde? Dónde cada quien quiera, siempre y cuando lleve una vida recta.

_ Te felicito por escoger el bien. - dijo conmovida. _ pero, aun así, no me explico por qué arriesgas tu vida por gente desconocida, como ahora, tú como médico vales mucho, porque puedes salvar tantas vidas más.

_ Es simple gratitud. - dijo con sinceridad. _ nadie me obliga, cuando me enteré de que tenían una misión especial, que iban a rescatar a una mujer muy importante para Santiago y que necesitaban a un médico por si ella lo requería, le aseguro que no la pensé dos veces y me presenté, usted creerá que fui el único, pues no, habemos mucha gente agradecida, que sabemos que estamos vivos por Santiago y que es tanto lo que le debemos, que dar la vida por él, o por una de sus causas, no es nada, yo tuve la fortuna de ser escogido para esta ocasión y créame que haré hasta lo imposible para que usted llegue a su destino, como lo harán Bruno y Luis, Bruno es el mejor y eso habla de cuánto la aprecia Santiago, es como si él mismo la estuviera llevando a su destino.

Julia no dijo nada, se dejó en las manos de ese hombre joven, las lágrimas asomaron a sus ojos y no tenían nada que ver con el dolor de su pie, mientras él intentaba acomodarlo, tenían que ver con su vida, con todos esos años que había pasado asustada, reprimida y acosada por el loco de Pablo, el esposo de su hermana y el jefe de éste, Pablo era un criminal abriéndose camino entre gente del crimen organizado, y durante años la había tenido bajo sus garras cobrándose el que no le hubiese permitido abusar de su sobrina Elizabeth, la esposa de Santiago Morán, cuando ésta, que en esa epoca era una jovencita, vivía con ellos.

Habían sido años de sufrimiento y frustración, imposibilitada de salvarse a si misma y a sus hijas, viéndose obligada a soportar a ese hombre, temerosa siempre de que en cualquier momento él, o su jefe le quitaran a sus hermosas hijas, que ahora, también se habían convertido en preciosas jovencitas.

Lo único que hasta ahora la había salvado era su obediencia y su sumisión, y le había valido, pero no sabía por cuánto tiempo más, ¿como no estar agradecida con esos hombres que se estaban jugando la vida por ella? Esos hombres que la estaban sacando de ese lugar y alejando de su acosador y de su jefe, y que bien podían darles alcance todavía y cobrarse con sus vidas. Su agradecimiento se extendía no solo a ellos, también hasta Santiago, que era quien los había enviado y además había organizado la salida de sus hijas, qué ya estaban a salvo en un lugar seguro.

El solo pensar en esos valientes le daba animo para no rendirse, para soportar el dolor que en esos momentos estaba sintiendo y aferrarse a la esperanza de que todo estaría bien, de que lo malo pasaría y las cosas mejorarían.

Después de unos minutos, por fin su pie fue acomodado, sin embargo, el dolor era intenso y la hinchazón persistía.

_ Disminuirá con el paso de las horas. - dijo él. _ ahora necesitamos seguir nuestro camino.

_ Podemos esperar aquí a que los demás nos alcancen. - dijo.

_ No podemos. - la miró con pena. _ necesitamos seguir, y como usted aún no puede apoyar su pie, seré su apoyo, a menos de que me permita cargarla como lo hice.

_ Intentaré caminar. - se apresuró a decir. _ lo que me preocupa es que Bruno y su compañero no sepan dónde encontrarnos. - dijo pensando que quizás no hubiesen podido escapar de los criminales.

_ Nos encontrarán, créame que lo harán. - dijo con convicción, quería creerlo, porque si no, estaban perdidos, él difícilmente sabría cómo salir del lugar, lo intentaría, de eso estaba seguro, pero no tenía ni el conocimiento, ni la experiencia de Bruno.

Caminaron por varias horas, empezaba a oscurecer, Julián empezaba a perder la esperanza de que sus compañeros hubiesen logrado escapar de la emboscada.

_ Nos detendremos. - dijo. _ pronto caerá la noche y necesitamos resguardarnos, este me parece un buen lugar para hacer un refugio, además parece que más tarde lloverá.

_ Puedo ayudar en algo. - se ofreció ella.

Él sonrió, era una gran mujer, no lloraba, no se quejaba y ponía todo de su parte para no ser una carga. Pocas como ella. Sería una esposa, digna representante de alguno de los hombres de la sierra, pensó, pero todos estaban casados y definitivamente eran más jóvenes que ella, el único cercano a su edad era Bruno, pero Bruno sería imposible.

Divertido sacudió la cabeza para deshacerse de esos pensamientos, ya estaba delirando, si Bruno supiera, pero no se lo diría. Bastante tenía ya con su familia, como para dejar que lo emparejaran con una mujer.

_ Solo espéreme aquí. - pidió. _ echaré un vistazo por los alrededores y buscaré material para levantar el refugio, yo le digo si necesito de su ayuda. - luego se marchó.

ROMPIENDO MIS CADENAS/ No.1️⃣5️⃣ Serie: HOMBRES DE LA SIERRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora