Capítulo 8

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Cerca de Harrowgate, Inglaterra
Octubre, 1814

— Sí —dijo Monk Busch—, estamos cerca de ella, Boy. De ella y de los mocosos. Los agarraremos.
— Tengo sed —fue el comentario de Boy mientras se pasaba la lengua por los bigotes—. Y hambre.
— Siempre lo mismo. Eres flaco como una horca y comes como una maldita ramera gorda. Cierra la boca. Vamos a ir a esta granja de los Damson para asegurarnos que el amorcito de Tris está allí; aguanta un poco.
Boy volvió a repetir una frase ya familiar. — No sabemos si ella tiene algo que ver con esto, Monk. El viejo Tris puede haberlos escondido en cualquier parte. Uf, en Bruselas, incluso, por lo que sabemos.
Monk miró a su compañero con un profundo disgusto. — Tiramos abajo la maldita casa, miramos en todas partes, hasta en el agujero del ratón. Nada. Y su querida se va con los mocosos ni bien lo ponen al viejo bajo tierra. No, ella tiene la mercadería. Estoy seguro.
— ¿Entonces por qué vino para acá? ¿A la casa de un pariente? ¿Por qué no se escapó con todo?
Eso también intrigaba a Monk. — No lo sé —admitió—. Pero ¿qué nos importa? Es una zorra astuta, esa. Tris estaba loco por ella, se le escapó una vez, cuando estaba bien agarrado.
— Ella es una bomba —agregó Boy—. Me pregunto si el pobre Tris logró ir a la cama con ella antes de reventar.
— ¿Pobre Tris? ¡Eres un imbécil! ¡Nos estafó, Boy! ¡Sobornó al maldito juez, y nos dejó para que nos pudriéramos en esa apestosa prisión francesa! ¡Se mereció el cuchillazo por la espalda! Y en lo que respecta a su queridita, estaba viviendo con él, ¿no es cierto? Por Dios, estaba viviendo y durmiendo en su casa... cuidándolo a él y a esos mocosos. Tris no era un monje...
— ¡No, no como tú!— exclamó Boy.
— Cierra la boca, Boy. No me parece para nada gracioso. Eres un maldito bastardo. Tal vez la queridita quiera hacerlo con nosotros. Tú sabes... le dejamos un poco de mercadería a cambio de una o dos revolcadas por día.
— Es una belleza— repitió Boy—. No me importaría meterme en ella, te lo digo.
— No tienes lo suficiente entre las piernas para que pierda el tiempo contigo, no como yo. Pero ¿por qué, no? Otra cosa, Boy. No me sorprendería que ella le dijera a Tris que nos entregara. Una belleza como ella. Ve su oportunidad y la aprovecha.
Monk estaba bastante satisfecho con este análisis y continuó por un momento. — Sí, ella lo engañó al pobre Tris. Apostaría a que fue su idea comprar a los policías y hacer que nos encarcelaran en esa maldita prisión.
— Ella no es tan inteligente como nosotros— agregó Bol. Venir directo a Inglaterra, ni siquiera trató de cubrir sus pasos. Por Dios, todos los hombres de Bruselas hasta York la recuerdan y no sólo porque los mocosos no los dejaron en paz. No, ¿recuerdas lo que dijo el cochero ese? Se le dieron vuelta los ojos y se secó la baba.
— Ella piensa que estamos en la cárcel. No se preocupa por nosotros. Cree que el viejo Tris fue asesinado por unos malvivientes, eso es lo que los guardias creen, eso es lo que ella cree. Nadie se va a dar cuenta.
— ¿Cómo hacemos para sacarla de este lugar?
Monk se encogió de hombros y entrecerró los ojos. Parecía malvado, cruel y determinado. Boy se sacudió, no pudo evitarlo. Monk era una cosa seria, decidido a conseguir lo que quería. Boy consideraba que él estaba lleno de humanidad, que no era como Monk. No, señor. Él sería muy cortés con todo el mundo cuando fuera rico.
— La agarraré —dijo Monk, y Boy no dudó ni por un segundo de su palabra.



Padalecki House, Londres
Octubre, 1814

— Eso es todo, entonces —dijo Dean, encorvando los hombros—. No puedo imaginar qué hará ahora su señoría.
Amelie le había contado a los niños acerca de la llegada de su tío.
— Le patearé el hígado— agregó Sam, pero no parecía que tuviera realmente la intención de hacerlo.
— No es un hombre bueno —añadió Laura Beth. Amelie suspiró.
— Lo que está hecho está hecho. Traté de tener todo lo más resuelto que pude con el abogado del vizconde, el señor Jones. Si Arnold se anima a venir aquí esta noche, bueno, tal vez el vizconde se sienta obligado a quedarse con ustedes tres.
— ¡No!
— ¡Le daré una bofetada!
— Es muy joven.
Amelie intentó convencerlos con voz suave y razonable.
— Pero, queridos, el hecho es que yo le he mentido. Evidentemente, a Arnold no se le ha ocurrido que había cambiado mi estatus. Si el vizconde dice algo, si Arnold se distrae, todo está perdido. No hay nada, pero nada, que pueda hacer al respecto.
— Si lo descubre y se enfada mucho, entonces nos vamos todos, y se acabó. 

Querido Dean, no sabía cómo era el mundo real. Cuán frío, difícil y malvado podía ser.. Pero él y Sam eran sus protectores, por eso trató de sonreír y le dio un abrazo. Se puso su mejor vestido dos horas después. Se despidió de los niños con un beso y les prometió que volvería y les contaría todo lo que ocurriera en la cena. Los niños estaban en un cuarto muy amplio comunicado con el de ella y de Laura Beth. Bajó las escaleras, consiguió simular una sonrisa para Duckett, y le permitió que le abriera las puertas del salón.

— ¡Amelie!

Se detuvo un momento en el umbral. De pie, directamente detrás de Arnold, estaba Jared.
Parecía tranquilo, bastante relajado, aunque había una chispa de diversión en sus ojos, estaba segura de ello. No había averiguado nada. Arnold no había dicho nada que contradijera lo que ella le había contado. Al darse cuenta de esto, sintió que todo el miedo que había tenido a causa del horrible Arnold había desaparecido, al menos por un minuto. Durante ese precioso minuto, lo vio como un hombre bastante patético, con metas innobles y una desafortunada obsesión por ella.
— Buenas noches, señor Damson —dijo con cortesía y un leve movimiento de cabeza—. Espero que haya tenido un agradable viaje a Londres. Confío en que Gertrude está bien.
— Gertrude está muy bien. Siempre está bien, aunque se queja de problemas biliares, como sabes.
— Es muy gentil de su parte haber venido a comprobar que estamos instalados y muy cómodos.
— ¡No, no es así! ¡No es así para nada!
— ¿No quiere que estemos cómodos? Le aseguro que lord Castlerose es un anfitrión muy gentil. Nunca sería...
— ¡Eso no es lo que quise decir! —Arnold deseaba que el maldito conde lo sacara de ese embrollo. Trató de calmarse. El derecho estaba de su parte. Pero el mero hecho de ver a Amelie hacía que todos los pensamientos lógicos se escaparan de su cabeza. Era más hermosa de lo que recordaba. Reconoció el vestido de seda color durazno. Era modesto y quizás un poco fuera de moda, pero en ella lucía lo suficientemente maravilloso como para vestir a una maldita reina. Su cabello estaba sujeto en una pesada trenza. Algunos mechones sueltos flotaban cerca de su cuello y sobre sus orejas. Parecía calma, compuesta, esa expresión serena tan suya que recordaba tan bien.
— Comprendo. ¿Qué quiere decir, señor?
— Quiero decir que tú y los niños...
— La cena está servida.
Arnold maldijo en voz baja y sólo Jared lo escuchó. Ahogó una carcajada.
— Gracias, Duckett. Señor Damson, ¿podría darle su brazo a la señora Padalecki? 

Amelie no quería tenerlo ni a dos metros de distancia, pero apenas sonrió y esperó que él le tomara el brazo. Arnold estaba temblando y ella se preguntaba por qué. Era ella quien había mentido, después de todo, no él. Cuando llegaron al comedor, Duckett estaba sosteniendo una silla para ella. Se acercó a él, pero Arnold no le soltó el brazo. Ella forcejeó, pero ni así la dejó ir.

— Señor Damson, por favor.
— Ah —dijo Arnold y soltó su brazo. Jared miró a Arnold, con el entrecejo fruncido por ese inaudito comportamiento. Arnold se sonrojó, Amelie rogó que no dijera nada y Jared decidió dejar que la farsa continuara. Cuando todos estuvieron sentados se dirigió a Duckett.
— Puedes servir ahora.
— Muy bien, su señoría.
No pasó mucho tiempo antes de que Arnold soltara el primer zapato.
— Me gustaría salir mañana temprano, Amelie —anunció mientras servían cordero asado—. Tendrás preparados a los niños.
Era ahora o nunca, pensó, con el tenedor ubicado entre el plato y su boca.
— No, Arnold. No vamos a ninguna parte con usted. Nos quedamos aquí.
Arnold soltó entonces el otro zapato. 



Noche de Sombras || Jared Padalecki FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora