—¿No hay nadie? —pregunta Ossian una vez franqueamos la puerta principal de mi casa y nos topamos con el sepulcral silencio.
—Eso parece...
Lo más seguro es que mi tío esté en el taller; mi tía, trabajando hasta tarde en la guardería; Danny, con mi tía; Billy, quizás con sus amigos. Bran es el único del que no tengo idea dónde podría estar, pero es probable que haya ido a dar una vuelta por allí con Patroclo.
En lo que Ossian sube a mi habitación, me encargo de tomar algunos aperitivos y bebidas de la alacena. Seguramente estaremos un buen rato haciendo el trabajo, así que es mejor estar abastecidos de comida que nos mantenga enérgicos.
Consigo una frituras y algunas galletas que es probable que sean de Danny, pero ya me encargaré de reponerlo cuando vaya a la tienda. Una vez tengo todo, subo también y me encuentro con que el pelinegro se ha adueñado de mi escritorio en el rincón, donde ha dispersado sus cosas y se ha puesto manos a la obra en su portátil.
Puedo contar con los dedos de una mano las veces que mis amigos han estado en mi habitación y me sobran dedos. Nuestros encuentros siempre son en lugares públicos o en casa de Monty. Alguna que otra vez en la de Ashton cuando es seguro que su abuela no se ha saltado el tratamiento.
En parte lo entiendo porque lo cierto es que mi espacio, aparte de reducido, carece de actividades con las que pasar el rato en grupo. A diferencia de Monty, no tengo un plasma en medio de la habitación ni tampoco consolas en las que jugar videojuegos. A menos que quieran armar uno de mis tantos rompecabezas de mil piezas, tejer a crochet o vernos las caras, nadie considera mi habitación como punto de reunión. Ni siquiera Erika.
Dejo las cosas en el buró junto a la cama y me siento en el colchón con las piernas cruzadas. Ossian se desliza en la silla con ruedas hacia mí y deja mi portátil en mi regazo.
—¿Te parece si tú investigas las leyes y yo busco sobre la relatividad? —propone.
—Okay. Pero la pregunta es: ¿cómo vamos a relacionar dos temas que, para empezar, se contradicen?
Voltea a mirarme y eleva una de sus comisuras.
—Esa va a ser la parte divertida, ya verás. Por ahora deberíamos iniciar con armar una definición clara de cada concepto antes de ponernos con las fórmulas.
—Un parque de diversiones —ironizo y empiezo a teclear en el buscador del navegador.
—Otra cosa, ¿tú eres de las que escucha música mientras hace tarea?
Devuelvo la mirada hacia él. ¿Tarea con música? Creo que ni siquiera me lo he planteado. Las únicas ocasiones en las que hago tarea con ruido de fondo, es cuando bajo a hacerla al salón mientras veo la televisión con mis primos. No ha afectado mi desempeño, así que supongo que no tengo problema con distraerme.
—No realmente —contesto—, pero estoy bien con eso.
—Menos mal —dice en lo que abre el Spotify en su ordenador—. Con Ashton era un suplicio hacer los trabajos porque él no puede escuchar música sin distraerse, ni siquiera el instrumental.
Sonrío ante la imagen mental de un Ashton haciendo de todo menos la tarea.
—Por mí, puedes poner lo que quieras —le aseguro encogiéndome de hombros.
No necesita doble confirmación. Le da a reproducir y enseguida suena una canción que no conozco, pero que él parece disfrutar al seguir la melodía con movimientos suaves de cabeza.
Con eso establecido, ambos damos inicio a la labor y nos enfocamos en nuestras partes del trabajo. Cada segundo cuenta cuando se trata de una asignación tan importante y con tan poco margen de tiempo para su entrega.
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CLEVELAND
Teen FictionFloyd Brennan es una estudiante ejemplar y jugadora destacada del equipo de béisbol de la escuela. Cleveland Beckham, por otro lado, no es la clase de alumno con el que querrías juntarte. Lo que se murmura sobre él en los pasillos, lo convierte en l...