Capítulo 1

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Capítulo 1

Archie Morris

—¡Mira hacia los lados, maldito idiota!

Escucho como me gritan y no me queda de otra que hacer lo mismo, pero con un:

—¡Lo siento!

No dejo de correr ya que llevo retrasado siete minutos. La respiración me hace falta, pero no puedo detenerme bajo ninguna circunstancia. El aire choca con mi cara y cuando el gorro que llevo cubriéndome se me va hacia atrás, vuelvo y me lo engancho.

Las piernas me duelen, y no solo de la carrera que acabo de hacer si no más bien de que hoy mismo he durado más de doce horas parado, caminando de un lado a otro y con gente que apesta a puro alcohol, borrachos asquerosos que solo balbucean disparatadas y con gente también que se pasa de ser cretina.

A veces me gusta más cuando me toca en la parte del restaurante. La del bar apesta.

—¡Hola! —aterrizo con los pies y casi me caigo de boca.

Pero he llegado.

Lo importante es que he llegado.

—Hola —digo otra vez, en un suspiro hondo y respirando bastante rápido, tanto que pido permiso haciendo una gesticulación con la mano —, hola.

—Señor Morris —la señora regordeta, con lentes y una sonrisa amigable me mira con reproche y solamente tengo que sonreírle para que ella haga lo mismo y me dé un abrazo —. No sé cuál de los dos es más niño, a decir verdad.

—Obvio yo —decimos al mismo tiempo el pequeño que está agarrado de la maestra y yo.

—Ustedes van a la par —farfulla como siempre hace cada vez que nos ve —. Aquí tienen, y por favor, ayúdenme llegando temprano.

Piedad nos entrega dos bombones de chocolates y agradecemos. Nos dice que nos cuidemos en el camino y el pequeño y yo asentimos a la par.

El camino es largo, lo bueno es que el que está conmigo le gusta caminar.

—¿Y cómo te fue en el colegio hoy? —pregunto para saber acerca de su día.

Trato de hacer lo mejor que puedo a pesar de que esto es muy nuevo para mí.

Bueno, no nuevo, pero para ser primera vez siento que lo hago fatal a pesar de que él me hace sentir que no.

Tomo de la mano al chico mientras cruzamos la calle. Aprovechamos que el semáforo está en rojo.

Miro al pequeño que llevo agarrado y sin duda que es idéntico a mí de arriba hasta abajo. Hice mi mejor trabajo con él, al parecer.

—Oye, pequeño, ¿por qué eres tan parecido a mí? —levanto las cejas y decido aguantar más el peso que he soportado en el trabajo, así que decido llevarlo a mis brazos y lo cargo.

La espalda me duele, los pies me palpitan y las piernas me tambalean del dolor, pero delante de él no puedo verme frágil así que finjo como si estuviese bien tanto física como mental y sentimentalmente.

—No sé, seguro porque soy tu hijo —emito una sonrisa ante su comentario con carcajadas.

Hago una mueca con las mejillas y ladeando la cabeza hacia los lados, con duda.

—Creo que tienes razón.

Su cabello es el toque que le da para terminar de ser un mini yo. Parece que lo hice solo. Es un pequeño que lo único que ha salido con algún parecido a la madre son los ojos. Después de ahí, esos nueve meses se la pasó odiándome y como resultado está la hermosa criaturita que tengo en mis brazos.

The Strippers (El Regreso de los SexysSweetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora