Indeciso

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- ¡Gracias por invitarme a tu casa, Fushiguro! - dijo el joven pelirrosa mientras acomodaba la colchoneta donde dormiría esa noche.

- No hay de qué - respondió el pelinegro - Oye ¿Estás seguro que a tus padres les molesta que te quedes a dormir hoy?

- Papá está de viaje de negocios, no volverá hasta el domingo. Y mamá... Bueno, a ella no le importa lo que yo haga...

El rostro de Yuuji reflejaba tristeza, pero intentó disimularlo con una sonrisa amigable.

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Desde muy pequeño, Yuuji prácticamente se crío solo. Su padre viajaba constantemente por trabajo y apenas podía verlo, aunque debía admitir que el poco tiempo que compartían era el que más disfrutaba. Muy por el contrario con su madre, con quien tenía pésima relación.

Kaori tenía un carácter insufrible. Era sumamente celosa y le reclamaba constantemente a su esposo por los continuos viajes que realizaba, los cuales se alargaban a medida que pasaba el tiempo y aumentaban las peleas.

Jin prácticamente llegaba a casa a dormir, para volver al trabajo al día siguiente. Desayunaba y almorzaba fuera, rara vez cenaba con su familia. Sus días libres los dedicaba a descansar o salir de paseo con Yuuji, provocando la ira de Kaori, quien últimamente sentía celos incluso de su hijo.

Cuando Jin no estaba, Yuuji la pasaba solo. Su madre salía con sus "amigas", aunque él sabía desde hace mucho tiempo de sus "affaires" con distintos hombres. Desde la última vez que el pelirrosa llegó a casa temprano (pues salió antes de la escuela por un malestar estomacal) y encontró a su mamá muy cariñosa con un desconocido, Kaori optó por salir cada tarde para volver a altas horas de la noche o, en todo caso, regresar con el pan al día siguiente.

Aprovechando la situación, Yuuji pedía permiso a su madre para salir con sus amigos, ya sea para estudiar o por diversión. Ella no se lo negaba por temor a que le contara a Jin sobre sus escapadas nocturnas.

- Por mí haz lo que quieras - le decía Kaori - No me importa, solo procura regresar sano y salvo,  porque si tu papá se entera, entonces, estaremos j0did0s.

El joven pelirrosa ya se había acostumbrado al desinterés y desamor de su madre, pero eso no quería decir que no le doliera su trato.

Por su parte, Megumi le apenaba la tristeza de su amigo. Tenían poco más de un año de haberse conocido, cuando Yuuji llegó desde Sendai con su familia e ingresó a su secundaria. Dió la casualidad de que el pelirrosa se hizo íntimo amigo de la chica que le gustaba, Nobara Kugisaki, creyendo en un principio que sería su rival.

Nada más alejado de la realidad, pues fue gracias al adorable muchacho que obtuvo la oportunidad de una cita con la castaña y así, meses después, se convirtieron en novios.

Yuuji no tardó en ganarse la amistad de Megumi, quien lo cuidaba como si se tratase de un hermano menor, sobre todo cuando los rumores sobre la orientación sexval del pelirrosa comenzaron a esparcirse en la escuela.

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- ¿Qué crees que le puedo regalar a Nobara por nuestro aniversario de seis meses? - preguntó el pelinegro.

- Tranquilo - respondió despreocupado - Hice mi trabajo y logré averiguar que Nobara se encuentra muy interesada en una pulsera en baño de plata, además de que sería para ella un lindo detalle que llevara las iniciales de sus nombres.

- Te lo comentó para que me lo comentaras ¿Cierto?

- ¡Sip! Incluso le tomé una foto - dijo revisando su celular - ¡Ya está! Revísalo, te la acabo de enviar por mensaje.

Se pasaron la noche conversando sobre lo que harían estos últimos días de sus vacaciones. Megumi le comentó que su padre vendría por él para pasar el fin de semana. Yuuji, por su parte, no tenía nada interesante que hacer hasta que su papá llegara de viaje.

- Supongo que me la pasaré solo y aburrido - dijo mirando al techo - Quizá vaya al pachinko para entretenerme.

- Ese lugar no es para menores, te puedes meter en un problema...

- Para nada - dijo despreocupado - Ya he ido varias veces después de clases. Y hablando de eso...

- No te preocupes - interrumpió el pelinegro, pues ya sabía lo que su amigo diría - Aquel que quiera meterse contigo, primero se las verá conmigo y con Nobara ¿Entendido? Así que si algún id1ot4 te molesta, dilo de inmediato.

El pelirrosa asintió con una sonrisa. Se sentía tan agradecido de haber conseguido tan buenos amigos, que no juzgaban su forma de ser.

En Sendai siempre fue visto por sus compañeros como un bicho raro. A pesar de ser un chico atlético y fuerte, no dejaba de ser delicado y detalloso, por lo que muchos lo consideraban "afeminado", aunque ese solo era el más suave de los calificativos que llegó a recibir.

Al principio se sintió afectado, dañando gravemente su autoestima, por lo que trató de convencerse a sí mismo que debía demostrar más masculinidad. Mantuvo esa careta por mucho tiempo hasta que su padre le dió la noticia de la mudanza a Tokio.

Yuuji no podía contener su alegría, pues uno de sus sueños era largarse de su ciudad natal, donde ni siquiera disimulaban su rechazo hacia él.

Mudarse a Tokio era una oportunidad para empezar una nueva vida, en la que podría ser él mismo. Sin embargo, últimamente hubo uno que otro percance con algunos compañeros que empezaron a molestarlo por su "personalidad", preguntándole descaradamente si era g4y.

Yuuji intentaba ignorarlos, pero en su soledad las preguntas retumbaban en su cabeza.

"Si nunca he estado con una chica, significa que ¿Me gustan los chicos?... Pero tampoco me he sentido atraído por un chico, entonces soy hetero ¿O no?"

Con ese debate en su cabeza se quedó dormido, y al día siguiente despertó de golpe. Miró a todos lados, pero Megumi no estaba. Revisó su celular para ver la hora y pegó un grito agudo al ver que eran más de las 9 am. Así que salió de la habitación para buscar a su amigo.

Le pareció oír el sonido de un celular que venía de la sala, como si alguien estuviese viendo algún video o algo así. Supuso que era Megumi y bajó a reclamarle el no haberlo despertado.

- ¡Ahhhh! ¡Fushiguro, no me despertaste! -  se fue acercando hacia la sala haciendo un puchero para demostrar su molestia - Te pedí que me avisaras cuan-...

No pudo decir más, pues frente a él no se encontraba su amigo.

En su lugar, un hombre adulto, no mayor de 40 años (era imposible que lo fuera pues estaba muy bien conservado) se encontraba sentado y muy relajado en uno de los sillones.

Se dedicó a observarlo: su cabello negro desarreglado le daba un aire casual y despreocupado, sus cejas eran delgadas y sus ojos pequeños de un color negro profundo le daban un halo de misterio. Reparó en su boca y notó una cicatriz en la comisura derecha, la cual lo hacía ver aún más sexy. Vestía un suéter blanco ligeramente holgado que hacía relucir su musculosa figura, hombros anchos, brazos fuertes y, muy probablemente, unos espléndidos y macizos pectorales.

- Hola - dijo el mayor con una sonrisa - ¿Eres amigo de mi hijo?

- ¿Su...? - "entonces, es el padre de Megumi" - ¡Ah, sí! Soy Yuuji Itadori.

Claramente pudo sentir como una ola de calor invadía su rostro, y también su parte baja, que comenzaba reaccionar ante la mirada lasciva del mayor.

"Ahora ya entiendo", pensó Yuuji, "Puede que no me gusten los chicos, pero definitivamente me gustan los grandes."

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