Capitulo Cuatro

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LISANDRO

¿Qué mierda es ese sonido?

¿Paulo se había olvidado su teléfono? ¿Qué clase de horario enfermizo era este como para poner una alarma? 

Licha agarró la almohada que tenía a su costado y se la aplastó contra la cabeza. Más vale que el estridente sonido parará pronto. Ni siquiera debían ser las seis de la mañana…

¡Mierda!

Saltó de la cama y tropezó con las sábanas que le atrapaban los tobillos.

Saltando sobre su pie con un golpe en el dedo meñique, se puso los ajustados jeans de la noche anterior. 

El timbre volvió a sonar. Qué sonido de mierda. 

Se imaginó el júbilo que Cristian sentía tocándolo como si fuera su puto cumpleaños.

Su camiseta arrugada olía a loción de afeitar de otra persona, pero no había tiempo para ser quisquilloso. Ese timbre lo estaba volviendo loco. 

Entró pisando fuerte en el vestíbulo, se frotó los ojos para quitarse el sueño de encima y abrió la puerta de un tirón. ¿Debería azotarla en la cara de Cristian?  Quizás no le importaba si, después de todo, era tan antipático como decían.

Un Cristian, sonriente y con ojos frescos, estudió a Lisandro como si esperara que se echara atrás con su trato. "Te ves genial, cariño". 

"Andate a la mierda vos también". 

Cristian pisó el umbral y su familiar aroma a madera y canela envolvió a Licha. “Será mejor que restrinjas esa boca tuya, Martínez.  Los chicos llegarán pronto”. 

Detrás de Cristian, dos mujeres con gorras de color azul brillante arrastraban cajas de comida. 

“¿Nos vas a dejar entrar?”  Los labios de Cristian se curvaron.  “¿O necesitas tiempo para encontrar tu voz? ¿Quizás estás esperando a que primero se vaya tu cita?"

"Sin cita, solo yo". A regañadientes se hizo a un lado. "¿Cómo diablos hiciste vos para restringir esa boca sucia, Romero?" 

Cristian se cruzó de brazos y estiró su camiseta azul brillante sobre su pecho bien definido. Si Lisandro no lo conociera mejor, pensaría que el tipo se estaba luciendo.  "Sustitución. No creo que tengas la confianza suficiente para eso”.

Lisandro agarró el firme bíceps de Cristian y lo apartó del camino de las mujeres.  "La cocina está al otro lado del vestíbulo, al final del pasillo, la última habitación a la derecha". Pellizcó a Cristian a través de su suave manga y lo soltó.  “Claro que tengo pu-enorme confianza”. 

Cristian sonrió. “Bueno, galletita. Que elegante." Golpeando sus botas sobre los pisos de mármol pulido, caminó hacia la cocina.

¿Galletita?

Lisandro emitió un quejido y corrió hacia la cocina tras él. Si un grupo de revoltosos iba a pisotear su casa, necesitaban reglas básicas.

“Quiero que los chicos estén supervisados en todo momento.  Que no toquen nada a menos que yo diga que está bien hacerlo”.

Cristian entró en la gran cocina que Licha apenas usaba. Era demasiado grande para él.  Además, salir a comer era más fácil; no tenía que cocinar ni limpiar para el sólo. 

"Esto es perfecto." Cristian le dedicó lo que posiblemente pasaba por una sonrisa de agradecimiento.  “Los chicos serán geniales. Te encantarán”.
 
¿A él? ¿Los chicos?  Uh, sí, difícilmente.

Cristian continuó: "Este chico, Alejo, me recuerda a vos cuando tenías catorce años". 

Lisandro parpadeó.

Cuando tenían catorce años… 
Habían sido amigos entonces. Los mejores del mundo. “¿Es un auténtico dolor de cabeza?” 

Cristian sonrió antes de concentrarse en las cargas de cajas de cereal y pan.  "Eso sería correcto si él fuera como vos ahora".

*⁠・⁠゜゚*⁠・⁠゜゚

Lisandro luchó contra las ganas de quedarse dormido y se puso a hervir huevos.

Se puso tenso ante el sonido de los pies en estampida, los gritos y algo parecido a la risa.  A las seis de la mañana, no tenía ningún sentido. La brillante tetera reflejaba su apariencia despeinada y su falta de sueño, por lo que se pasó una mano por su pelo en un intento de acomodarlo.

Cristian captó el movimiento y Lisandro bajó la mano. "Parezco galletia".

“Me encantan las galletitas”, dijo un chico, mientras un grupo de adolescentes irrumpía en el comedor.

“Toma un plato de cereal, come y lava tu plato”, dijo Cristian.

Lisandro esperó a que los chicos terminaran el desayuno antes de atreverse a ocupar un lugar en su mesa del comedor. Cogió un huevo cocido de la cesta y lo abrió. Cocido de más, ok.  Parecía verde.

Frente a él, Cristian alzó una ceja desafiandolo.

Lisandro se lo comió. 

La conversación tenía altibajos, plagada de tantos "tipo" que a Licha le daba vergüenza ajena. ¿Seguro que nunca había sonado tan boludo cuando era pibe, no?

Pero entonces…

Bien, los chicos podrían conservar sus "tipo"

“Te lo digo en serio, funciona totalmente”, dijo un chico larguirucho con el cabello desordenado, a la moda, que estaba recostado en su silla haciendo girar una cuchara en el aire.

"De ninguna manera, Alejo". 

¿Este era el chico que le recordaba a Cristian su yo de catorce años? 

Alejo golpeó su cuchara. “Sí, hay manera”. Se inclinó con complicidad, mirando a Cristian y los chicos a ambos lados de él.  "Quinientos besos es todo lo que se necesita". 

“¿Se necesita para qué?” Cristian intervino en la conversación con una mirada burlona, pellizcando una tostada.

“Robarle el corazón a alguien. El corazón de cualquiera”. 

Licha resopló.  "No hay manera. Si no estás interesado, nunca lo estarás”. 

"Confiaría en él con esto, Alejo", dijo Cristian suavemente y atrapó la mirada de Lisandro . "Él sabe." 

Lisandro lo fulminó con la mirada.  “Si, lo sé”. 

Cristian se sonrojó. Se metió la tostada en la boca y desvió la mirada.

"Me podrían besar hasta que las vacas volaran", prometió Lisandro , "y nunca sentiría nada".

Alejo agitó su cuchara mientras negaba con la cabeza. “Mi hermano Agus lo hizo con Valentín; él lo odiaba a muerte. Ahora están todo acaramelados y esas tonterías. Han estado en serio tipo como un mes entero”.

Empujó su silla y los chicos que estaban a su lado lo siguieron.  "Quinientos besos es todo lo que se necesita".

































Bueno mañana ya se pone interesante la cosa, si les va gustando dejen su voto y un comentario para hacerme feliz (es más dicil de lo que pensaba la traducción jsjsbs) <3

Cómo robar un corazón en 500 besos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora