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Sungchan odiaba ir a la preparatoria. Odiaba a sus compañeros y maestros, eran una bola de gente hipócrita que solo le sonreían y seguían por ser hijo de alguien con dinero. Cuando se graduara, pediría irse a estudiar al extranjero y no tener que verlos nunca más, pero por mientras tendría que aguantarlos.

Cuando la alarma de su teléfono sonó, quiso lanzarlo por la ventana, pero su padre ya no le compraría otro, así que mejor solo la apagó, y después de un pesado suspiro se levantó. Al poner sus pies en la alfombra a lado de su cama, sintió como aplastó algo suave, y de inmediato lo agarró cuando se dio cuenta que era su peluche de Curocurokuririn, o bueno, suyo como tal no era pero como el dueño nunca fue a reclamarlo, ahora era de su propiedad.

Su hijo...

«Shotaro, ¿cómo estará?», se preguntó a sí mismo como era su costumbre. Habían pasado doce años desde la última vez que se vieron, pero en todo ese tiempo nunca lo pudo olvidar. ¿Cómo olvidar a alguien tan lindo como él? La única persona que posiblemente sí lo llegó a querer de verdad, pero que por culpa de su madre se había tenido que separar de él, y cuando quiso volver a buscarlo ya era muy tarde, ya no vivía en aquel departamento. Y sí, también lo había buscado en Instagram, pero muchas de las cuentas o eran privadas o no eran él. ¿En dónde se había metido?

Volvió a suspirar cuando se vio en el espejo una vez que se peinó, así eran sus mañanas, despertar y pensar en Shotaro, y sus noches, soñar con él. Trataba de imaginarse cómo sería ahora, ¿seguiría teniendo ese problema al hablar?, ¿habrá crecido mucho?, y sus ojos... ¿seguirán siendo así de bonitos? Ojalá algún día pudiera verlo de nuevo.

Una vez que estuvo listo, salió de su habitación directo a la cocina, en donde se encontraba su padre tomando una taza de café mientras leía algo en su tableta, muy probablemente las noticias, y su Nana, quien fielmente seguía con ellos, terminando de preparar el desayuno.

—Buenos días, Sungchan—lo saludó Jaehyun apagando el aparato y poniéndolo a un lado.

—Buenos días, papá. Y buenos días a ti también Nana—devolvió el saludo en un tono monótono y sin expresiones, como era habitual de él.

—Hola, joven Jung. En un momento le sirvo.

Después de la separación de sus padres, Sungchan se había quedado con Jaehyun ya que había ganado su custodia, el único detalle era que aún así tenía que seguir visitando a su madre los fines de semana, hasta que cumplió trece años, desde ahí pidió no volver a verla, y se ha cumplido hasta la fecha. No ha sabido sobre ella, solo lo que de pronto le cuenta su padre pero aún así no le importa.

Una vez que terminó su desayuno, Jaehyun y él se fueron juntos. Sungchan estudiaba en un colegio privado, muy conocido por solo recibir a hijos de empresarios, actores, cantantes, gente con mucho dinero básicamente. Aunque él y su padre eran muy respetados por la institución y todos los que estudiaban y trabajaban allí, ya que Jaehyun era el dueño de una empresa de entretenimiento muy importante, y daba muy buenas donaciones a la escuela. Por eso todos trataban de quedar bien con él.

—¿Vas a querer que pase por ti? ¿O te vas tú a la casa?—preguntó Jaehyun antes de que su hijo bajara del auto.

—Ya te he dicho que yo me puedo ir solo—respondió rodando sus ojos harto.

—Solo quería saber, ¿qué tal si esta vez cambiaste de opinión?

—Yo te lo diría. Ya mejor me voy—abrió Sungchan el auto y salió de este mientras Jaehyun se despedía de él.

Antes de entrar, se colocó sus audífonos y comenzó a escuchar música para así ignorar a todos. Podía sentir sus miradas, de chicas que probablemente hablaban sobre lo guapo que se veía hoy, y de hombres que era obvio que sentían envidia de él. Cuando llegó a su salón de clase, un chico se acercó a él rápidamente. Su nombre era Jisung, y por alguna extraña razón no se separaba de él aún cuando trataba de ignorarlo y alejarlo.

—¡Sungchan, no lo vas a creer!—le dijo emocionado.

—¿Qué quieres, Jisung?—preguntó fastidiado, dejando caer su mochila al suelo y sentándose en su lugar.

—¡Hay un chico nuevo!—gritó emocionado, sacudiendo el brazo de Sungchan, quien frunció el ceño ahora molesto por la actitud de Jisung.

—¿Y a mí qué me importa?—dijo mientras trataba de quitarse a Jisung de encima. El timbre sonó, anunciando el inicio de la clase—Ya escuchaste, vete de aquí antes de que llegue el profesor—Jisung se alejó, y Sungchan agradeció a la campana, un grito más y probablemente lo golpeaba. Eran apenas las 8 de la mañana, ¿por qué molestaba tan temprano?

Poco tiempo después llegó el profesor Lee, poco le importaba a Sungchan. Al parecer sí había llegado un nuevo alumno pero tampoco le pondría atención, ya sabía que ese también lo seguiría, igual que todos.

—¿Te gustaría presentarte?—le preguntó el maestro al nuevo alumno.

—Mi nombre es Osaki Shotaro, espero que nos llevemos bien.

Sungchan inmediatamente levantó su mirada hacia donde estaba Shotaro. ¿En serio era él? Sintió como su respiración se entrecortaba y que su corazón se aceleraba cuando ambos cruzaron miradas. ¡Claro que era él! A pesar de que había crecido, seguía luciendo igual de lindo.

Tenía tantas emociones encontradas. Había esperado mucho tiempo para ese momento, para volverlo a ver.

No le quitó su mirada de encima, hasta que varios de los alumnos comenzaron a taparle la vista. La clase había comenzado pero él ni siquiera podía escuchar al profesor, lo único que pasaba por su mente era Shotaro, Shotaro, Shotaro.

Quien había regresado a él.

LIMÓN & SALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora