Capítulo 10

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— Entiendo —sintió una furia instantánea hacia Tristán. En absoluto hacia Amelie, pobre niña. ¡Por Dios, Tris la había tomado por esposa cuando sólo tenía quince años! ¡Una niña! Y la había dejado embarazada de inmediato—, fue una novia niña —dijo y su enfado debió haber sido evidente—. Su padre en verdad parece un tipo honorable.
Amelie lo miró desconcertada. El filo de la guillotina no había caído. Entonces comprendió. Él había sacado la más increíble de las conclusiones. Envió en silencio una acción de gracias al cielo.
— Supongo que puede decirse que era un tanto joven.
— ¡Un tanto! ¡Era un maldito bebé! No sabía que Tris fuera un...—su descarga se apagó de golpe. Tris estaba muerto. Además si Amelie había sido tan hermosa cuando tenía quince como era ahora, el pobre Tris no tenía otra posibilidad. Se encogió de hombros—. Terminaremos con el asunto de mi tutoría lo más pronto posible. ¿Por qué no se va a la cama?
Amelie caminó hasta la puerta sin darse la vuelta, agradeciéndole con cada paso, hasta que él levantó la mano para que se callara— ¡No exagere, Amelie! No soy tan perverso como para entregarla al asqueroso Arnold. A usted o a los niños.
Amelie saludó con la cabeza ahora ante los niños como lo había hecho la noche anterior ante el vizconde cuando se marchó de la sala.
— Y eso fue todo —terminó Amelie con una sonrisa para cada uno de los niños—. Así que pienso que a lo mejor todo está bien.
Escuchó que Dean profería un muy adulto suspiro de alivio. Se estiró hacia adelante y le palmeó el hombro.
— Esa parte que se refiere a que me casé siendo muy joven con su padre, recuérdenla y no se equivoquen.
— Estamos a salvo —dijo Dean, y Amelie supo que él sentía que el peso del mundo había sido levantado de sus hombros.
— Creo que vamos a ir de compras hoy. Cada uno podrá obtener lo que quiera. ¿Qué les parece?
— ¿Cualquier cosa? —preguntó Sam.
— No seas ambicioso —lo reprendió Dean con voz adulta.
— Bueno, ustedes saben con cuánto dinero contamos —recalcó Amelie—. Sólo recuerden eso.
— ¿Amelie?
— Sí, Dean.
— Lo siento, me olvidé. Es mamá. ¿Piensas que el primo Jared me dejaría tomar prestado uno o dos libros de su biblioteca?
Amelie no tenía la menor idea de la reacción del vizconde ante semejante pedido. A ella le parecía bastante razonable.
— ¿Por qué no le preguntas a él, Dean? Me parece que tiene muy en cuenta el bienestar de ustedes tres.
— Yo quiero montar sus caballos —agregó Sam.
— Eso, mi amor —dijo Amelie con firmeza—, es un asunto completamente diferente. He escuchado decir que los caballeros son muy especiales respecto de sus caballos y los niños pequeños. Veremos. Hay una cosa más —agregó Amelie dubitativa, temiendo la reacción que podía provocar—. Su primo Jared se convertirá en su tutor legal.
— ¿Por qué? El no es nuestra madre —dijo Dean con razón—. ¿Qué diferencia hay?
— El sólo nos dará un cuarto y comida —acotó Sam—. Y tal vez un caballo para salir cada tanto.
— Él es lindo —anunció Laura Beth, y ese comentario atrajo todos los ojos hacia ella.
— ¡Pequeña estúpida! ¡Los hombres no son lindos!
— No te burles, Sam —terció Dean y agregó con paciencia a su hermanita: — ¿Por qué dices eso, Laura Beth?
Pero Laura Beth sólo encogió los hombros y volvió a meterse el pulgar en la boca. Amelie sintió un nudo en la garganta. Era aterrador. Tenía que decirlo antes de convertirse en muda.
— Su primo Jared cree que los niños deben ir a Eton. Cuándo exactamente, no lo sé todavía. Es sólo que tendrá la autoridad para que ustedes hagan lo que él quiera.
Dean emitió un silbido. — Esta vez nos zambullimos en la sopa hirviendo, ¿no es cierto, Amelie... mamá?
Era envidiable cómo Dean podía ver las consecuencias con gran rapidez.
— No lo sé todavía —dijo sin mentir—. Simplemente no lo sé. Lo que sí sé es que todos nosotros debemos tratar de estar bien lejos de su camino. Ahora, debemos preocuparnos por la ignorancia de ustedes, que es mucho más vasta de lo que debiera. Después de las compras, tendremos unas lecciones, ¿está bien?

Sam vociferó su negativa. Los ojos de Dean brillaron y Amelie se sintió culpable de que no tuvieran un instructor, un verdadero instructor que supiera muchas cosas, más de las que ella sabía. Tendría que hablar con el vizconde. Como no había un área destinada a los niños, Amelie pidió a la señora Allgood que les llevara el desayuno a su cuarto. Estaban vestidos y listos para salir de Padalecki House para las nueve de la mañana. Sam, por suerte, no había hecho nada temerario durante los treinta minutos en que Amelie tuvo que dejarlo para bañarse y vestirse. Se encontraron con el vizconde al pie de la escalera. Estaba saliendo.

Noche de Sombras || Jared Padalecki FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora