CAPÍTULO 4: El lago

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Por fin habían terminado la primera poción. Draco había ayudado muchísimo a Harry, pero el azabache se sentía orgulloso de haber contribuido.

— Por fin... Ha sido un infierno estar a tu lado, Potter. — dijo el rubio poniendo los ojos en blanco, obviamente en broma.

— Ja, ja, ja. — dijo Harry, en tono sarcástico. — En el fondo sabes que gracias a mi vamos a aprobar esto.

— ¿Gracias a ti?, ¡pero si he sido yo quien ha hecho todo el trabajo! — contestó Malfoy.

— Pero yo también he contribuido. ¡Sabes que no se me da bien pociones! He hecho lo que he podido. — dijo el azabache, fingiendo estar ofendido.

— Sí, sí, lo sé. Bueno, se hace tarde Potter, será mejor que volvamos a nuestras habitaciones. — sugirió Draco.

— Tienes razón. ¿Mañana aquí a la misma hora? — preguntó el azabache.

— Me parece perfecto. Nos vemos, Harry. — respondió el Slytherin, sintiéndose valiente de haber llamado al chico por su nombre de pila.

— Adiós, Draco. — dijo Harry, empatizando el nombre del rubio.

Cada uno se dirigió a su casa de hogwarts. Cuando Harry llegó a la sala común de Gryffindor, se encontró allí a Ron y Hermione, que todavía no habían acabado sus pócimas.

— ¡Harry! ¿Qué tal ha ido con el rubio teñido? — dijo Hermione.

— Os tengo que contar tantas cosas... — dijo Harry, y empezó a explicar a sus compañeros la escena de la enfermería.

— ¿QUÉ? ¿CÓMO QUE ÉL TE PIDIÓ QUE TE TUMBARAS CON ÉL? — exclamó el pelirrojo. — Hay dos opciones: o Malfoy está poseído o se ha dado un golpe fuerte en la cabeza. — añadió Ron.

— Harry, dinos la verdad, ¿te cae bien Malfoy? — preguntó Hermione, que ya sospechaba que pasaba.

— Pues, a ver, hoy me lo he pasado bien con él, y desde lo de la enfermería ha sido más amable... A ver, yo no diría que es mi amigo pero... sí, se podría decir que me llevo mejor con Draco... — explicó Harry, algo avergonzado.

— ¿Draco? No me digas que ahora os llamáis por vuestros nombres... Creo que me voy a desmayar. — dijo Weasley.

— ¡Empezó él! Mirad, se que nos a hecho la vida imposible muchas veces, pero creo que ha madurado. A lo mejor no es tan malo como parece, él se expresa así. — dijo el azabache.

— Tranquilo Harry, entendemos que, por alguna extraña razón que no llego a comprender, —mintió Hermione, que sabía perfectamente la razón por la que el rubio era amable con su amigo— Malfoy haya cambiado y os lleváis bien. Pero recuerda todas las veces que nos faltó al respeto. No esperes que nosotros seamos igual de amables.

— ¡Pues yo no lo entiendo! Mira Harry, no se cómo te puedes llevar bien con ese, pero te juro que como dejes de hablarnos por estar con ese... —Ron no llego a terminar la frase, porque vio la cara de enfado que le lanzaba la morena y la mirada cabizbaja de Harry.— Lo que quiero decir es que nos lo ha hecho pasar muy mal. No seas una presa fácil Harry, ves con cuidado.

— Vale chicos, no hay nada de lo que preocuparse. De todas formas, creo que me voy a dar una vuelta al jardín, necesito que me dé el aire fresco. —contestó Potter.

— Está bien Harry, cuídate. —dijo Hermione, y se despidió.

Harry cogió su capa de invisibilidad y salió de la sala común. Recorrió los pasillos sin hacer ruido y salió del castillo sin que nadie se diese cuenta. Quería estar solo y reflexionar sobre lo que le habían dicho sus amigos, así que decidió irse al lago. De pronto oyó una voz cerca del lago, una voz preciosa y conocida. Sí, la irreconocible voz de Malfoy. Parecía que hablaba con los peces de lago.

— Oh, hola, ¿qué haces aquí? Quería estar solo. —dijo el azabache.

— ¡Pot-... Harry! Me has asustado. La verdad, había venido para despejarme un poco, pero mejor me voy. —respondió el Slytherin. Harry quería estar solo y él no quería molestarlo.

— No hace falta que te vayas, yo también había venido a despejarme. Últimamente todo está siendo muy complicado.

— Pues parece que estamos en las mismas. ¿Quieres sentarte conmigo? Hoy las estrellas se ven preciosas reflejadas en el agua del lago. — propuso el rubio.

— Está bien. — Respondió simplemente Potter.

Los chicos estuvieron contemplando el agua, las estrellas y la luna durante un rato. Harry se tumbó en la hierba para ver directamente el cielo. Draco, casi inmediatamente, hizo lo mismo.

— Mira Draco, esa constelación parece un dragón. Esa es la cabeza y el resto parece el cuerpo y la cola. —señaló el azabache. Malfoy comenzó a reír.— ¿Qué pasa?, ¿he dicho algo gracioso? — preguntó Potter, confuso.

— ¡Harry, esta es mi constelación, la constelación Draco! —dijo el Slytherin, entre risas. El Gryffindor pronto se unió a las risas y acabaron riéndose los dos juntos.

— ¿Sabes Draco? Creo que te he infravalorado. No es tan malo ser tu amigo al fin y al cabo. —confesó Harry.

— ¿Así que ahora somos amigos, niño prodigio? —dijo el rubio, disimulando la felicidad que le invadía por dentro.

— Por supuesto, bueno, si el niñito rico lo quiere así. -dijo el azabache.

— Claro que quiero, idiota. —confesó finalmente Draco.

— Entonces perfecto. Esta empezando a hacer frío, deberíamos volver. —dijo Harry, mientras se levantaba y cogía su capa de invisibilidad.

—Tienes razón, vamos. —respondió Malfoy.— ¿Qué es eso de ahí? No me digas que es una capa de invisibilidad... Con razón siempre desaparecías y te salías con la tuya. Harry rió.

— Sí, lo es. Vamos, escóndete conmigo bajo ella, así no nos atraparán. —dijo el Gryffindor. Draco asintió.

Los dos iban juntos bajo la capa, siendo lo más ágiles y silenciosos posibles. De pronto, oyeron la voz de Filch, cada vez más cerca. Rápidamente, tanto el rubio como el azabache se movieron y se colocaron en una esquina, siempre bajo la capa, a esperar a que el vigilante pasara de largo. A Draco le latía el corazón con mucha fuerza, estaba detrás de Harry, pegado a su cuerpo. Intentaba contener su respiración agitada. En cambio, Potter solo sentía que tener a Malfoy tan cerca lo ponía nervioso, podía sentir la respiración del rubio en su nuca. Cuando Filch ya se alejaba, los chicos siguieron su camino. Finalmente llegaron a la sala común de Slytherin, donde se despidieron. El Slytherin entró y el Gryffindor se dirigió a su sala común, cubierto con la capa. Al llegar, todo el mundo estaba ya dormido, así que no tuvo que dar explicaciones y simplemente se dirigió a su cama.

Harry se puso a pensar en todos los sucesos. Aquella noche con Malfoy había sido maravillosa, incluso algo muy en el fondo de Harry se arrepentía de no haber comenzado la amistad con Draco en primero año. Finalmente, el azabache cayó dormido en un profundo sueño.

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