Era la cuarta noche que pasaban en el lugar, Julia ya no sentía dolor en su pie, ni estaba inflamado, Bruno también había mejorado, su herida iba progresando bien y la fiebre había desaparecido, sin embargo, él parecía no estar tan bien, era de madrugada, a Julián le había tocado hacer guardia, mientras que los demás dormían, Bruno había insistido en cederle la cama a ella, y aunque se estaba más cómoda, no podía dormir, había notado como Bruno se había movido toda la noche, incluso se había levantado en varias ocasiones para tocar su frente y verificar que la temperatura no hubiese vuelto, y así era, no había rastros de fiebre, sin embargo, a ratos su respiración se volvía pesada, balbuceaba palabras ininteligibles y se removía en su lugar.
Sentía pena por él, debería de ser muy difícil su situación, con una esposa que lo había dejado y unos hijos que no lo querían en su vida, debía de sentirse muy solo.
Se acercó y tomo su mano y de forma increíble, eso pareció tranquilizarlo.
Se alegró, Bruno era un gran hombre, lo sabía porque Elizabeth se lo había contado, pero ahora ella misma lo estaba conociendo. Bajó su cobija de la cama y se acomodó junto a él, así, sin soltar su mano, quería que se tranquilizara, luego regresaría a su lugar, pero no supo en qué momento el sueño la venció.
Bruno luchaba con sus pesadillas, ¿o serían sus recuerdos?, No lo sabía, pero ahí estaba, parado solo, en medio de su dolor, miró a su alrededor, todo le parecía tan irreal, su esposa ya no estaba y su hermosa familia se había diluido junto con ella, sus hijos no estaban a su lado, y su pequeña, aunque quisiera no le permitían acercarse a él. Miró al otro extremo de la tumba abierta, solo para encontrarse con la mirada dura de Fernando su hijo mayor, a su lado Braulio, qué también lo miraba con resentimiento, y junto a ellos, pero rodeada de sus abuelos maternos, su pequeña Lily, quien lloraba desconsoladamente.
Apretó los puños, estaba muerto por dentro, amaba a su esposa, amaba a sus hijos, pero ella, se había ido y ellos no querían saber nada de él, lo culpaban por su muerte y la de su hermano mayor, lo odiaban incluso antes de que ella muriera, y él, aunque había hecho todo por ellos, no podía hacer nada más.
Ahora mismo toda su familia estaba del otro lado y lo evitaban como la peste, y más cuando hizo su aparición su otra familia, sus amigos, los hombres de la sierra, Santiago no se había separado de él ni un momento, los demás habían ido llegando, uno a uno, todos con sus esposas y con sus escoltas, que guardaban su distancia discretamente.
El ambiente se sentía tenso, él ya no tenía familia y los pocos qué le quedaban no lo buscaban, a causa de sus actividades, así que todos los que estaban ahí, era gente que iba por parte de su esposa y de sus hijos y todos al igual que ellos y los padres de ella, los veían con recelo.
Despreciaban todo lo que tuviera que ver con él y aunque la mayoría de los presentes deseaban sacarlo de ahí, nadie se atrevió a mover un solo dedo, porque sabían quiénes eran ellos, esos hombres rudos, que imponían temor y respeto.
Cuando el momento llegó, se acercó a la tumba, en una mano sostenía una rosa roja y con la otra tomó un puño de tierra. El silencio que se hizo fue impactante, estaba seguro de que todos los presentes deseaban que se marchara, según ellos no tenía derecho a estar ahí, pero ya no le importó, había aceptado la absurda petición de sus suegros, de no presentarse en la funeraria, y no lo había hecho, pero este momento y este derecho nadie se lo quitaría, era su esposa, la mujer con la que había compartido su vida, la madre de sus hijos, la mujer que también lo amó como él la amó a ella.
Ante la mirada atenta de todos los presentes y de un silencio espectral, arrojó la tierra y luego dejó caer la rosa de su mano, no sin antes dejar plasmado un beso en ella, un beso que quería que llegara hasta el cielo en donde su amada esposa seguro se encontraba ahora.
Se dio la vuelta y se marchó, seguido de sus amigos, de su otra familia.
Cuando se alejaba sintió que alguien tomaba su mano y lo reconfortó en gran manera, porque en ese justo momento no había nadie a su lado, sabía que era ella, ¿quién más? Se sentía como ella, levantó la mano para cerciorarse de que de verdad no había nadie ahí, pero se sentía tan real, luego noto que sí había otra mano entrelazada con la suya, que, sí era real, pero no estaban en el panteón, ni en ningún funeral, si no en la cabaña, todo había sido un sueño, o un recuerdo, porque lo había vivido, y la mano que tenía no era la de su esposa, era la de Julia, ¿sería que ella le estaba hablando? ¿sería eso? Se incorporó aun aturdido, pero no hizo movimientos bruscos que la despertaran, estaba a su lado y dormía profundamente, no quería pensar que había estado velando su sueño, pero todo indicaba que así había sido.
Con cuidado soltó su mano y se puso de pie, necesitaba aire fresco, necesitaba despejar su mente, hacia años de la muerte de su esposa, nunca pensó en buscar quien la sustituyera, y sin embargo, lo que estaba sintiendo por Julia, era algo nunca antes experimentado, ni siquiera en sus años con su esposa, esto era diferente, era vivificante, ya no era un adolescente, pero su corazón adormecido por el dolor empezaba a despertar a un nuevo sentimiento, ella tampoco era una jovencita, ambos tenían hijos adultos, ambos tenían una vida recorrida, ¿de verdad podría esperar algo de esto? Que, por cierto, no estaba contemplando los sentimientos de ella, por supuesto que lo ignoraría, ella no era como el montón de mujeres que se le insinuaba constantemente, ella era una mujer seria, respetuosa, creía imposible que estuviera buscando una aventura y si deseaba algo serio, si de verdad hubiese química entre ellos, ¿sería capaz de cumplir con sus expectativas? No quería otra derrota, no quería llevar a otra hermosa mujer al límite de sus fuerzas y su tolerancia. Graciela, su esposa no lo había soportado, a pesar de que no había sido su intención dañarla, aun cuando intentó dejar de lado a Santiago y su gente y permanecer con su familia, las cosas no se dieron y optó por regresar con él, fue y aún era lo mejor... para todos.
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ROMPIENDO MIS CADENAS/ No.1️⃣5️⃣ Serie: HOMBRES DE LA SIERRA
RomanceEl pertenecer a un grupo criminal, lo llevó a perder a su familia, el pertenecer a otro, lo salvó. Dentro de su mundo de caos y tinieblas, por fin brilla una luz de esperanza, quizás pueda recuperar a sus hijos, pero juntamente con ellos, también ll...