Capítulo 2

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Damson Farm, Yorkshire, Inglaterra
Octubre, 1814

Amelie estaba sentada en la cama estrecha con los pies recogidos debajo del cuerpo. Dean, Sam y Laura Beth la rodeaban. Se encontraban en un pequeño cuarto del tercer piso de la casa de los Damson, uno de los cuartos que correspondían a los sirvientes. Ya no temblaba más de miedo por el ataque de Arnold; ya no se sacudía de ira; al fin estaba en calma y pensaba fríamente en qué harían ahora. No podían permanecer allí, en la casa de la hermana de Tris.
El marido de Gertrude, Arnold, lo había hecho imposible. Gertrude toleraba a los niños, pero no aceptaba a Amelie, y era lo suficientemente desagradable como para disfrutar haciéndola sentir como una sirvienta. Gertrude descubriría pronto las actividades amorosas de su marido y no sería Arnold el que debería irse, sino Amelie, y no le permitirían llevarse a los niños.
¡Qué situación ridícula! Todo porque Arnold no podía controlarse. Le había rogado y suplicado que se entregara a él. Como no había conseguido nada, se había vuelto malvado, como sólo podía serlo un miserable bravucón. Dean, su protector, un pequeño adulto de nueve años, serio y responsable, había impedido que Arnold la violara contra la pared, en las escaleras.

— Lo mataré, Amelie —amenazó Sam y levantó el mentón—. ¡Dean debería haberlo hecho!
— Cállate, Sam —respondió Dean a su hermano de seis años con voz firme y adulta.
— No harás nada. Lo contuve, pero no confío en él, Amelie. No es un hombre sensato, y menos aún honorable.
Tenía que confiar en Dean que hablaba como si fuera un vicario, pensó Amelie mientras se inclinaba para darle una palmadita en el brazo. En realidad, Arnold Damson era una bestia viciosa y prepotente. Dean la había salvado, aclarándose la garganta para ser oído y con los puños en la cintura. Arnold se había apartado de Amelie al darse cuenta de que no podía hacer otra cosa en ese momento. No podía violarla delante de un niño, y menos delante de su sobrino.

Amelie miró a los niños uno por uno: Dean era alto para su edad pero demasiado delgado; sus ojos eran azul claro como los de su padre y brillaban con una formidable chispa de inteligencia; Sam, compacto y orgulloso, independiente e inquieto, un duende que amaba la vida y la excitación y que nunca pensaba en el mañana; y, finalmente, la pequeña Laura Beth, de sólo cuatro años, callada y tan hermosa que desconsolaba a Amelie el mero hecho de ver esa pequeña boca en la que ahora tenía el pulgar. Laura Beth se parecía a su madre, así le había dicho Tristán, y Amelie sabía que Elizabeth debía haber sido hermosa, frágil, pequeña y delicada. Seguramente poseía un cabello negro y sedoso y unos ojos azules tan oscuros que parecían negros bajo cierta luz. Amelie tosió para hablar con claridad mientras los abarcaba a todos en su tranquila sonrisa.

— Nos vamos, eso es todo —Dean suspiró con alivio.
— Supongo que ahora no tenemos otra opción. No puedo estar todo el tiempo a tu lado para protegerte.Amelie quiso rodear con sus brazos a su adulto Dean y abrazarlo hasta que crujieran sus costillas.
— No, no puedes —dijo con una sonrisa un tanto indecisa.
— Es un hombre horrible —sentenció Laura Beth, sacándose el pulgar de la boca— Lo mismo que la tía Gertrude. Y gordo.
— Eso es verdad —estuvo de acuerdo Amelie. Tomó la pequeña mano de Laura Beth, con la esperanza de mantener el pulgar fuera de la boca por unos minutos. Laura Beth se lo permitió y miró a Amelie para hacerle saber que se lo estaba permitiendo—. Quiero que me escuchen bien —dijo Amelie—. Ustedes saben que antes de que su padre muriera, en realidad, varios meses atrás, me dijo que si algo le sucedía a él, los trajera aquí, a la casa de su hermana Gertrude. También saben que era lo único que podíamos hacer. No había dinero. Ahora que el horrible Arnold ha mostrado su verdadera personalidad, tenemos que irnos. Su padre tenía un primo. Su nombre es Jared Padalecki, vizconde de Castlerose, y vive en Londres la mayor parte del tiempo. Íbamos a acudir a él en segundo lugar si las cosas nofuncionaban con Gertrude.
— ¿Es feo?— preguntó Laura Beth. Le retiró la mano y volvió a colocar el pulgar en la boca.
— No tengo idea. Pienso que tu padre lo puso como último recurso porque es soltero.
— Eso no me gusta —dijo Dean— Puede tratar de lastimarte, Amelie, como hizo Arnold.
— Arnold es un sapo —agregó Sam— ¡Bestia asquerosa!
Amelie cerró los ojos un momento. ¿Dónde había aprendido Sam semejantes expresiones? No obstante, eran justas y descriptivas.
— Sí, es cierto —admitió—. Tal vez, Dean, pero no tenemos otra opción. Sólo tengo dinero para llegar hasta Londres. A la casa de este primo. Si tiene algún sentido del deber, se ocupará al menos de ustedes tres.
— No te abandonaremos —gritó Dean, y Sam y Laura Beth asintieron solemnemente. Continuó después de pensar un momento—. No creo, sin embargo, que debas decirle a este caballero que eras la prometida de papá, como hiciste con tía Gertrude y Arnold. Pensaron que eras una impostora y no una dama.
— Tampoco puedes ser nuestra gobernanta —agregó Sam— Eso sería peor. Este primo podría alejarte de nosotros o lastimarte.
— Sam tiene razón —concluyó Dean con su voz juiciosa— Tienes que ser otra cosa.
— Tú eres mi mamá —dijo Laura Beth, sacando el pulgar sólo lo indispensable para pronunciar esta frase asombrosa. Amelie miró a la niña, pero fue Dean el que habló.
— ¡Eso es! En realidad, Amelie, no puedes ser la madre de Sam o la mía; eres demasiado joven. Pero si te hubieras casado muy joven con papá, podrías ser la mamá de Laura Beth. De ese modo este primo no podría alejarte de nosotros. Tendría que hacerse cargo de todos. Y, como eres una viuda, tendría que tratarte con respeto.
— Mamá —dijo Laura Beth y se subió al regazo de Amelie. Se acomodó contra su pecho, con el pulgar en la boca y en la otra mano su muñeca Carina Catherine.
Y eso, supuso Amelie, era todo.

Noche de Sombras || Jared Padalecki FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora