Viernes y la jornada terminó hace media hora. Con el equipo nos vinimos al patio de la escuela a entrenar hasta que anochezca; mientras los chicos están haciendo estiramientos y bromeando entre ellos en el centro del campo, yo estoy junto a las bancas repitiendo uno de los tantos trucos con el bate que aprendí durante las vacaciones en mis tardes de ocio.
—Ya estás que lo haces con los ojos cerrados.
Miro por encima del hombro a Ashton, quien se acerca con una sonrisa divertida.
—Después de tanto practicarlo, es lo justo —menciono de igual manera.
—Bien dicen que la práctica hace al maestro.
Me giro y vuelvo a enfocarme en lo que hacía. Ashton retoma el habla a mi espalda.
—Los chicos están hablando de ir todos al centro comercial saliendo de aquí.
—¿Y quiénes son «todos»?
Porque siempre queda alguno que no puede o no quiere ir. Yo suelo ser una de las que no quieren.
—Pues todos. Ninguno ha puesto «peros».
Volteo para mirarlo directamente. Como siempre, no sabe adoptar posturas que no sean perjudiciales para su columna y cervical; se ha sentado justo en el bordecito de la banca, la espalda apoyada en la pared y las piernas abiertas y estiradas frente a él.
Ruedo los ojos y me siento a su lado dejando el bate en medio de ambos.
—O sea que si justo ahora digo que no quiero, quedaré como la aguafiestas.
—Pues sí, pero ya estamos acostumbrados. Aun así te vine a preguntar con la esperanza de que me sorprendas. —Parpadea varias veces en un gesto pueril.
Sé lo que va a decir en caso de que me niegue, así que antes de que lo haga, prefiero asentir y decirlo yo:
—Es nuestro último año.
Ashton extiende una amplia sonrisa, satisfecho con mi respuesta que deja implícita mi confirmación a la salida.
La verdad es que pocas veces ocurre que nos ponemos de acuerdo en hacer alguna actividad extraescolar como equipo, más allá de las fiestas que organiza Joe eventualmente; sin embargo, ahora que iremos a la universidad, la nostalgia comienza a hacer efecto, en especial después del anuncio del entrenador en la reunión pasada.
Entre las buenas nuevas que trae esta temporada, están partidos importantes contra equipos de otros colegios tanto dentro como fuera de la ciudad, y también la admisión de nuevos reclutas después del primer partido.
Esa última noticia en particular me dejó un sabor agridulce. No es que no se hiciera cada año, pero se siente diferente el saber que entre esos nuevos miembros estarán los jóvenes que continuarán con la batuta durante los siguientes años que estén en la preparatoria, y que esa nueva generación ya no tendrá nada que ver con nosotros.
Quizás es por ello que me tomo la libertad de evocar memorias de lo que yo considero eran días buenos. Esos antes en cuyas tardes de entrenamiento, nuestro capitán de entonces, me apartaba del resto del equipo para compartirme sus secretos en cuanto a posturas y demás técnicas.
—Es cuestión de usar la inercia a tu favor —dijo Cleveland en lo que giraba con destreza el bate para luego dejarlo caer a sus espaldas en el pavimento, donde rebotó justo antes de que volviese a su mano como si nada—. ¿Lo pillas?
Negué con la cabeza, igual de confundida que la primera vez que vi a Ashton hacer el truco, y por el cual luego Cleveland me propuso enseñarme al igual que lo hizo con el pelirrojo.
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CLEVELAND
Teen FictionFloyd Brennan es una estudiante ejemplar y jugadora destacada del equipo de béisbol de la escuela. Cleveland Beckham, por otro lado, no es la clase de alumno con el que querrías juntarte. Lo que se murmura sobre él en los pasillos, lo convierte en l...