Capítulo 03

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No me gusta comer en la cafetería de la escuela por dos razones: ese sitio es sofocante y yo aprecio la tranquilidad del silencio como para torturarme de esa forma, y porque no me gusta que me vean comer. 

Todo aquél que me conozca al menos un poco sabe que yo soy así, por lo que no es extraño que me encuentren sola en alguna mesa de la biblioteca. Mis auriculares, el wi-fi del colegio y algún vídeo en YouTube son la perfecta compañía mientras engullo la comida rica en proteínas a la que mi tío John pone empeño en prepararme. «Digno de la deportista que eres», suele decir.

Cuando ya estoy a mitad de camino hacia la biblioteca, una figura se posa a mi lado y camina hombro a hombro conmigo. 

No disimulo la extrañeza que me genera el reconocer quién es. Miro a mi alrededor. Por suerte, las escasas personas que andan por el pasillo no me son familiares, ni tampoco parecen interesadas en nosotros. Aun así, detengo el paso.

Cleveland se percata y también deja de caminar, pero en lugar de decir algo, está más enfocado en llevar hacia adelante su mochila de donde extrae una manzana. Solo hasta después de que la tiene en manos es que me mira.

Mordisquea la fruta y, aún con la boca llena, habla:

—Hofa, comfañera.

La mueca que se forma en mi rostro debe ser muy cómica ya que provoca una sonrisa burlona en el suyo.

—¿Qué quieres? —pregunto en voz baja.

Se señala a sí mismo como si no captase que fuera con él la pregunta, luego traga y contesta:

—Quiero muchas cosas, pero pocas son las que puedo decir en alto. —Guiña un ojo, pero al ver que mi expresión hastiada no cambia, añade—: ¿Es que acaso no puedo venir a charlar con una compañera de clases?

Compruebo rápidamente que nadie esté cerca como para escuchar nuestra conversación. De todas formas, no tengo otra opción que mantenerme firme.

—No te hagas el loco. Sabes que que no puedes acercarte y actuar como si fuéramos amigos porque no lo somos.

Lejos de ofenderse por mis palabras, Cleveland esboza una sonrisa ladina.

—Pues compartimos un secreto, así que creo que eso nos vuelve más que amigos. Íntimos diría yo. «Partners in crime».

—No te confíes solo porque no haya dicho nada aún.

Chasquea la lengua en lo que niega con la cabeza.

—Tarde, me ilusiono rápido, Pink Floyd. Es más, creo que ya podría ir planeando nuestra casa a la orilla del mar...

Dejo salir un suspiro. Hablar con él siempre ha sido como tratar de sacarle conversación a un payaso en horario de trabajo: no deja de quitarle seriedad a las cosas y de volver un chiste todo lo que dices. La cosa es que Cleveland está de turno las 24 horas del día.

Antes no me molestaba, pero ahora me irrita y entristece en ambas medidas porque ya no puedo seguirle el rollo tan a la ligera.

—Ah, lo olvidaba. —Se lleva la mochila hacia adelante de nuevo, saca del primer compartimiento una hoja doblada y me la ofrece—. Para ti.

Con recelo, la tomo y desdoblo el papel nada más para encontrarme con una impresión de la misma imagen que me había mostrado en la mañana. Una vez más tengo que aguantarme las ganas de reír. 

Lo miro con los párpados caídos en fastidio y él se ríe por lo bajo. 

Estoy a punto de decirle algo, pero entonces una voz se escucha a nuestras espaldas. 

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