II

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El joven castaño estaba asustado, aquel hombre no había dicho nada, sólo avanzaba por una arboleda, hasta que llegaron a unos enormes portones los cuales tenían el mismo símbolo que el tenía en el pecho, estos se abrieron, al entrar observó algunos edificios eran como cuarteles militares, muchos hombres armados alrededor, luego tres casas, ni tan grandes ni tan pequeñas, pero siguieron todavía hasta llegar a otros portones está vez más pequeños, unos hombres armados abrieron y el auto entró para estacionarse frente a una fuente, la puerta fue abierta y el salió, siguió a aquel hombre, pudo notar varias miradas sobre él que no le agradaron, las puertas de la gran mansión se abrieron, uno de los hombres lo empujó un poco para que entrara, sólo pasaron ellos dos.

— ¿Cómo te fue... —Preguntó un hombre que se comía un pedazo de tarta.

— Barton, ¿habrá un día que no vengas a comerte mi comida? —Reclamó el rubio frunciendo el ceño.

— Ay vamos Cap, no seas tacaño.

— No te quejes que te gusta nuestra compañía.—Mencionó una pelirroja.

— El agua está saliendo algo fría. —Dijo otro hombre que venía bajando las escaleras mientras se secaba el cabello.— ¡Oh ya regresaste!

— Dime que no usaste mi ducha.

— Ammm no...

— ¡Siempre dejas la alfombra toda mojada Bucky! —Exclamó frotando su sien, mientras el menor veía confundido al parecer nadie lo había notado.— Les construi casas para que no pasarán todo el día aquí, además ninguno me acompañó...

— Tú dijiste que te encargarías sólo de Kingpin. —Mencionó la pelirroja, el rubio sólo se cruzó de brazos.

— Díganme porque aún no les he volado la cabeza.

— Porque nos amas. —Contestó Barton.

— ¿Quién es el enano? —Preguntó Bucky, está vez dirgiendo su mirada a Tony.

— Mi invitado. —Contestó el rubio y lo sujetó del brazo para dirigirse a las escaleras.

— Oh...oye trata de no dejarlo lisiado en la primera hora. —Bromeó la pelirroja asustando al menor.

El rubio no respondió sólo siguieron avanzando hasta llegar a una habitación, abrió la puerta y entraron, Tony dio un suspiro nervioso y resignado mientras el mayor se acercó a cerrar las cortinas, él llevó las manos a su camisa iba a quitarsela pero una voz lo detuvo.

— ¿Qué estás haciendo?

— ¿No es para esto que me trajo?

— No que asco, no me gustan los donceles.

— ¿Porqué somos una aberración? —Preguntó el menor frunciendo el ceño.

— No, porque no confío en alguien que tiene pene y puede parir. —El menor sólo rodó los ojos.— Dijiste que eras hijo de Howard Stark.

— Sí, pero no tengo ni una relación con mi padre, así que si va a pedir rescate mejor olvidelo, el me echó de casa hace algunos meses.

— Lo que quiero es esto. —Mencionó colocando su dedo en la cabeza del chico haciendo un poco de presión.

— ¿Mi cabello? ¿No le gusta el suyo? —Preguntó divertido, por alguna razón el miedo se había ido a pesar de la mirada fría que estaba recibiendo ahora, hubo un poco más de presión de parte del rubio.— Sí si si, ya entendí. —Sobó su cabeza cuando el mayor se apartó.— No soy tan buen inventor como Howard, además no me gustan las armas.

— Eso no me importa, tendrás tu lugar para trabajar aquí en la mansión.

— ¿Y qué gano yo?

— ¿Te parece poco seguir con vida? Ahora duerme. —El hombre salió cerrando la puerta.

Te pertenezcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora