Capítulo 7

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LAURA MARTÍNEZ

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LAURA MARTÍNEZ



Muy dentro de mí sabía que esto iba a suceder pero aún así no puedo evitar que me duela está actitud por parte de ella hacia a mi, al fin y al cabo es mi madre.

— Mami, por favor— digo en modo de súplica pero se ve que no dará paso atrás.


— No me digas nada así que toma tus cosas y lárgate de esta casa, pídele a esos amiguitos tuyos que te ayuden para ver si lo van hacer— me hace seña de que recoja mis maletas ya listas.


— Realmente no veo la necesidad de hacer esto, no te tomas el tiempo de hablar conmigo si no que vienes y actúas de esta manera— trato de acercarme pero ella retrocede.


— La hay, esta casa se respeta y tú no lo hiciste, te dejé pasar una pero no dos, te tenía en mejor estima pero vaya que me has decepcionado, Laura. No contenta con las cosas que decían de tí, vienes y duermes en la casa de esos tipos, ya que tanto te gusta estar con ellos pues ahí tienes para ver si te van a dar de comer, vestir y estudiar— claro, como se podía olvidar eso.


— Prohibido dormir fuera de esta casa mientras vivas debajo de este techo, te dejo pasar una pero no dos, no vas a andar por ahí como se te dé la gana y harás lo yo te diga. Fui tan estúpida de olvidar esas palabras y más de que siempre has comido del que dirán— me acerco y tomo mis cosas, si me quedo aquí esto se volverá un infierno para mí.

No llores, no llores

— Verás que no tendrás los mismos privilegios como los tenías aquí— dice de manera tosca.


Saco mis cosas como puedo de mi casa, bueno, ya no puedo decir es palabra, las personas me miran mientras se secretean entre ellos, me hacen sentir tan pequeña y débil ante ellos. Mis ojos me pican mientras ese nudo en mi garganta se hace más grande, sujeto con más fuerza mis maletas para seguir arrastrandolas hasta el parqueadero, no tengo a quién llamar o a donde ir, estoy sola, siempre he estado sola, miro al cielo con mi vision nublada por las lágrimas que amenazan por escapar.


— Dios, no soy la mejor pero tan poco la peor hija del mundo y tú lo sabes— mi voz sale débil, el nudo que tengo en mi garganta no me deja hablar.

¿Será que ellos de verdad no me darán una mano? Tengo que intentarlo


Saco mi teléfono del bolsillo de mi pantalón para llamar a uno de los dos chicos, tomo dos respiraciones antes de presionar el botón de llamar, repicó dos veces y su varonil voz aturdió mis oídos.

— Mi niña— dice a modo de saludo.


— ¿Puedes venir por mí? Por favor— mi voz sale quebrada.


— Ya voy, no te vayas a mover de ahí así que espérame— cuelgo la llamada y espero en silencio mientras llega, no sé porqué pero ellos siempre saben cómo llegar a mi sin que yo se los diga.

ENTRE LINEASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora