CAPÍTULO 37 JUSTICIA

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Rosendo se resistió cuando esa gente le ordenó darle un escarmiento a su rebelde hijo.

_ ¡Están locos! - gritó Iván cuando escuchó lo que le pedían a su padre. _ No soy un niño, soy un adulto.

_ Entonces deberías de haberte comportado como un adulto. - lo enfrentó Bruno.

_ ¿Papá? - se volvió a él suplicando su apoyo.

_ Les juro que yo le aplicaré un correctivo. - suplicó. _ me lo llevaré, incluso lo sacaré del país, no molestará ni hará más tonterías.

_ No las hará aquí. - se mantuvo Bruno imperturbable. _ pero las hará en cualquier lugar en donde esté y no dejaré que sea así.

_ Yo personalmente te advertí. - intervino Santiago. _ qué no te metieras conmigo o con mi gente, sé que tú no lo hiciste directamente, pero no le enseñaste a tu hijo a respetar a los demás y permitiste que hiciera de las suyas, por desgracia para ti y para él, en esta ocasión lo hizo con las personas equivocadas y va a pagar por ello, así que lo haces tú o lo hago yo a mi manera.

Rosendo miró impotente como los hombres de Santiago a una orden suya tomaban a su hijo y lo inmovilizaban, atando sus pies a las patas de una pequeña mesa de madera que ellos mismos habían llevado, luego habían procedido a atar también sus manos al otro extremo, quedando con el torso sobre la mesa, como si hubiese sido echa a la nedida y para tal efecto, y aunque se resistía y gritaba como loco, nada le valió.

_ Por favor. - suplicó. _ ya fue suficiente, el chico ya aprendió.

_ Tienes dos opciones. - lo ignoró Santiago, entregándole una tabla de regular tamaño. Le vas a dar 20 tablazos con todas tus fuerzas o lo va a hacer mi gente y créeme, ellos no van a tener compasión, así que lo haces tú o lo hacen ellos, escoge.

_ ¡PAPÁ! - gritó su hijo. _ NO TE ATREVAS, NO LO HAGAS. - ordenó. _ Tu eres más poderoso que ellos, solo llama a tu gente, no tienes por qué doblegarte ante estos. - dijo con desprecio.

_ ¡CALLATE! - ordenó. De verdad que su hijo era un inconsciente, su inmadurez era palpable y también su prepotencia, que a pesar de las condiciones en las que se encontraba, se atrevía a provocarlos.

_ No tienes porqué doblegarte a ellos. - volvió a insistir. _ enséñales quien eres tú.

_ Lo voy a hacer porque no me queda de otra. - dijo. _ pero estoy pensando que de verdad lo mereces. - miró a su hijo con enojo, pero también con compasión, de verdad no entendía en que situación estaban metidos.

Miró como a una orden de Santiago sus hombres le bajaban los pantalones, incluyendo la ropa interior. Las protestas de su hijo no se hicieron esperar.

Una última indicación. - dijo Santiago, no me quieras ver la cara, si no son lo suficientemente fuertes, tú hijo va a pagar las consecuencias. Por cada fallo tuyo uno de mis hombres va a disparar en contra de él, así que tú sabes lo que haces.

Mentiría si dijera que no estaba asustado, él nunca se involucraba en estas cosas, eran sus hombres quienes hacían todo el trabajo sucio, y lo peor, que no era cualquier persona, era su hijo, el único que tenía.

Se puso en posición, escuchaba la voz de su hijo gritar furioso, pero no le prestó atención, si lo hacía no podría.

Asestó el primer golpe y no pudo dejar de oír su grito, que más que de dolor fue de rebeldía, lo que le hizo saber con horror qué no había sido lo suficientemente fuerte.

_ Primera y última advertencia. - escuchó la voz de Santiago. Miró a su alrededor y advirtió como un hombre se posicionaba cerca de ellos, con su arma en la mano, también pudo ver que todos los que estaban retenidos habían sido llevados a presenciar el espectáculo.

Tomó valor y asestó él segundo golpe, luego el tercero al cuarto su hijo ya estaba llorando y su corazón estaba partido, no supo en qué momento bajó la intensidad, cuando escuchó el disparo y el grito de dolor de su hijo.

Instintivamente se abalanzó contra el hombre que disparó, pero no logro llegar a él, la gente de Santiago lo detuvo de inmediato.

Cuando se hubo calmado, al menos en parte, porque no podía estar calmado escuchando los lamentos de su hijo y viendo la herida de su pierna que sangraba y nadie hacía nada, ni lo dejaban a él, entonces se posicionó de nuevo y siguió, sabía que lo lastimaba, pero más lo lastimarían ellos si no lo hacía.

Cuando terminó y liberaron a su hijo entregándoselo en sus brazos, se derrumbó, el chico estaba casi inconsciente.

_ Te odio. - apenas pudo balbucear. Pero él lo abrazó con fuerza.

_ Llévatelo. - dijo Santiago entregándole un papel con algo escrito. _ en esta clínica no te harán preguntas, solo sé discreto al llegar. Alguien ya te estará esperando. En cuanto a estos. - señaló a un grupo de sus hombres que tenía separado de los demás. _ escucha lo que te voy a decir, quiero que cada uno reciba un escarmiento, porque nadie que lastime a mi gente se va así como así, y ellos. - señaló a los amigos de su hijo. _ les aplicarás un correctivo, al igual que a tu hijo, en esta ocasión puedes ordenar a alguien más que lo haga, pero deberá de ser lo suficiente como para que entiendan que éste no es el camino y que no tiene nada de gracioso lastimar y divertirse a costa de los demás. Ahora llévate a tu hijo. Estos seguirán aquí, bajó el resguardo de mis hombres, cuando regreses te los entregaré para que te hagas cargo de ellos. Y no nos quieras ver la cara, sabré que es lo que haces y como lo haces. Te metiste conmigo y ahora no te dejaré en paz, sabes a lo que me refiero. - sentenció.

Y claro que lo sabía, de aquí en adelante no tendría libertad de hacer nada, sabía que cualquier cosa que intentara y que hubiera gente inocente de por medio, lo tendría sobre él, sin contar con que a estas horas ya tendría control de sus cuentas bancarias y de tantas y tantas cosas que solo le concernían a él, pero que Santiago ya habría tomado el control.

Estaba furioso y temeroso, su hijo necesitaba atención médica, aunque no corría peligro de muerte, lo sabía, no era el estilo de Santiago Morán, él solo mataba en defensa propia, o dejaba que sus enemigos lo hicieran por él, sabía ya de muchos amigos y amigos de sus amigos que habían pasado por esto y tarde que temprano habían terminado dejando ese estilo de vida, algunos se habían regenerado y empezado una nueva vida, otros habían terminado mal, por aferrarse a algo que ya no podían hacer y otros habían optado por dejar todo y buscar otro lugar en el cual establecerse y continuar con sus actividades, ahora él sabía que irremediablemente tendría que escoger una de esas tres opciones, porque no podía seguir como hasta ahora, él no se lo permitiría. Su vida se había terminado ahora.

Santiago, Aureliano y Bruno lo vieron desaparecer. Los tres se miraron, sabían por lo que ese hombre estaba pasando y el dilema en el que se encontraba ahora, los tres deseaban que tomara la mejor decisión, era un criminal, lo sabían, pero el hecho de que hubiese acudido a poner un alto a su hijo, cuando se enteró de lo que estaba haciendo, y que su hijo le importara tanto, hablaba de que podía ser rescatable, otro lo hubiese entregado con tal de no tener problemas con ellos y salvarse a sí mismo. Él no lo había hecho. Se había quedado a afrontar las consecuencias.

_ Espero que sea uno menos contra el cual enfrentarnos. _ dijo Bruno.

_ Eso espero. - lo miró Santiago dejando escapar un suspiro.

Sabían que de una u otra forma Rosendo Granados dejaría de ser un problema para ellos, y por consiguiente su hijo Iván y si tenían suerte sus amigos también.

ROMPIENDO MIS CADENAS/ No.1️⃣5️⃣ Serie: HOMBRES DE LA SIERRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora