Así duele menos...

0 0 0
                                    

Este escrito puede considerarse como la segunda parte de "Solo amigos". Para muchos de nosotros, en algún momento y en el rincón más profundo de nuestro corazón, yace un susurro que nunca dejamos escapar. Es un eco delicado, un secreto que  hemos  guardado  con  celo, temerosos  de  que  su  liberación  desencadene  la tormenta que amenace con arrastrar todo lo que hemos construido.

Cada  palabra  no  dicha  es  como  una  prisión  para  nuestras  emociones, encerradas en el laberinto de nuestra alma. La luz de nuestros sentimientos permanece en la penumbra, refugiada en la seguridad de lo no expresado. El miedo a perder lo que valoramos más que cualquier tesoro, nuestra alegría, nuestro motivo para seguir adelante, el motor que nos impulsa a diario, nos condena al silencio.

Solo nos queda observar desde la distancia, como un espectador atrapado en un papel secundario, mientras la vida continúa su danza. Las palabras se convierten en sombras que se desvanecen en el viento, llevándose consigo la verdad que el corazón grita en susurros mudos.

¡Cómo  duele!  No  poder  expresar  lo  que  sentimos.  Recordar  cada  risa compartida,  cada  gesto  amistoso,  son  como  cuchillos  que  se  clavan  en  lo  más profundo de nuestro ser. El amor, como un jardín floreciente, se oculta tras la enredadera de la incertidumbre. Después de eso, solo nos queda considerar tener más cuidado con nuestras emociones, temerosos de que, si las liberamos, las flores se marchiten bajo la mirada de la realidad.El fuego de la pasión arde en la oscuridad del alma. El peso de la verdad no dicha se convierte en una carga que se lleva en silencio, esperando encontrar la fuerza para liberar el corazón de las cadenas que lo aprisionan. El grito que sale de su interior es un triste deseo de no sentir más esto que quema por dentro, que sacude cada parte de nuestro ser e intenta hundirnos en un poso lleno de tristeza y desdicha por no poder decir unas simples palabras que pesan cada día más.

Quizás un día, cuando el coraje se convierta en un aliado, podamos desenterrar las palabras enterradas bajo capas de prudencia. Hasta entonces, solo nos queda seguir atrapados entre los suspiros de un amor no correspondido, donde cada latido es un recordatorio de lo que podría ser, pero nunca será.

Y justo así duele menos, es más fácil de asimilar que quiera a alguien más, que somos un extra en su película que ayuda a quedar con el que el guionista considere como  protagonista.  Duele  menos  esto  que  un  rechazo  por  esa  persona  que consideramos nuestro refugio, esa persona que con una palabra nos puede hacer muy felices y con un acto nos puede destruir de dentro hacia afuera.

Relatos de un adolescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora