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La vida de Shotaro había mejorado considerablemente. Cuando era niño, él y sus papás solían vivir en un apartamento muy sencillo pero gracias a su padre, quien trabajó duramente, ahora ya tenían su casa propia.

Después de que él y Sungchan se separaran, asistió a la primaria como cualquier otro niño, y a decir verdad, fue muy bien recibido con sus nuevos compañeritos. Pero aún así, no era lo mismo sin Sungchan, Shotaro lo quería a él. Su madre habló con él al respecto, le dijo que así era la vida: personas vienen, personas se van pero tenía que seguir adelante, tenía que abrirse a conocer nueva gente y obtener nuevas experiencias, tomar lo más importante de ellos y ser mejor cada día. Shotaro tardó en comprender eso, pero una vez que creció se dio cuenta de la verdad detrás de las palabras de su madre.

Trató de dejar ir a Sungchan, pero seguía en sus pensamientos incluso si trataba de evitarlo. Hizo nuevos amigos, pero ninguno podía lograr borrar lo que alguna vez fue en su vida. Shotaro no comprendía como un niño que conoció en un año dejó un vacío en él, y hasta la actualidad seguía sin entenderlo.

Volver a reencontrarse con Sungchan lo tenía en un dilema. Mentiría si dijera que su corazón no se aceleró cuando sus miradas se toparon, que sintió como el tiempo se detenía y que todos a su alrededor desaparecían; pero de igual manera, todo lo que luchó por seguir adelante y dejar ir al fantasma de Sungchan había sido en vano.

«¡Qué pequeño es el mundo!», pensó cuando al pasar al frente para presentarse vio a Sungchan sentado ahí escuchando música.

Durante las noches de insomnio, solía preguntarse cómo sería después de tantos años sin verlo. Tal vez más alto, más amargado... más lindo. «¿También pensará en mi?», se preguntaba aunque creía que la respuesta era clara, sino se habría tratado de comunicar aunque sea, mínimo un mensaje. Pero no, desde aquel día en que la madre de Sungchan lo corrió de su casa ya no volvió a saber de él. Trató de buscarlo en Instagram, ¡y lo encontró! Pero no era lo suficientemente valiente para darle follow, Shotaro se sentía terrible al ver la cantidad de seguidores que Sungchan tenía, ¿acaso era modelo? ¿O por qué tanta gente lo seguía? Mientras que él a duras penas y tenía cien seguidores, era tan poca cosa, probablemente se perdería entre toda esa gente.

«¿Acaso crees que te he olvidado?», Shotaro se cubrió por completo con su colcha ya que se había sonrojado al recordar lo que le había dicho Sungchan, esa pregunta no salía de su mente, tenerlo así de cerca lo hizo sentir cosas que claramente no quería. Era tan débil ante él, siempre se había dicho a sí mismo que si algún día llegaba a reencontrárselo, no se dejaría llevar, pero... ¿cómo no hacerlo? Con esa cara y esa voz, le era imposible evitar que su corazón se acelerara por su culpa.

—¡Sungchan, ya déjame en paz!—dijo mientras se giraba en su cama ya que no podía dejar de pensar en él.

Despertarse fue difícil para Shotaro, después de todo siguió pensando en Sungchan por más tiempo. Suspiró pesadamente, a mala hora entró a esa preparatoria ahora le era imposible sacarlo de sus pensamientos.

Al entrar al salón de clases se dirigió directamente hacia su mesa, colocó su mochila detrás de la silla y tomó asiento listo para comenzar la clase. Shotaro era muy puntual, siempre llegaba temprano a la escuela no importaba qué. Sacó de su mochila el libro y libreta de matemáticas ya que esa sería su primera clase, sí, vaya manera de comenzar el día. Al colocar sus cosas en la mesa, observó como en esta había una paleta de limón que le solía gustar, y adherida a ella una pequeña nota. Giró su rostro hacia la única persona en ese salón que sabía sobre su gusto por aquel caramelo: Sungchan, quien lo saludó con su mano. Volvió su mirada hacia la nota, no quería abrirla, al hacerlo, sentía que era darle entrada de nuevo a su vida, pero aún así lo hizo y vaya que se arrepintió.

"Siempre compro estos dulces aunque a mi no me gusten, pero tenerlos es como tenerte a ti cerca de mí. Aún recuerdo el día que me regalaste uno de estos a manera de disculpa, qué curioso ¿no? Ahora soy yo quién te la da :)"

Shotaro sintió su rostro sonrojado, ¿¡cómo se atrevía a escribirle eso!? Trató de cubrirse para evitar que Sungchan y los demás compañeros lo vieran pero sus orejas igual lo delataban, y se dio cuenta de ello cuando una bola de papel lo golpeó en la cabeza, en ella estaba escrito:

"¿Por qué reaccionas así? Haces que incluso yo me sonroje"

Nuevamente se sonrojó pero esta vez tomó el papel y se lo lanzó a Sungchan con fuerza haciéndolo reír. Sus compañeros, y hasta el propio Shotaro, se sorprendieron al verlo así ya que nunca se mostraba alegre.

—¿Qué te causa tanta gracia?—le preguntó "molesto".

—Nada—respondió sonriendo para después girarse y seguir viendo su teléfono, aunque su sonrisa no desapareció hasta que los demás y el profesor entraron al aula.

Sungchan, Sungchan, Sungchan... eso fue todo lo que estuvo pensando Shotaro durante todo el día.

LIMÓN & SALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora