Pensé que las cosas volverían a la normalidad después del primer día y que el resto de la semana transcurriría sin inconvenientes. Me equivoqué.
Descubrí que comparto casi todas las materias menos dos con Kyle, y aunque es solo en la clase de física donde nos sentamos juntos, él ni siquiera disimula su afán por llevarme la contraria cuando nos toca resolver ejercicios en equipo.
Y a pesar de que ya me ha quedado claro que nuestra convivencia no será igual a la primera vez que estudiamos juntos, lo cierto es que está siendo peor.
Siendo justos peor no es igual, pero es que ahora parece que estuviera usando mi mera existencia como una alternativa a un saco de boxeo para desahogar sus frustraciones.
«—Mueve la silla hacia allá, Fleur, estás demasiado cerca».
«—Si sigues pegando el lápiz contra la mesa, te juro que lo voy a partir, Fleur».
«—Deja de mover así la pierna, Fleur. Pareces una gallina con epilepsia».
Fleur esto. Fleur aquello. Fleur lo otro. Quiero dejarlo calvo y hacer que escriba correctamente mi nombre con las hebras de su cabello, a ver si así se le queda grabado y de paso deja de ser tan patán.
Para cuando llega el final de la jornada del miércoles, mientras todos los demás salen con apremio del lugar, yo me rezago solo para plantarle cara antes de que termine de recoger sus cosas y pueda irse.
—¿A ti qué te pasa conmigo?
Directa y precisa.
Kyle, sin expresión alguna, me mira durante unos segundos como si no hubiese procesado del todo mis palabras. Luego alza una de sus espesas cejas.
—¿Disculpa?
—Sabes de lo que hablo. —Entrecierro los párpados—. No creo haberte dado razones como para que me andes tratando mal.
Contrario a la reacción que espero de su parte, Kyle plasma una media sonrisa que se me antoja jocosa. No está para nada ofendido por lo que dije, mucho menos arrepentido de las acusaciones. Parece más bien satisfecho.
—Tienes la mecha muy corta —dice sin borrar esa molesta sonrisa.
Frunzo el ceño, entre confundida e irritada.
—¿Y tú tienes problemas mentales o algo?
Él niega con la cabeza mientras suelta una risilla apenas audible.
—No se asumen los trastornos mentales de la gente, Fleur.
—Lo pregunto en serio, no es normal tu actitud.
Eleva ambas cejas en una expresión que se me hace de fingido asombro.
—¿Te parezco anormal?
—Sí.
—Qué curioso. —Chasquea la lengua y mira a un punto a mis espaldas en gesto pensativo—. Llegué a gustarte antes y no es que yo haya cambiado mucho desde entonces.
Admito que me toma con la guardia baja al de repente utilizar esa carta, pero me esfuerzo por recomponerme. Si lo que quiere es hacerme sentir humillada, no se lo puedo dejar en bandeja de plata.
—Por suerte, yo sí he cambiado —aseguro con la barbilla en alto.
—¿Ah, sí? —Sonríe—. ¿Lo suficiente como para ya no sentirte atraída por mí?
—Lo suficiente como para darme cuenta que no tenía buenos gustos en ese entonces, y que muchos menos hay razones para que me gustes ahora.
—No se necesitan razones para gustar de alguien —contraataca sin perder la sonrisa—. Es cuestión de sentimientos, no es algo muy racional.
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CLEVELAND
Teen FictionFloyd Brennan es una estudiante ejemplar y jugadora destacada del equipo de béisbol de la escuela. Cleveland Beckham, por otro lado, no es la clase de alumno con el que querrías juntarte. Lo que se murmura sobre él en los pasillos, lo convierte en l...