Capítulo 2

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Capítulo 2

—Oh, hola, mi amor —me acerco hacia donde mi esposa, la cual ingresa con unos bolsos en manos, con la intención de darle un beso en los labios, no obstante, ella voltea la cabeza esquivándome.

—Hola —me devuelve el saludo mientras deja los bolsos encima de la mesa —. He tenido un día estresante hoy.

Miro a los lados y asiento. Me devuelvo a la cocina y apago la estufa. Ya la comida está y para que finalmente pueda descansar un poco empiezo a servirla, así mi esposa no tiene que molestarse en hacerlo.

—Archie, ¿y todavía no habías terminado? —escucho su voz detrás de mí y se me acerca —Boludo, ¿apenas acabas de hacer la cena?

—Mi amor, estaba super cansado, lo siento. También tuve que limpiar todo para que así... —Delia siquiera me deja de terminar de hablar porque emprende a su discusión diaria.

—Dios, Archie, es una mierda lo vos decís —brama, yo solo me quedo en silencio para así evitar que toda esta discusión se vuelva estresante y fuerte, solo que ella continua —. Yo también me canso, yo trabajo como una burra para traer la puta guita a esta casa y no pueda ser que venga y ni siquiera hayas hecho esto bien.

—Perdón, amor, solo...

—Cállate, por favor, cállate —se pasa la mano por el cabello —. Tengo que joder con cientos de clientes que cada día se quejan por toda la mierda del mundo, estresándome como vos no te imaginas, y encima tengo que hacer esta mierda contigo.

—Mi amor... —la miro —Yo también paso ocho horas dando vueltas de un lado a otro, con clientes que primero piden agua, luego que no, que era jugo, después que no quieren nada, y con dos bandejas en las manos sirviendo hasta veinte mesas, sabes que...

—¿Y crees que es mi culpa que no hayas terminado tus estudios?, ¿crees que es mi culpa que hayas pensado que ibas a ser un bailarín toda tu jodida vida?

Trago saliva, pero me duele cada palabra que dice. Si de algo estoy orgulloso, es de saber que en mi vida la mejor decisión que pude haber tenido fue ser stripper.

Prefiero no discutir con ella, solamente asiento como si tuviese la razón.

—Perdón —termino por decir y aprovecho para sollozar en silencio cuando se va.

Vuelvo en par de minutos, preparo los platos en la mesa para comer en familia, sin embargo, ella no se sienta cuando me planto a comer con mi hijo, sino que más bien se marcha a su habitación.

—¿Dormirás en el sofá? —pregunta mi hijo, haciendo que mi enfoque sea en él.

Trata de escucharse burlón, sin embargo, sé que al final es preocupado.

—Cállate, burro.

Él sonríe.

Empezamos a comer en silencio hasta que me interrumpe:

—Puedes venir a mi habitación si quieres, papi —propone, cabizbajo —. Tú nunca me harías daño.

Me quedo mirándolo y a pesar de todo, me siento tan bien de la forma en la que voy educándolo, me siento tan bien saber que esos temas que nunca me tocaron en la escuela, los tocó yo tal y como me había enseñado Azael.

Me siento tan orgulloso saber que Azael fue el profesor que yo necesitaba, y que ahora estoy tratando de ser.

—Yo nunca te haría daño, mi vida, jamás, pero tampoco quiero que duermas conmigo, ni con mamá, ni con nadie —le recuerdo —. Es como siempre te he dicho...

—No hablar con desconocidos, no tomar dulces de desconocidos, no dejar que desconocidos me busquen, no dejar que me toquen, y si alguien me atrapa, espero a que me digas NGU, y si es muy peligroso, lo tengo que aplicar —menciona, enumerándolo —. Y si alguien me toca acá, acá, o acá, o acá —toca sus partes sensibles y su boca —, tengo que decirte por más cosas que me digan. Que siempre te cuente todo; a ti, o a mamá.

The Strippers (El Regreso de los SexysSweetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora