Tejiendo la red

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- Puedo preguntarle, si no le molesta ¿Qué hacía por aquí? - preguntó el pelirrosa luego de subir al auto.

- Pues, como ya debes saber, Megumi enfermó - contestó Toji mientras comenzaba a manejar - Gojo se quedó cuidando de él, así que me ofrecí ir a la escuela para justificar su falta. Tuve que esperar a que el director se desocupara para poder hablar con él. Y luego, cuando fui por mi auto, me pareció verte huyendo de la lluvia y quise acercarme a ofrecerte ayuda.

- Sí... - dijo el pelirrosa avergonzado - El clima parecía fenomenal en la mañana. No sé en qué momento salieron esas nubes tan feas.

El menor se encogió en su asiento haciendo un tierno puchero. Toji no pudo evitar reír disimuladamente ante tan adorable imagen. Por un momento creyó ver el reflejo de un joven Jin, pero de inmediato sacudió la cabeza intentando desvanecer esos pensamientos.

Yuuji ni siquiera notó la reacción del pelinegro, se concentró en mirar el camino, tratando de disimular su ansiedad por la situación en la que se encontraba.

"Tranquilo, Yuuji... Irás a su departamento, secarás tu ropa y con las mismas te vas. Nada de pensar en cosas malas. Tranquilízate, respira..."

- ¡¡Aaachú!!

- Oh, oh - dijo el pelinegro para luego chasquear la lengua en modo de desaprobación - Te resfriarás pronto, aceleraré un poco para llegar más rápido.

Por suerte, las calles siguientes estaban despejadas, así que no hubo problema en llegar.

Subieron hasta el piso del departamento, el cual no era muy elegante ni ostentoso como la casa de Megumi, pero a pesar de la simpleza, se veía cómodo y acogedor.

- Su departamento es muy bonito... ¡Aaachú!

Toji soltó una carcajada, que hizo al menor ruborizarse. Le dijo que esperara un momento, pues le traería algo de ropa para que se pusiera mientras ponía a secar su uniforme.

No tardó mucho cuando volvió con una camiseta y un pantalón, las cuales entregó al muchacho. Luego lo llevó hasta el cuarto de lavado dónde se encontraba el secarropas.

- ¿Sabes cómo usarla? - al ver el pelirrosa asintió, continuó - Bien entonces coloca tu uniforme y vístete con la ropa que te dí. Ojalá te quede. Pero bueno, será solo por un rato. Te espero en la sala.

El mayor salió y dejó solo a Yuuji para que se vistiera. Se veía que era muy amable y que solo intentaba ayudar, la actitud coqueta y la mirada lasciva con la que lo observó la última vez se había desvanecido, lo que puso un poco triste al pelirrosa.

Se colocó las prendas y le quedaron gigantes. La camiseta parecía un vestido y por más que ajustó el pantalón, le siguió quedando flojo. Salió del cuarto con una mano agarrada del pantalón para que no se cayera y se dirigió a la sala tal como lo dijo Toji. Pero no encontró a nadie, así que supuso que tal vez también se estaría vistiendo.

En su cabeza, la imagen de un Toji desnudo se le vino a la mente, haciendo que su entrepierna comenzara a reaccionar. Yuuji intentó convencerse a sí mismo que el mayor no buscaba nada sexval, que era imposible y que lo mejor era dejar de una buena vez de fantasear.

- Veo que la ropa apenas te quedó.

La voz del pelinegro a sus espaldas le dió un sobresalto, pero mayor fue su sorpresa al verlo con el torso desnudo. Por la impresión, Yuuji había soltado el agarre del pantalón, el cual cayó y reveló su pronunciada er3cc1ón.

¡Pero que cuerpo más perfecto! Sus brazos musculosos y llenos de venas, un abdomen perfectamente marcado y esos pectorales de ensueño que te invitaban a hundir tu rostro en ellos. Definitivamente, un cuerpo tallado por los dioses.

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